El desfonde..La dimensión pensante, no sólo agonal‏


ALFREDO JOCELYN-HOLT, DIARIO LA TERCERA, SÁBADO 14 DE FEBRERO DE 2015 





Una de las cosas buenas, bienvenidas, de este desplome de que se habla de la derecha es que debiera permitirnos pensarla más allá de sus estereotipos y los lugares comunes con que medio mundo se contenta sin entenderla. Como algo más variado y complejo que sus dos partidos, que sus políticos de siempre -más que desgastados, debiéndose jubilar-, y que ese entramado sórdido de empresarios, gerentes-contadores y cajas pagadoras, por fin al descubierto, con que, últimamente, han confundido la defensa de su sector.
En los últimos cien años la derecha ha sido poderosa operando de muy distintas maneras. Desde la sociedad, desde la tradición y, sí, también desde el parlamento (aunque de bastante mejor nivel en épocas lejanas que ya nadie recuerda). De la mano de un otrora demagogo que una década después se chaqueteara (el “León” Alessandri). En coaliciones de gobierno con centristas alguna vez de izquierdas luego tirados para la derecha (los radicales). Desde medios periodísticos (El Mercurio) y gremios (yunta que va desde los años 50 a los 70). En alianza con una dictadura modernizante, también militar, amén de ferozmente represiva, cuyo alargado capítulo estaría llegando a su fin. Y, por último, vía negociación y consenso durante dos décadas de gobiernos concertacionistas, subcapítulo al que también se le estaría dando el bajo. No sus únicas ramificaciones. Hugo Herrera ha vuelto a valorar su dimensión pensante, no sólo agonal, en La derecha en la crisis del bicentenario (UDP, 2014), que ojalá su público natural se digne a leer.
Es que, efectivamente, no hay un solo patrón de acción, tampoco una única línea doctrinaria que no se pueda transar, ni menos una identificación social en particular que la defina. La derecha existe en Chile (no así en Argentina, México o Perú), si no por otra razón, porque no ha aceptado nunca para sí una sola regla general que diga que ser de derecha es esto y esto no, o como ahora último dedicándose a promover intereses particulares muy concretos de empresas y sus dueños.
La derecha chilena nunca ha dejado de estar dispuesta a abrirse a un pluriclasismo a tono con los tiempos, convirtiéndola en algo más que una expresión oligarca.
Quizá otra de las buenas cosas de este desfonde es que se sepan los riesgos de esta tendencia de algunos de porque tienen plata pueden llegar y hacerse de una universidad o un partido político al igual que de un equipo de fútbol. Esperemos que esta racha “berlusquiana” haya terminado.
Habrá derecha mientras exista necesidad de moderar y frenar, y de eso podemos estar seguros que la seguirá habiendo. La Nueva Mayoría se está perfilando, además de retroexcavadora, de gestora de negocios con aval político en lás más altas esferas. Habrá derecha mientras se insista en posturas igualitaristas queriendo rediseñarlo todo mediante un Estado monopolizador. Ahora bien, cómo se articulará la derecha para enfrentar este desafío dependerá de la sagacidad de sus nuevos líderes. Fallan ellos y reaparecerán los fácticos.

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