Es raro en Michelle Bachelet esto de callar o su, a veces, peculiar variante: hablar pero sin decir nada, hablar pero como si hubiese sido igual que no hablara...‏

ALFREDO JOCELYN-HOLT,bachelet

Enmudecer



No es raro en Bachelet esto de callar o su, a veces, peculiar variante: hablar pero sin decir nada, hablar pero como si hubiese sido igual que no hablara. Sus declaraciones del otro día siguieron el mismo libreto que le conocemos.
En la campaña del 2005 se decía que era una candidata “escondida”, que “nunca el país había sabido tan poco de alguien que puede ser Presidente”, que era “muy reservada acerca de capítulos enteros de su pasado”. “Opacidad del pasado”, lo llamaba Ascanio Cavallo (todavía hoy hay cuestiones que no se despejan). Javier Ortega y Andrea Insunza, sus biógrafos, insisten en su hermetismo, en la desconfianza -su “sello”-, por efecto de años en la clandestinidad (en ese mundo hablar es delatarse). De ahí que un matutino pusiera la pregunta sobre la mesa: “Michelle Bachelet, ¿quién es realmente usted?”. Si incluso hasta Lagos tuvo que salir diciendo, antes de que asumiera, que ella iba a hablar pero “cuando quiera hablar”, no cuando a los periodistas les diera porque hable.
Se conoce también su discurso de la victimización, al que en más de una ocasión ha recurrido como escudo (el problema no sería ella sino los otros, los que la atacan), y eso que alguna vez dijera “sí, soy dura”; i.e., a veces dura, otras, dando la impresión de ser alguien frágil apelando a la emoción (“para mí, como madre y Presidenta, han sido momentos difíciles y dolorosos”).Su “instinto” tardío tiene mucho también de mudez; nos venimos a enterar de sus corazonadas (sobre el Transantiago por ejemplo) después de un tiempo, cuando ya es algo tarde. Con razón The Economist sentenció en uno de sus artículos: “Bachelet es un enigma”. Héctor Soto suele reiterar el punto: “ella es misteriosa”. Con todo, hay comentaristas que aluden a un supuesto “capital de credibilidad” que la blindaría. ¿Qué será ello? ¿Un fondo o crédito mediático contra el cual se gira hasta que se acabe? No lo mismo que ser veraz, ello lo propiamente ético.
“Yo soy la única que habla por mí”, señaló en otra ocasión. Sin embargo, nunca un gobierno ha tenido tantos voceros como su segunda administración (cuatro a la fecha). Le encuentro razón a Edison Ortiz, el “método Bachelet” es siempre el mismo. Dice nada (“Paso”), o muy poco, recoge sensaciones, mide efectos, y suele desdecirse (más de lo normal entre políticos). Lo suyo es “un carácter cálido en primer abordaje pero en definitiva frío y distante”. Ella es básicamente táctica, no estratégica; además que una sobreviviente. No con una, sino con varias vidas en el cuerpo. Inaudito, pero no muy nítido, tampoco elocuente.
Es que me perdonarán, pero ella es clara hasta por ahí nomás. Habla en eslóganes y frases hechas (“Chile cambió”, “esta Presidenta se la va a jugar por…”, “yo quiero ser muy clara en esto”, “no lo tengo en mi programa”, “gracias Chile”). Dice que quiere enfrentar estos momentos dolorosos con nosotros, “con claridad y decisión”. Lo dice, no lo hace. Si se dejara de amparar en el puro sobajeo emocional con su público quizá podría convencernos.

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