La gente cree que la crítica
se despliega cuando se produce
alguna batahola, por ejemplo,
durante el mensaje presidencial
y todo el griterío que se genera
al interior del Congreso,
o cuando los manifestantes
se lanzan a las calles aledañas
concluyendo la protesta
con desmanes de diverso calibre.
Pero allí no está la verdadera crítica,
no al menos la más contundente.
Es como la anécdota
ocurrida en el parlamento británico,
en el que un representante
de la Cámara de los Lores,
tras un debate acalorado
lanzó el contenido
de un vaso con agua
a la cara de un adversario.
Éste, mantuvo la compostura,
sacó un pañuelo y después
de secarse el rostro dijo
con notable flema británica:
«Eso fue un exabrupto, milord,
ahora estoy esperando sus argumentos».
Volviendo a Valparaíso,
hace unos dos o tres años atrás,
recorriendo los barrios del puerto
me encontré de improviso
con un graffiti estampado
en un muro de una casa-esquina
del cerro Los Placeres
con la siguiente leyenda:
CHILE es un país sin identidad propia,
sin justicia, sin dignidad, sin principios...
...una vil putita.
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