Tribuna por Pablo Blanco Sarto Universidad de Navarra Autor de "Benedicto XVI, el Papa alemán". Diario El Mercurio, Jueves 30 de Junio de 2011http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/06/30/benedicto-xvi-60-anos-de-sacer.asp Valentía y decisión. Primero sacerdote, después profesor. Nunca dejó que sus conocimientos sofocaran su fe. Dejarse conducir por el Señor. --------------------------------------------------------------------------------- Cuando en 1944 un oficial de las SS le preguntó a bocajarro qué quería ser "de mayor", el joven y delgaducho "voluntario" del campo de trabajos forzosos respondió que «párroco en un pueblo». Todos los presentes se carcajearon de él, pero este gesto valiente de Joseph evitó que otros se enrolaran en las SS y que los demás seminaristas se mantuvieran firmes en su vocación. Es una virtud tal vez no del todo conocida de Joseph Ratzinger: la valentía y la decisión. En efecto, siete años después, el 29 de junio de 1951, Joseph Ratzinger era ordenado sacerdote junto con su hermano Georg, en la catedral de Frisinga. Desde entonces, el famoso profesor Ratzinger ha querido ser sobre todo un sacerdote. «A diferencia de otros docentes -recuerda Allen, de los años en la universidad de Bonn-, Ratzinger nunca dejaba que sus conocimientos sofocaran su fe. Cuando hablaba, lo hacía primero como sacerdote y después como profesor. "Después de cada clase, querías ir a la iglesia a rezar"», declaraba John Jay Hughes, un sacerdote católico americano procedente del anglicanismo, quien estudió en Alemania y conoció a Ratzinger como profesor de Teología. El Papa es «el párroco del mundo», se suele decir. Vela por toda la Iglesia en todo el mundo. Antes que ser arzobispo o Papa, es sacerdote. Su primer destino temporal como cura fue una parroquia rural en Moosach, un pueblo que hoy se encuentra dentro de la ciudad de Munich, entonces con doce mil almas. Era una sustitución en verano, nada más ser ordenado. Todos los días pasaban por sus calles los carros cargados con la cosecha. La casa parroquial era perfecta, de no ser por la falta de agua corriente; problema que se solventaba con la tradicional jofaina de porcelana. En esos momentos se encontraba solo, pues el párroco había sido enviado al hospital, mientras el sacristán y el resto del servicio parroquial se habían ido de vacaciones. «Pasó exactamente todo lo que podía pasar», recuerda Ratzinger con cierto sentido del humor. Tuvo que poner en juego -además de su preparación- sus mejores dotes de improvisación. Por su cercanía al cementerio, se especializó en aquel momento en entierros y funerales. «Entonces aprendí a enterrar», comenta lacónicamente. Después vino la parroquia de Heilig Blut en Munich, el confesonario y el púlpito de la catedral de Frisinga, la capellanía de Bonn, Tubinga y Ratisbona, y tantos otros destinos donde ha ejercido su ministerio sacerdotal. Más adelante como arzobispo de Munich y prefecto en la curia romana. Predicar, pastorear, administrar los sacramentos. Siendo Papa, proclamó el Año de los sacerdotes en tiempos difíciles para ellos por el escándalo de abusos sexuales. No propuso como modelo a un sacerdote-intelectual, un cura-obrero o un revolucionario sin más, sino al sencillo Cura de Ars. Un oscuro y entrañable párroco de pueblo francés. Frente a quienes han traicionado su vocación, el Papa alemán quería presentar el modelo de un cura fiel y normal. Para rendir también homenaje a todos los sacerdotes que han prestado sus buenos servicios -su ministerio- a la Iglesia y a la sociedad. Era un modelo que también le servía a él mismo. Han pasado ya sesenta años de su ordenación. Podemos ver todavía las imágenes de los recién ordenados saliendo de la catedral de Frisinga. «Era un espléndido día de verano -recordaba-, que permanece en mi memoria como el día más importante de mi vida. No es bueno ser supersticioso pero, en el momento en que el anciano arzobispo [Faulhaber] impuso sus manos sobre las mías, un pájaro -tal vez una alondra- voló sobre el altar mayor de la catedral y entonó un canto gozoso. Fue para mí como si una voz de lo alto me dijera: "vas bien así, vas por buen camino"». Sintiéndose débil, recibió seguridad. Era un símbolo de la fuerza del Espíritu que recibe todo sacerdote en su ordenación. «Cuando dije "sí" en la ordenación sacerdotal -recuerda ya como Papa-, es posible que uno tuviera su propia idea sobre el futuro, pero también uno sabe: "me he puesto en manos del obispo y, en última instancia del Señor. No puedo buscar para mí lo que quiero. Al final tengo que dejarme conducir"». Era este su decidido propósito. También en una foto de familia de aquel día: junto con Maria, Georg y sus padres, aparece el mismo recién ordenado Joseph, con una cierta cara de niño, ojos soñadores y el pelo negro perfectamente repeinado, al uso de la época. Una foto inolvidable.
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