Benedicto XVI invita a descubrir al "Jesús real" y postula una "cristología desde abajo"


por Gustavo Villavicencio
Diario El Mercurio, jueves 10 de marzo de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/03/10/actividad_cultural/actividad_cultural/noticias/11A4F16C-259D-471E-942F-E8C73CCB3CE0.htm?id={11A4F16C-259D-471E-942F-E8C73CCB3CE0}
 
"Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la
Resurrección" se presenta hoy en el Vaticano, y desde mañana estará en
librerías de todo el mundo. En la obra del Papa -uno de los mayores
intelectuales de nuestros días- se revisan todos los episodios de la
Pasión, dando luz sobre muchas preguntas que la historia bíblica ha
suscitado durante los siglos. El Papa afirma que su libro no es un
tratado de cristología, sino que su deseo fue plasmar la figura y el
mensaje de Jesús.
 
Joseph Ratzinger / Benedicto XVI
Jesús de Nazaret - Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección
Ediciones Encuentro (Madrid, marzo de 2011)
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El lanzamiento hoy en el Vaticano de la segunda parte del estudio
teológico de la figura de Jesús, escrito por Benedicto XVI, ha
generado expectativas más allá del ámbito católico. Las
investigaciones sobre Cristo interesan vivamente al Papa, y en la
introducción del libro celebra que "Jesús de Nazaret" "haya ganado un
hermano ecuménico en la obra 'Jesús' del teólogo protestante Joaquim
Ringleben", publicada en 2008.
 
"No he querido escribir una 'Vida de Jesús' (...) No he intentado
escribir una cristología (...) Mi libro tiene muchos puntos de
convergencia con el tratado teológico sobre los misterios de la vida
de Jesús al que Tomas de Aquino ha dado una forma clásica en su Suma
Teológica", puntualiza el Papa en la introducción.
Más adelante escribe: "En el prólogo a la primera parte de esta obra
decía que mi deseo era presentar la figura y el mensaje de Jesús. Tal
vez hubiera sido acertado poner estas dos palabras -figura y mensaje-
como subtítulo al libro, con el fin de aclarar su intención de fondo.
Podría decirse, exagerando un poco, que quería encontrar al Jesús
real, sólo a partir del cual es posible algo así como una 'cristología
desde abajo'".
 
Aquí presentamos extractos escogidos de seis de los muchísimos temas abordados.
El burro y cómo Jesús reivindica el derecho del rey a requisar medios
de transporte
A muchos les parecerá raro que prácticamente todo el primer capítulo
del libro esté dedicado a responder por qué es tan relevante el burro
en que Jesús hace su entrada a Jerusalén para celebrar la Pascua. El
Papa lo explica así:
"Todo esto puede parecer más bien irrelevante para el lector de hoy,
pero para los judíos contemporáneos de Jesús está cargado de
referencias misteriosas. En cada uno de los detalles está presente el
tema de la realeza y sus promesas. Jesús reivindica el derecho del rey
a requisar medios de transporte, un derecho conocido en toda la
antigüedad. El hecho que se trata de un animal sobre el que nadie ha
montado todavía remite también al derecho real. Y sobre todo, se hace
alusión a ciertas palabras del Antiguo Testamento que dan a todo el
episodio un sentido más profundo (...) El borrico atado hace
referencia al que tiene que venir, al cual 'los pueblos deben
obediencia' (...) Jesús reivindica, de hecho, un derecho regio. Quiere
que se entienda su camino y su actuación sobre la base de las promesas
del Antiguo Testamento, que se hacen realidad en él (...) Su poder es
de carácter diferente: reside en la pobreza de Dios, en la paz de
Dios, que Él considera el único poder salvador".
 
Los mercaderes del templo: ¿una acción violenta ejercida por el Buen Pastor?
¿Qué hizo Jesús cuando expulsó a latigazos a los mercaderes del
templo? Es una de las interrogantes cuya respuesta ha motivado más de
un debate. Benedicto XVI alumbra sobre ella:
 
"En la literatura exegética se pueden reconocer tres grandes líneas de
interpretación que hemos de considerar brevemente. En primer lugar, la
tesis según la cual la purificación del templo no significaba un
ataque contra el templo como tal, sino que se refería sólo a los
abusos. Ciertamente, los mercaderes tenían permiso de la autoridad
judía, que sacaba de eso pingües beneficios. En este sentido, la
actividad de los cambistas y de los comerciantes de ganado era
legítima según las normas vigentes; también es comprensible que
estuviera previsto el cambio de las monedas romanas en uso por la
moneda del templo, precisamente en el patio de los gentiles, dado que
las primeras debían considerarse idolátricas por llevar la imagen del
emperador; y también que allí se vendieran los animales para el
sacrificio. Pero esta mezcla entre templo y negocios no se
correspondía con el planteamiento arquitectónico del templo, con el
destino propio del patio de los gentiles".
 
"Con su intervención Jesús atacaba la normativa en vigor dispuesta por
la aristocracia del templo, pero no violaba la Ley de los Profetas; al
revés: contra una praxis profundamente corrupta que se había
convertido en 'derecho', reivindicaba el derecho esencial y verdadero,
el derecho divino de Israel. Sólo así se explica por qué no intervino
la policía del templo ni la cohorte romana que había en la fortaleza
Antonia. Las autoridades del templo se limitaron a preguntar a Jesús
qué autorización tenía para hacer lo que hizo".
 
El "celo" de Jesús y el riesgo de considerarlo un zelote
 
Los zelotes eran revolucionarios en los tiempos de Jesús. Se oponían a
la autoridad romana. Teólogos de la liberación subrayaron de manera
especial la relación de Jesús con los zelotes. El Papa pone las cosas
en su lugar:
 
"Con el tiempo se ha calmado la oleada de teologías de la revolución
que, basándose en un Jesús interpretado como zelote, trataron de
legitimar la violencia como un medio para establecer un mundo mejor,
el 'Reino'. Los terribles resultados de una violencia motivada
religiosamente están a la vista de todos nosotros de manera más que
sobradamente rotunda. La violencia no instaura el Reino de Dios, el
reino del humanismo. Por el contrario, es un instrumento preferido por
el anticristo, por más que invoque motivos religiosos e idealistas. No
sirve a la humanidad sino a la inhumanidad".
 
"Pero entonces, ¿cuál es la verdad acerca de Jesús? ¿Fue tal vez un
zelote? La purificación del templo ¿fue quizás el principio de una
revolución política? Toda la actividad y el mensaje de Jesús -desde
las tentaciones en el desierto, su bautismo en el Jordán, el Sermón de
la Montaña, hasta la parábola del Juicio Final y su respuesta a la
confesión de Pedro- se oponen decididamente a ello".
 
(...)
 
"Los discípulos han reconocido a Jesús al recordar al justo que sufre:
el celo por la casa de Dios lo lleva a la Pasión, a la cruz. Éste es
el vuelco fundamental que Jesús ha dado al tema del celo".
 
"Ha transformado el 'celo' de servir a Dios mediante la violencia en
el 'celo' de la cruz. De este modo ha establecido definitivamente el
criterio para el verdadero celo, el celo del amor que se entrega. El
cristiano ha de orientarse por este celo; en eso reside la respuesta
auténtica a la cuestión sobre 'zelotismo' de Jesús".
 
Los judíos y su responsabilidad en la condena a muerte de Jesús
Entre los temas abordados por Benedicto XVI en su obra, el que más ha
llamado la atención de los medios de información es el que tiene que
ver con el papel de los judíos en la condena a muerte de Cristo. El
Papa exculpa al pueblo judío, pero no a la "aristocracia del templo",
y señala también algunas "fatales consecuencias" provenientes del
Evangelio de Mateo:
 
"¿Quién ha insistido en que Jesús fuera condenado a muerte? En las
respuestas que dan los Evangelios hay diferencias sobre las que hemos
de reflexionar. Según Juan, son simplemente 'los judíos'. Pero esta
expresión de Juan no indica en modo alguno al pueblo de Israel como
tal -como quizás podría pensar el lector moderno-, y mucho menos aún
comporta un tono 'racista'. A fin de cuentas, Juan mismo pertenecía al
pueblo israelita, como Jesús y todos los suyos. La comunidad cristiana
primitiva estaba formada enteramente por judíos. Esta expresión tiene
en Juan un significado bien preciso y rigurosamente delimitado: con
ella designa la aristocracia del templo. En el cuarto Evangelio, pues,
el círculo de los acusadores que buscan la muerte de Jesús está
descrito con precisión y claramente delimitado: designa justamente la
aristocracia del templo e, incluso en ella, puede haber excepciones,
como da a entender la alusión a Nicodemo (cf. 7,50ss)".
 
"Así, en Marcos, aparecen los 'judíos', es decir, los círculos
sacerdotales distinguidos, y también el ochlos , el grupo de
partidarios de Barrabás, pero no el pueblo judío propiamente dicho".
 
"El ochlos de Marcos se amplía en Mateo con fatales consecuencias,
pues habla del 'pueblo entero' (27, 25), atribuyéndole la petición de
que se crucificara a Jesús. Con ello Mateo no expresa seguramente un
hecho histórico: ¿cómo podría haber estado presente en ese momento
todo el pueblo y pedir la muerte de Jesús? La realidad histórica
aparece de manera notoriamente correcta en Juan y Marcos. El verdadero
grupo de los acusadores son los círculos del templo de aquellos
momentos, a los que, en el contexto de la amnistía pascual, se asocia
la 'masa' de los partidarios de Barrabás".
 
La pureza como don de Dios y no como búsqueda humana
Durante los últimos siglos, el término "pureza" ha sido visto
preferentemente en el ángulo relativo a la sexualidad. Benedicto XVI
la enfoca de otra manera y expone que la pureza es un acto de Dios y
que el hombre no puede hacerse digno de Dios por más que se someta a
un proceso de purificación:
 
"En la fe cristiana es precisamente el Dios encarnado quien nos
purifica verdaderamente y atrae la creación hacia la unidad con Dios.
La espiritualidad del siglo XIX ha vuelto a convertir en unilateral el
concepto de pureza, reduciéndolo cada vez más a la cuestión del orden
en el ámbito sexual, contaminándolo también nuevamente con la
desconfianza respecto a la esfera material y al cuerpo. En la gran
aspiración de la humanidad a la pureza, el evangelio de Juan -Jesús
mismo- nos indica el rumbo: Él, que es Dios y hombre al mismo tiempo,
nos hace capaces de Dios. Lo esencial es estar en su Cuerpo, el estar
penetrado por su presencia" (...) El don de la pureza es un acto de
Dios. El hombre por sí mismo no puede hacerse digno de Dios, por más
que se someta a cualquier proceso de purificación. 'Vosotros estáis
limpios'. En esta palabra maravillosamente simple de Jesús se expresa
de manera prácticamente sintética lo sublime del misterio de Cristo.
El Dios que desciende hacia nosotros nos hace puros. La pureza es un
don".

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