Cartas
La izquierda y la igualdad
Axel Kaiser
Diario El Mercurio, Miércoles 07 de enero de 2015
Señor Director:
Quisiera finalizar mi intervención en este interesante intercambio con Agustín Squella dejando también algunas reflexiones.
Ambos coincidimos en el igualitarismo moral, esto es, que todas las personas poseen igual dignidad y por tanto son titulares de los mismos derechos fundamentales. Esta idea, en buena medida un triunfo del individualismo promovido por el liberalismo clásico y cuya mayor expresión política se diera en la Declaración de Independencia de Estados Unidos, es incompatible con la esclavitud y cualquier forma de desigualdad ante la ley, como por lo demás tenía claro el mismo Thomas Jefferson, autor de la famosa declaración. Pero también lo es con proyectos que proponen construir igualdad material desde el poder político, pues ella debe basarse en el uso de coacción sobre personas libres.
De ahí que los norteamericanos, al menos hasta el siglo XX, jamás buscaron crear igualdad material desde el Estado, cuyo tamaño no superó un 8% del PIB hasta poco antes del New Deal de F.D. Roosevelt, programa inspirado en una filosofía opuesta a la de los padres fundadores americanos.
En efecto, a diferencia de Roosevelt y Squella, Jefferson y sus colegas nunca pensaron que la riqueza material fuera condición de libertad, sino que la libertad era la condición para crear riqueza y prosperidad. "El mejor gobierno es el que gobierna menos", dijo Jefferson, reflejando esta idea libertaria. Y es que una cosa es la libertad y otra el poder efectivo de perseguir fines propios. Pero, además, si fuera cierto que la riqueza es condición de libertad, no podría explicarse toda la riqueza que existe hoy en el mundo, ya que esta tuvo que ser creada desde cero, lo cual implicaría que fue creada cuando no había libertad y eso es un imposible histórico y teórico, pues no puede haber creación de algo donde no hay libertad del agente que lo crea.
Lo cierto es que fueron los pobres del pasado los que partieron creando la riqueza que conocemos hoy. Y son los pobres de hoy, en países como China e India, quienes están sacando a sus familias y naciones adelante, superando una pobreza ancestral gracias a espacios de libertad que antes no conocían.
En lo que sí coincido con Squella es en que un país con cierto nivel de ingresos puede garantizar un mínimo bajo el que nadie caiga, el que por supuesto no puede ser tan cómodo como para destruir los incentivos de salir adelante por el propio esfuerzo. Lo que no puede haber, en cambio, es un techo sobre el cual nadie pueda subir, que es lo que propone Piketty. Nuestra preocupación debiera ser que a nadie le falte y no que a nadie le sobre.
Si concordamos en ese mínimo, entonces es más capitalismo, y no menos, lo que necesitamos, pues ha sido ese sistema el que ha llevado a un incremento explosivo en la calidad de vida de las masas. Baste considerar que en los países con mayor libertad económica el ingreso de los más pobres es 1.000% superior al de los países con menor libertad económica.
Si riqueza para todos es lo que queremos entonces, no hay un camino alternativo al de la libertad, el que inevitablemente conducirá a desigualdad relativa.
Axel Kaiser
Quisiera finalizar mi intervención en este interesante intercambio con Agustín Squella dejando también algunas reflexiones.
Ambos coincidimos en el igualitarismo moral, esto es, que todas las personas poseen igual dignidad y por tanto son titulares de los mismos derechos fundamentales. Esta idea, en buena medida un triunfo del individualismo promovido por el liberalismo clásico y cuya mayor expresión política se diera en la Declaración de Independencia de Estados Unidos, es incompatible con la esclavitud y cualquier forma de desigualdad ante la ley, como por lo demás tenía claro el mismo Thomas Jefferson, autor de la famosa declaración. Pero también lo es con proyectos que proponen construir igualdad material desde el poder político, pues ella debe basarse en el uso de coacción sobre personas libres.
De ahí que los norteamericanos, al menos hasta el siglo XX, jamás buscaron crear igualdad material desde el Estado, cuyo tamaño no superó un 8% del PIB hasta poco antes del New Deal de F.D. Roosevelt, programa inspirado en una filosofía opuesta a la de los padres fundadores americanos.
En efecto, a diferencia de Roosevelt y Squella, Jefferson y sus colegas nunca pensaron que la riqueza material fuera condición de libertad, sino que la libertad era la condición para crear riqueza y prosperidad. "El mejor gobierno es el que gobierna menos", dijo Jefferson, reflejando esta idea libertaria. Y es que una cosa es la libertad y otra el poder efectivo de perseguir fines propios. Pero, además, si fuera cierto que la riqueza es condición de libertad, no podría explicarse toda la riqueza que existe hoy en el mundo, ya que esta tuvo que ser creada desde cero, lo cual implicaría que fue creada cuando no había libertad y eso es un imposible histórico y teórico, pues no puede haber creación de algo donde no hay libertad del agente que lo crea.
Lo cierto es que fueron los pobres del pasado los que partieron creando la riqueza que conocemos hoy. Y son los pobres de hoy, en países como China e India, quienes están sacando a sus familias y naciones adelante, superando una pobreza ancestral gracias a espacios de libertad que antes no conocían.
En lo que sí coincido con Squella es en que un país con cierto nivel de ingresos puede garantizar un mínimo bajo el que nadie caiga, el que por supuesto no puede ser tan cómodo como para destruir los incentivos de salir adelante por el propio esfuerzo. Lo que no puede haber, en cambio, es un techo sobre el cual nadie pueda subir, que es lo que propone Piketty. Nuestra preocupación debiera ser que a nadie le falte y no que a nadie le sobre.
Si concordamos en ese mínimo, entonces es más capitalismo, y no menos, lo que necesitamos, pues ha sido ese sistema el que ha llevado a un incremento explosivo en la calidad de vida de las masas. Baste considerar que en los países con mayor libertad económica el ingreso de los más pobres es 1.000% superior al de los países con menor libertad económica.
Si riqueza para todos es lo que queremos entonces, no hay un camino alternativo al de la libertad, el que inevitablemente conducirá a desigualdad relativa.
Axel Kaiser
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