Gaudí en Rancagua.¿Con qué planos? ¿Con qué “genio”?...‏

ALFREDO JOCELYN-HOLT, 
gaudí



A propósito de la capilla que se construirá con planos de Gaudí, pienso en la nueva Constitución, otro de esos transplantes no oriundos de aquí.

Van A construir una capilla en base a planos donados por nada menos que Antoni Gaudí, en Rancagua, en la muy noble e ilustrísima villa fundada como Santa Cruz de Triana, nombre que le habría apetecido más al catalán. La historia es bizarra como todo lo del  arquitecto. Los planos, originalmente para un edículo (una capilla para después de terminada La Sagrada Familia en Barcelona, contigua a ella) habrían sido cedidos a un fraile franciscano, Angélico Aranda, en 1922. La historia -que semeja a esos descubrimientos de galeones rescatados de las aguas siglos después, claro que en medio del Valle Central a miles de kilómetros de su lugar de origen-no deja de ser prodigiosa.
Y no menos complicada. Según un conocedor de su obra, Rainer Zerbst, Gaudí no trabajaba sobre el tablero de diseño sino mano a mano con los obreros y artesanos a la manera medieval: “Sus dibujos casi parecen esbozos impresionistas, en ningún caso planos de construcción”.
Por tanto, ¿qué tan “Gaudí” va a ser la capilla proyectada? Salvador Dalí, gran admirador del catalán, también advirtió de las dificultades de “terminar” su obra (se refería a La Sagrada Familia).
No es llegar y seguir el supuesto plan. “El propio Gaudí probablemente la hubiera terminado de una manera completamente opuesta a como él mismo la había previsto… Considero a la Sagrada Familia inacabable, a menos que aparezca un nuevo genio; para ello hay que guardar a la era de Acuario, una nueva revolución cultural, un genio capaz de superponer a la obra de Gaudí un nuevo concepto y un nuevo estilo arquitectónico que hoy no podemos sospechar, como fue el caso de las catedrales que, empezadas románicas, fueron continuadas góticas y terminaron barrocas.
Es traicionar la obra de Gaudí pretender o intentar pretender dar término a la Sagrada Familia de una manera burocrática, racional y sin genio”.
Es más, uno se pregunta: ¿arquitectura gótica en Rancagua? Surrealista, sin duda. Pero quizá lo es también la poesía “garcíalorquiana” de Oscar Castro, distinguido poeta de la región. Ciertamente surrealista es el efecto que produce la Basílica del Voto Nacional de Quito, el templo neogótico más grande de América, como también esos campus universitarios norteamericanos que edificados con “falsos góticos” dan cuenta de la necesidad de un pasado que en este continente no tuvimos aunque nos sintamos deudos. Lo anterior lo dice Allan Bloom de los magníficos edificios de la Universidad de Chicago. Y otro tanto podría plantearse respecto al neoclásico “palladiano” de Thomas Jefferson para la Universidad de Virginia, aunque en ese caso se ha producido una conjunción extraordinaria -muy Era de Acuario- entre un brillante arquitecto y hombre múltiple a la par con la notable tradición que trasplanta.
Pienso, pues, en el problema rancagüino y en lo que nos espera este año en que se supone lo vamos a dedicar a discutir la Constitución, otro de esos trasplantes no oriundos de por aquí. ¿Con qué planos? ¿Con qué “genio”? ¿Con qué Jefferson?

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