El menú en verso libre que ofreció Michelle Bachelet en la Organización de Naciones Unidas‏

Tras presidir el Consejo de Seguridad, la presidenta de Chile
ofreció un almuerzo inspirado en las Odas de Pablo Neruda
por Ariel Lara
Diario Las Últimas Noticias, martes 20 de enero de 2015

Nueva York.

En el cuarto piso del cuartel general de Naciones Unidas,
en una invernal Manhattan, Michelle Bachelet
termina de presidir el Consejo de Seguridad 
e invita a los representantes de los países miembros
a compartir un enjundioso ágape.

Reaparición:  paréntesis antes de tan connotado almuerzo.

Este lunes fue la primera vez que Bachelet
y el canciller Heraldo Muñoz se mostraban en público
luego de estallar la polémica por los recursos
que habrían llegado desde Estados Unidos
para la campaña de la Presidenta,
dineros que el hoy canciller recaudó
a través de la invitación a una «expedición de recaudación»
por la bahía de Manhattan, en septiembre de 2013.

ONU:  Chile es un miembro no permanente
del Consejo de Seguridad y, en su calidad de tal,
preside este mes la instancia, cuyas tareas son
preservar la paz mundial, crear el plan denominado
«Desarrollo inclusivo para el mantenimiento
de la paz y seguridad internacional»
y coordinar las acciones de la ONU
ante un eventual desastre humanitario global,
léase epidemia, hambruna, guerra
e invasión extraterrestre incluida.

En lo doméstico, también le corresponde a nuestro país,
ofrecer un almuerzo al más alto nivel a los funcionarios
aventajados de Naciones Unidas, entre ellos
su secretario general Ban Ki-Moon
y los representantes diplomáticos de los países miembros
del Consejo de Seguridad, entre ellos 
países como China, Gran Bretaña, Nigeria y Chad.

Quince en total, son las naciones representadas,
entre los miembros permanentes y no permanentes.

Panorámica:  lugar del almuerzo:
el Salón Comedor de los Delegados,
que tiene una espectacular vista 
a la parte de la bahía de Manhattan.

Dato curioso: de lunes a viernes
allí se ofrecen almuerzos buffet
por 35 dólares (22 mil pesos chilenos).

El chef Carlo von Muhlenbrok
es el cerebro y las manos
tras el almuerzo a los dignatarios,
contratado por el gobierno chileno
para dar vida al «Menú nerudiano»,
como se lee en la invitación
despachada en inglés y español
para 35 personas, y que el mismo cocinero
presenta en prosa y verso,
parafraseando las «Odas elementales de Pablo Neruda».

Así Carlo cuenta:  «Qué más emocionante
para un chef presentar su cocina al mundo entero».

Neruda:  «Los invito a probar
el maíz en olla ilustre de entrada
(pastel de choclo con pebre de alcachofas),
para luego disfrutar de una anguila gigante  
de nevada carne (caldillo de congrio)
y unas chuletas de cordero con sal que canta
(chuletas de cordero con sal en escamas),
para terminar con un postre de ciruelas y almendras chilenas
acompañadas con frutas del fin del mundo
(turrón de ciruelas y almendras)»,
versa un inspirado Carlo.

Así, en chileno bien castizo,
los funcionarios de la ONU
comieron humitas, 
pebre de alcachofas
y salmón de Chiloé.

Hubo vinito blanco y tinto para maridar;
churrascas, pan amasado y sopaipillas para picotear.

Suave la cosa.

Ricas calorías: sabroso, contundente 
y súper calórico menú del cual Carlo declara:

«Estoy muy orgulloso que esta muestra
tenga la enjundia de nuestro país».

Los comensales lo aplaudieron,
degustaron pisco sour
y una versión chilensis
del tradicional «Manhattan»,
trago que se hizo más conocido
gracias a la serie «Sex & the City»
y que ayer le llevó pisco chileno
en lugar de whisky.

Bajativo:  Bachelet brindó con sour y ofreció unas palabras:

«Como en las odas de Neruda,
que transforman lo ordinario en extraordinario,
este menú convierte productos comunes 
y sabores tradicionales en maravillosos e inspiradores platos».

Mauricio Banchieri, encargado de la oficina de ProChile
en Nueva York, acotó: «Este menú representa lo mejor de Chile
y su oferta exportadora. El congrio fue especialmente traído
desde nuestro país», remata.

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La poesía al microondas
por Rodolfo Gambetti

Exijamos que en reuniones cumbres
el menú diga algo como
«en el mar tormentoso de Chile
vive el rosado congrio, 
gigante anguila de nevada carne».

Pablo Neruda pudo,
y le salió tan bonito.
Y no parece difícil.

Obliguemos a los chefs 
a describir poéticamente las cebollas sofritas, 
el traqueteo de la licuadora haciendo la mazamorra 
y la destreza, casi troyana, del muchacho que filetea pescada.

Claro, evitando rimas, como
«y aquí vieme esta carne fina
que revolqué en suave harina».

Para nada.

Por cierto, con la obligación
de hacerlo en dos idiomas.

Y si «eel» es anguila,
arréglenselas para explicar
en una palabra a los gringos
que nos referimos a nuestro
resbaloso y rico congrio.

Pero ojo: es seguro que el encargado
de la impresora se coma alguna letra
y en vez de «anguila», escriba «águila»,
«angina» o algo peor.

Una pena: no hay salud para exigir a los cocineros
que tengan una tremenda vena poética.

Ni al pesado de Yann Yvin
se le ocurriría pedir que hablaran
de «la pacífica pasta de corazón verde»
o de «la sal que canta acompañada de tomates asados».

¿Qué tienen que ver las técnicas culinarias con la métrica?

El drama es un banquete de cumbre mundial:
para un patache en la Fuente Alemana
encontraríamos en los textos de Pablo de Rokha
material de sobra para hacer un sustancioso menú.

Pero así, de punta en blanco,
no hay quién deje boquiabiertos a los literatos
hablando de unas papas fritas a la mantequilla.

Aunque queden perfectas.

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