¿Moderación en forma o en fondo?
por Jorge Ramírez
Programa de Sociedad y Política del Instituto Libertad y Desarrollo
Diario La Tercera, lunes 11 de mayo de 2015
Luego de una desconcertante prórroga en el plazo autoimpuesto de 72 horas, la Presidenta hizo anuncio del esperado cambio de gabinete. Las expectativas esta vez trascendieron el morbo del desenlace del las conspiraciones internas protagonizadas por ministros, subsecretarios, asesores y cuanto personaje vinculado al centro de gobierno pudiera aportar al melodrama que hizo puesta en escena en palacio presidencial.
Este cambio de gabinete, a diferencia de otros, no respondía a la necesidad de un ajuste de piezas particulares para optimizar el engranaje. Todas las señales políticas y ciudadanas dieron cuenta del inevitable curso de una cirugía mayor, ya no sólo respecto del modo de conducción, sino que también en relación a la orientación política y económica de un gobierno que entró con una importante mayoría electoral, pero cuyas ideas devinieron en minoría social. Entonces, la pregunta por resolver era si este gabinete podrá satisfacer la condición de deslegitimación social de las reformas. La respuesta a dicha pregunta plantea dudas.
Una primera mirada permite sostener que primó una moderación en el tono y las formas. El arribo de la DC a Interior con Jorge Burgos y de un técnico con intachable reputación a Hacienda, como Rodrigo Valdés, responden a perfiles que permitirían incorporar prudencia, tender puentes y recomponer confianzas con sectores que fueron omitidos deliberadamente por el estilo de la dupla saliente Rodrigo Peñailillo y Alberto Arenas. Estos son los grandes derrotados con su modo intransigente de conducción. Sin embargo, el nuevo diseño ministerial también devela potenciales tensiones en el fondo.
¿Qué pasará con el proceso constituyente? Si la tesis de la moderación fuera más que una simple pretensión comunicacional para descomprimir tensiones y recomponer confianzas, el nuevo ministro del Interior, Jorge Burgos, debiera establecer líneas políticas claras respecto de si este gobierno avalará instancias que se alejan del marco institucional para establecer una nueva Carta Magna. Más aún, teniendo en la Segpres -cartera que hasta el momento ha llevado el tema del proceso constituyente, al menos a nivel de estudios- a un ex miembro de la bancada de diputados pro Asamblea Constituyente, como el PPD Jorge Insunza, quien podría hacer sinergia por una línea política más maximalista desde la vocería con el PS Marcelo Díaz, quien en 2011 patrocinó iniciativas legislativas pro Asamblea Constituyente.
Otra dimensión del cambio ministerial que pasa algo inadvertida, y que problematiza la tesis de la plena moderación, es el ascenso del Partido Comunista al Ministerio de Desarrollo Social. El peso específico comunista se ve reforzado ya no sólo con su presencia en Sernam, sino que también por la presencia de Marcos Barraza en el ministerio que canaliza y establece criterios para la asignación de gran parte de la política social de gobierno.
Por último, una nueva tensión surgirá del incongruente nombramiento de José Antonio Gómez en el Ministerio de Defensa, por cuanto éste -en 2013- se mostró abiertamente a favor de una salida soberana al mar para Bolivia,; señal que colisiona con la política de Estado en la materia, que sido conducida con el respaldo transversal del arco político a la gestión de Heraldo Muñoz.
La hoja de ruta de aquí al 21 de mayo será decisiva para esclarecer el carácter de este nuevo gabinete. Sólo dilucidando estas tensiones se podrá establecer con certeza si acaso la moderación sólo operó a nivel de formas, o logró trascender al fondo.
Cambio de Gabinete
Antonio Horvath Gutiérrez
Director Ejecutivo Instituto Libertad
Diario El Mercurio, martes 12 de mayo de 2015
Señor Director:
Dos cosas quedaron claras con el debut del nuevo equipo ministerial. Primero, los cambios son un explícito reconocimiento del rotundo fracaso de la política que hasta ahora ha seguido el Gobierno: no es casualidad que se haya sacado a todo el comité político y que las primeras palabras del nuevo ministro del Interior, Jorge Burgos, hayan sido para marcar un verdadero giro de la administración Bachelet, con un fuerte énfasis en la necesidad de diálogo y grandes acuerdos para llevar adelante el programa.
¿El fin de la retroexcavadora y del espíritu refundacional que vimos en 14 meses? Eso está por verse. Lo que sí se puede anticipar es la conformación de un nuevo eje de poder en el Ejecutivo, que estuvo marcado por la vocería conjunta que hizo el nuevo jefe de gabinete acompañado por el nuevo ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés.
Jorge Burgos no es un debutante en estas lides y él mismo se preocupó de marcar su trayectoria, que lo vincula a la "Vieja Guardia" concertacionista y a los sectores más moderados de la Nueva Mayoría. No en vano, el ex diputado DC recordó que sus orígenes datan del gobierno de Patricio Aylwin, marcando así una fuerte distancia de las generaciones de recambio y sus aires refundacionales, como la llamada G90 del PPD, el círculo más cercano de su antecesor, Rodrigo Peñailillo.
El segundo punto que no deja de llamar la atención es el aumento del peso del PC en el gabinete (sube de uno a dos ministros), con la llegada a La Moneda de Marcos Barraza, nuevo titular de Desarrollo Social.
Ello se suma al rol de Camilo Ballesteros, a cargo de la División de Organizaciones Sociales (DOS), con lo que tendremos a un PC mucho más desplegado en el trabajo territorial y social. En forma silenciosa pero consistente, el PC sigue avanzando en sus cuotas de poder dentro de la coalición gobernante.
¿El regreso de Velasco?
por José Ramón Valente
Diario La Tercera, martes 12 de mayo de 2015
Milton Friedman decía que más que economistas de izquierda o economistas de derecha, el mundo se dividía entre buenos economistas y malos economistas. Ciertamente, lo de Friedman es una exageración, pero el punto de fondo que se quiere destacar es que cuando se trata de la aplicación práctica de la economía y no meramente de su teorización, la implementación de malas políticas públicas puede ser mucho más dañina que las diferencias ideológicas de quienes están encargados de su ejecución.
Andrés Velasco es un hombre de izquierda. El mismo lo ha recalcado una y otra vez; sin embargo, goza de bastante simpatía en círculos de personas que tradicionalmente han adscrito a los partidos de derecha. Velasco se ha ganado la confianza de esas personas, precisamente, porque mas allá de su postura ideológica, ha cultivado una imagen de economista y político que privilegia la ejecución de buenas políticas públicas por sobre las ganancias políticas de corto plazo, que muchas veces se pretende obtener con políticas mal diseñadas o derechamente populistas.
Rodrigo Valdés, el flamante nuevo ministro de Hacienda, tiene características similares a las de Velasco. El ministro Valdés es técnicamente muy sólido, y si bien ha sido siempre un hombre de izquierda, no se pierde a la hora de aplicar buena economía por sobre la tentación populista de las ganancias políticas de corto plazo.
Rodrigo Valdés tiene una sólida formación académica a la que, adicionalmente, suma una nutrida experiencia en instituciones como el Banco Central de Chile, el Fondo Monetario Internacional, el banco brasileño BTG Pactual y más recientemente la presidencia del BancoEstado. Los pergaminos, el perfil y su sólida reputación le dan al ministro Valdés una batería de atributos, que bien administrada podría ser tremendamente positiva para generar las confianzas público-privadas que tanto se necesitan.
La dupla del ministro Valdés, en Hacienda, con el ministro Burgos, en Interior, no puede pasar desapercibida, toda vez que se parece mucho a la dupla Velasco-Pérez Yoma que le reportó muy buenos dividendos a la Presidenta Bachelet en su primer mandato. Sin embargo, tampoco podemos pasar por alto que fue, precisamente, ese diseño el que fue duramente criticado por los sectores más radicales de la Concertación. En ese sentido, el mayor riesgo que enfrenta el ministro Valdés es el fuego amigo que pueda provenir del ala más izquierdista de la Nueva Mayoría. Los enfrentamientos públicos entre el ex ministro Velasco y el ex ministro Vidal están todavía vivos en la memoria de muchos de nosotros. Es de esperar que la mala experiencia de estos primeros años del segundo mandato de la Presidenta Bachelet hayan servido para revalorizar la visión que los Vidal de este mundo, que abundan en el Parlamento, tienen de los ministros técnicos como Velasco y Valdés.
Más vale tarde que nunca
por Héctor Soto
Diario La Tercera, martes 12 de mayo de 2015
Aunque nada bueno hacían presagiar las formas a las que apeló la Presidenta para cambiar el gabinete, y aunque tampoco fueron buenos antecedentes el hermetismo patológico de las designaciones y la falta de interlocución con los partidos, el resultado de ayer bien podría sacar al gobierno del atolladero en que se encontraba desde febrero pasado.
¿Qué fue lo que ocurrió? ¿El buen sentido que la Presidenta no tuvo el miércoles, cuando se dio un plazo de 72 horas para nombrar a los ministros, que ella misma no cumplió? ¿La voz de su intuición, que ella misma reconoce haber desoído en diversas oportunidades? ¿O fue todo obra de un golpe de realidad, luego que la encuesta CEP de la semana pasada le hizo ver a la Mandataria que la separación de la ciudadanía con su gobierno iba para divorcio a perpetuidad?
Como quiera que sea, la Presidenta volvió a hacer lo mismo que hizo ante circunstancias menos dramáticas en su primera administración: entregarles el gobierno a los que saben. Terminó la hora tanto de los entusiastas como de los chasquillas y se acabó el ciclo de los experimentos refundacionales. Aunque tarde, la Presidenta reaccionó. Al Ministerio del Interior llega un político DC fogueado en los asuntos de esta cartera, formado en la matriz de esa Concertación que fue la autora de la transición, un hombre que siempre ha hecho política desde el realismo y la moderación y que ayer insistió, una y otra vez en sus primeras declaraciones, en la necesidad de oír a la sociedad y de dialogar con todos los actores políticos. Hacía tiempo que este lenguaje no se escuchaba en La Moneda.
Las diferencias del nuevo ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, con su predecesor no son menos evidentes en términos de seriedad, peso intelectual y rigor técnico. Valdés tendrá que restablecer las confianzas heridas con distintos mercados,introducir en el gobierno la idea de que el Fisco no está en condiciones de financiar todo lo que el oficialismo quiera y recuperar el crecimiento potencial de la economía, que hasta hace poco estaba entre el 4 y el 5% y que la gestión del ministro Arenas terminó reduciendo a menos del 3%.
Un gabinete así debiera servirle a la Presidenta para recomponerse interiormente, retirándose un poco del centro del debate sin generar vacíos de poder. La Presidenta necesita darse una tregua de esta naturaleza, que debiera ser aprendizaje, crecimiento y asimilación, luego del golpe que significó para ella el caso Caval. Las señales que envió al país en los últimos meses fueron contradictorias y erráticas, pero ahora al menos podrá contar con la seguridad de que las cosas en su administración se harán con prudencia y sensatez.
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