La lógica del yate

ALFREDO JOCELYN-HOLT, Super Yacht Moors in Doha, Qatar



Siempre que hay cuestiones de plata de por medio lo más revelador es en qué se gasta, no cómo se hicieron esas platas o cómo se las multiplicó. Eso es enredado, técnico, intencionalmente poco transparente. No, en cambio, el gasto, y si es conspicuo, menos. Ahí, no sólo no se cuidan, se retratan. Eso es lo sintomático del yate y el alto gasto en financiamiento a políticos, como nos hemos estado enterando.
Lo primero que debiera habernos advertido y se nos pasó fue el por qué del yate -modelo Hatteras Avanti- que, inicialmente, apareció siendo muy lujoso y, luego, los propios involucrados en el affaire fueron bajándole porte (“un pequeño barco… una lancha”). No el único desmentido ni tampoco lo único raro. Los promotores han resultado ser gente nebulosa: chilenos que se promocionan como “latinos” agringados, “aspiring Americans?”, asociados a organizaciones filantrópicas (la Gabriela Mistral Foundation) y de Iglesia, con extensas redes comunicacionales (en su página web insisten en “The Power of Media”). Uno de ellos, ex funcionario de la ITT en Chile a fines de los años 60; otros, vinculados a las administraciones Reagan y Bush padre. Además de Heraldo Muñoz, funcionario ONU.
¿Ciudadanos con honda conciencia social y política o simples lobistas? Tendrían que explicarse mejor. Lo evidente es que lo de las platas es central. Montos menores a los barajados por Penta para estos mismos efectos, pero la misma lógica detrás. Millones que se gastan en gerentes que echan al agua a sus jefes, yates que terminan atracando en Cancillería, “raspados de la olla” a beneficiarios que pillan mintiendo, boletas de cuñadas, almuerzos tan caros que nadie cree cuánto salió la cuenta… Es decir, cero edificante el follón, además que un pésimo negocio para quien paga. Disculpen el cinismo, pero esta cáfila de operadores contagia y uno comienza a pensar el asunto al margen de todo escrúpulo y corrección. Eso lo que envilece.
Porque lo de las platas en sí no sorprende. La política, en tanto negocio, siempre ha sido sucia. Pero, además, ¿mala, fea y barata? Cuarenta personas en ese yate 2×2, debe haber sido terriblemente incómodo.
En una de éstas ni se dieron cuenta. Quienes viajan hoy en avión en “Business Class” reciben un peor servicio que pasajeros de “Clase Turista” de los años 60. Es decir, a más plata no necesariamente mejor valor por esa plata, o para ser más preciso, la plata vale menos, lo que compra es cada vez más malo. En consecuencia, no porque, a diario, frente a nuestras narices, se nos ofrece un feroz despliegue de opulencia, una permanente danza de los millones, eso quiere decir que se nos impresiona. Al contrario, el efecto últimamente es obsceno, pornográfico, “dégoûtant”.
Por tanto, si nos han de escandalizar de verdad, ¿por qué no un poco más de clase? Nos merecemos lo óptimo. ¿Un yate como el de Onassis, con María Callas, Jackie Kennedy y Winston Churchill a bordo? Como para pensarlo. Ese el gancho, quizá hasta yo pagaría mil dólares para Bachelet.

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