El costo del giro a la izquierda


Por Sergio Muñoz Riveros
“No sirve seguir invocando el espíritu justiciero de las reformas cuando estas son desaprobadas por la mayoría”.
¿Cómo se desgastó tan rápido el apoyo a la Presidenta Bachelet? Por la colisión entre su programa y la realidad. Estaban errados los grupos más cercanos a ella al creer que nuestro país debía avanzar por la misma calle por la que venían marchando los estudiantes desde 2011, a los cuales los parlamentarios con vocación populista presentaban como la vanguardia de un cambio de época. Algunos imaginaron que, con una líder de gran arrastre, una coalición más izquierdista y mayoría en el Congreso, había llegado el momento de impulsar una experiencia muy distinta de la de los gobiernos de la Concertación.
Aquellos gobiernos pueden ser criticados por diversas razones, pero encabezaron exitosamente la reconstrucción democrática y no se equivocaron al concebir una estrategia que integrara las políticas pro mercado y pro solidaridad, lo cual exigía una sólida alianza público-privada. Así progresó Chile como nunca antes. Sin embargo, el segundo gobierno de Bachelet escogió una ruta dudosa, y sus resultados provocan inquietud en mucha gente que votó por ella.
No sirve seguir invocando el espíritu justiciero de las reformas cuando estas son desaprobadas por la mayoría de la población, ni decir que las dificultades son inevitables en los procesos de transformación social, lo cual solo convoca a los viejos fantasmas. Está probado que no basta con desear una sociedad más inclusiva, sino que hay que elegir los medios apropiados para conseguirla. Quienes diseñaron la reforma tributaria pensando en mejorar la distribución del ingreso, dieron por sentado que la economía seguiría creciendo aunque se subieran los impuestos, y no fue así. El rechazo de los sectores medios no ha dejado de crecer.
¿Significa que hay que cruzarse de brazos frente a la desigualdad y mantener el statu quo? De ninguna manera. Pero se requiere extraer lecciones de las buenas y malas experiencias de Chile en los últimos 50 años. Las opciones equivocadas pueden fortalecer el conservadurismo.
Para que las cosas no empeoren, la Presidenta tiene que acotar sus metas. Sólo así servirá reestructurar el gabinete. Lo primero es reducir los factores de incertidumbre económica: si crece el desempleo, lo hará también el descontento. En la educación, hay que evitar el cierre de colegios subvencionados y concentrarse en mejorar la educación pública. Es hora de decirles francamente a los chilenos lo que el Gobierno puede y no puede hacer. No habrá nueva Constitución: es mejor reconocerlo de una vez.
¿Qué vendrá después de este gobierno? Nadie lo sabe, por supuesto. La Concertación, con defectos y todo, demostró que las fuerzas de centroizquierda podían gobernar con visión de Estado y sentido de las proporciones. La Nueva Mayoría, en cambio, sólo ha provocado dudas al respecto.

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