La vida repasada


 
por Roberto Merino
Diario El Mercurio, Revista de Libros,
Domingo 8 de mayo de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/05/08/al_revista_de_libros/revista_de_libros/noticias/9DED6713-8F61-44D2-AD6D-DA99653A5176.htm?id={9DED6713-8F61-44D2-AD6D-DA99653A5176}
 
Tan iluminadores como los testamentos literarios
(pienso en los de Villon y en los de Ginsberg),
donde se reparten bienes materiales y espirituales,
pueden ser los textos destinados
al reconocimiento de lo recibido en el curso de la existencia.
 
Ambos casos involucran
un momento especial de evaluación de la propia vida
y de reparación de los afectos, cuyos círculos
casi siempre permanecen abiertos o defectuosos.
 
Determinar quién nos enseñó
cada una de nuestras verdades de uso,
o quién nos influyó a tomar el camino
que nos ha traído hasta el punto actual,
o por último quién nos dio alguna vez un ejemplo,
nos obliga a repasar una multitud de hechos y de circunstancias,
y los diversos lapsos de nuestra edad.
 
Es lo que hace el emperador Marco Aurelio
en las primeras páginas de sus Meditaciones ,
donde reconoce virtudes
de parientes, amigos, maestros y filósofos.
 
Acaso es la parte de su obra
que mayormente podemos suscribir hoy,
la que nos resulta más contemporánea,
exenta de las especificidades más abstractas
del pensamiento estoico.
 
Uno de los ítems más extensos es el dedicado a su padre:
 
"De mi padre, la mansedumbre,
la firmeza inquebrantable
en las decisiones atentamente tomadas;
la indiferencia ante la vanagloria de los honores aparentes".
 
Y más adelante:
"Ni baños a deshora,
ni ser amigo de edificar,
ni ser entendido en la comida,
telas y colores de las ropas,
ni en la galanura de la servidumbre".
 
Me parece que una y otra forma,
la del testamento y la del reconocimiento,
podrían ser buenos ejercicios psicológicos y literarios.
 
Sus estructuras en forma de nómina,
ayudan de por sí a eludir
la célebre angustia de la página en blanco.
 
Y como no ostentamos
la férrea nobleza de Marco Aurelio,
tendríamos además,
al emprender esta iniciativa,
la oportunidad de registrar
algo más que virtudes
o bien la de legar inutilidades.
 
Imagino frases como:
"De mi abuela heredé la soberbia,
el clasismo, la sorna;
del señor H., mi primer profesor,
la facultad de bramar de ira".
 
"A mi amigo Joaquín
le dejo una caja con cenizas humanas
y dos paquetes de pipetas de laboratorio;
a mi ex polola Victoria,
los maceteros de mi balcón
y la clave para acceder a mi correo electrónico".
 
Es posible que ya no se pueda, en estos tiempos,
precipitar de la vida tan sólo lo bueno y lo sublime.
 
La gente que procede de este modo,
con la que de vez en cuando nos topamos,
proyecta una imagen anacrónica, insuficiente.
 
Si a nosotros nos pusieran
a realizar una tarea tan excelsa,
seguramente encontraríamos
el modo de chacrear el asunto
con nota discordantes y con chistes fomes.
 
De cualquier modo me parece que lo haré:
no el testamento, porque no me siento
en disposición de morirme,
sino la lista de reconocimientos,
que bien se puede redactar
nel mezzo del cammin
o un poco más allá de la mitad de la vida.

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