Son una moda y un gran negocio, pero el costo de los safaris es mucho más alto que el dinero que se desembolsa en ellos. La irrupción en los ambientes salvajes, y la disminución de los animales están haciendo esta actividad cada vez más peligrosa para la fauna. Pero hay una forma de evitarlo.
por Lorena Guzmán H.
Diario El Mercurio, sábado 21 de febrero de 2015
http://diario.elmercurio.com/2015/02/21/vidactual/vidactual/noticias/9E28D9CC-56B8-4508-AAF9-FA98F9D7222A.htm?id={9E28D9CC-56B8-4508-AAF9-FA98F9D7222A}
Un tipo de safari reciente es el que incluye expediciones científicas. El turista acompaña a los investigadores en sus trabajos, ya sea como alumno en práctica o como voluntario.
Es de noche en Sudáfrica y a Jason Savage (22) le toca la guardia del campamento. En plena oscuridad de la sabana, de pronto siente un ruido. Se levanta lentamente y encuentra una leona avanzando agazapada hacia él. No puede correr porque sería fatal; entonces aplica su entrenamiento y aparenta más tamaño y poder que su contrincante.
Moviendo los brazos en el aire mientras grita se enfrenta a su oponente, la leona recibe el mensaje y se aleja rodeándolo por detrás. El australiano no puede darse vuelta, sino solo avanzar: de otra manera, el felino creería que va detrás de él. Finalmente, nada pasa y este "ranger" o guardaparques en entrenamiento, vive su decimocuarto encuentro con uno de los "big five"; necesita 50 para poder encabezar un safari a pie. De momento, solo puede llevar a los turistas en camionetas especialmente acondicionadas.
Si bien los safaris comenzaron durante la primera mitad del siglo XIX en África solo como viajes de turismo y observación, luego apareció el interés por cazar los animales. En especial, a los denominados "big five", los cuales recibieron ese nombre no solo por su tamaño, sino por lo difícil que es cazarlos. Ellos son el elefante, el búfalo, el rinoceronte (blanco y negro), el león y el leopardo.
Aunque la mayoría están en algún grado de peligro de conservación, aún se los caza y, por sobre todo, miles de turistas cada año llegan a sus hábitats para observarlos.
Cámara por rifle
Es la tarde en la reserva Hluhluwe en Sudáfrica. Seis camionetas con turistas están "rastreando" elefantes, hasta que uno de ellos los divisa desde lo alto. Misheck Fakude -que lleva 20 años como guía- parte en su búsqueda. Minutos después, las camionetas están rodeadas por unos veinte paquidermos de todos los tamaños.
De repente, una cría comienza a gritar porque el grupo se divide y no sabe adónde ir. Entonces, la matriarca de la manada detecta un olor extraño (a turistas) y deja en claro con un ruido sordo que está consciente de la presencia intrusa. Además de la advertencia, todo siguió en calma.
Mientras los safaris permiten que las personas tengan una experiencia única de conocer la sabana africana, cuenta Cristián Bonacic, académico de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Universidad Católica, los cotos de caza son criticados y tienen detractores.
Pero los safaris fotográficos -donde se aprende de la fauna y sus ambientes-, "corresponden a una tremenda oportunidad de desarrollo local sustentable, que permite combatir la caza furtiva y darle valor a la fauna sin matarla", precisa.
Si bien la mayoría de los visitantes no van con fines de caza, el número de ellos ha crecido mucho, asegura Katarzyna Nowak, experta en antropología biológica de las universidades de Durham, Reino Unido, y Free State, Sudáfrica. Y también se han diversificado, lo que tiene beneficios. Safaris a caballo, en canoa o en globo aerostático se están poniendo de moda.
"Estas modalidades son muy buenas ya que no dejan detrás la huella de los vehículos. Hay algunas imágenes impactantes del cruce de caminos marcados en la sabana de los parques africanos, pese a que no está permitido".
Turismo responsable
Pero las huellas en el terreno no es lo único que deja esta actividad. Por supuesto que el turismo masivo en estas áreas tiene sus desventajas, dice Katarzyna Nowak. Perturbación o estrés de los animales, los residuos y basura que son generados en los lodges o que son tirados desde los autos, son solo una parte.
A ello se suma, la misma expansión de la hotelería, que genera una huella importante. "Sin embargo, estos costos pueden ser mitigados por la práctica de un turismo responsable".
Paneles solares, recolección de aguas lluvia, reciclado e incineración de basura, son algunas de las medidas. Al mismo tiempo, mantener una distancia mínima entre las personas o los vehículos y los animales debe ser un imperativo. Al ser reservas abiertas, los animales están en su ambiente y es el ser humano el intruso.
La camioneta avanza y de repente Misheck la detiene. Un agujero en la tierra al costado del camino enmarca la cara de un jabalí hembra. Cuando esta ve la camioneta comienza a tirar, con su cabeza y colmillos, grandes cantidades de tierra hacia fuera para espantar al peligro. Pero como ve que nada pasa, sale con sus tres crías de la madriguera y espera unos metros más allá a que el vehículo desaparezca.
Aunque es una actividad que lleva mucho tiempo, no necesariamente hay consenso de qué es lo mejor para los animales. Especialmente si se considera que, aunque los safaris en África son los más conocidos, este tipo de interacción se produce en todo el mundo, desde Australia hasta Asia, e incluso en Chile (ver nota relacionada).
"Su desarrollo debería seguir estrictas normativas medioambientales y reglamentos de buen comportamiento específicos para cada situación", dice Nicole Sallaberry-Pincheira, profesora de la Facultad de Ecología y Recursos Naturales de la Universidad Andrés Bello.
Por ejemplo, es muy común ver a personas alimentando animales silvestres para acercarse. "Esto podría tener consecuencias negativas para los animales, los que pueden sufrir enfermedades gastrointestinales o acostumbrarse al alimento fácil que les entrega el turista en lugar de cumplir su rol en el ecosistema".
Cristián Bonacic concuerda. "Si cada vez, por ejemplo, que un grupo de turistas se acerca a un salar los flamencos deben volar para escaparse, entonces no pueden comer durante todo el día y eso, a la larga, puede hacer declinar su población", dice.
Conservación
No obstante, si las reservas son bien llevadas, los beneficios podrían ser mutuos. En el caso del continente africano, muchas de estas deben interactuar directamente con las comunidades locales -no solamente para evitar la caza furtiva, sino también para permitir, por ejemplo, el acceso de las personas al agua-, por lo que las ganancias del turismo no solo van a las reservas, sino también a los locales, dice Nowak. Y esos beneficios se pueden extender a la conservación.
Por ejemplo, los gorilas de montaña en Virungas, en África oriental. "Además de los ingresos económicos que dejan los turistas para el parque, ellos también están ayudando a la población de animales. De hecho, en los grupos de gorilas que tienen contacto con las visitas, la proporción de individuos jóvenes es más alta que en los que no lo tienen", explica.
Por eso, para la especialista, los safaris tienen un rol que jugar en la sobrevivencia de los animales salvajes en el futuro. "Necesitamos que la gente los reconozca, respete y sepa sobre ellos para que estos perduren para las siguientes generaciones", puntualiza.
Naturaleza en el país
África no es el único lugar que puede tener safaris. Hay muchas otras alternativas igual de espectaculares, y nuestro país es un ejemplo, asegura Cristián Bonacic, académico de la UC. "Chile posee una fauna y paisajes de clase mundial, y son miles los turistas que viajan para observarlos. La gran diversidad de ecosistemas, desde desiertos de montaña con vicuñas y flamencos hasta bosques lluviosos templados con carpintero grande y bandurrias, despiertan mucho interés. "Chile es uno de los hotspots para safaris fotográficos del mundo".
Una gran parte de la conservación in situ -es decir, en ambientes naturales- es la creación y mantención de áreas silvestres protegidas, cuenta Nicole Sallaberry-Pincheira, profesora de la UNAB. En Chile, el 19,2% del territorio tiene esa condición. "Estas áreas son utilizadas para proteger y resguardar la biodiversidad, donde el turismo de intereses especiales es fundamental", explica la docente. "El visitarlas puede resultar para el visitante en un impacto hacia la conservación mucho más fuerte que el que se logra observando un animal en un zoológico y/o acuario".
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