Marcar los errores, aunque sean evidentes, no basta para cambiar el rumbo. Mientras el descontento esté en manos de nadie, no asusta. La única manera de captar ese grupo de personas -que hoy son mayoría-, es presentando un camino alternativo de cambios.
ANDRÉS BENÍTEZ,
Mucho se había rumoreado en el último tiempo, en el sentido de que Bachelet quiere moderar su agenda de reformas. Que la baja en su popularidad en las encuestas, el rechazo a sus proyectos, junto a la mala situación que vive la economía, tendrían golpeada a La Moneda. Bueno, nada de ello parece ser cierto. Este jueves, en la Enade, frente a todos los empresarios, la Presidenta dejó claro que su programa no tiene vuelta atrás. Que se llevará adelante con o sin crisis; con o sin el apoyo de cualquiera que piense distinto. “Quiero ser súper clara. Prefiero asumir las inevitables divergencias que crean las reformas, antes que aceptar resignada que se frustren estas oportunidades de desarrollo”, fue su frase más comentada.
Bueno, la Presidenta tiene todo el derecho a defender lo que cree. Ella fue elegida con una amplia mayoría de los votos y siente que tiene una misión clara: cambiar Chile. Cueste lo que cueste; caiga quien caiga. Porque al final, como dijo el ministro Eyzaguirre, ‘la pelota la tenemos nosotros’, frase que recuerda a esos niños picados, que en medio de la pichanga, les deja claro al resto que se juega como él quiere o se acaba el partido”.
Frente a este escenario, quienes creen que Bachelet está equivocada -la derecha, los empresarios, entre otros-, han seguido la estrategia de la confrontación. Marcarle los errores -que son muchos- y las negativas consecuencias que están trayendo para el país. Pero es claro que esas críticas no asustan a la Presidenta. Por el contrario, parecen reforzarla en sus convicciones. Ni siquiera la crisis económica, su caída en popularidad, el rechazo a sus reformas, parece afectarla.
Frente a esto, parece evidente que la derecha tiene que cambiar la estrategia. Marcar los errores, aunque sean evidentes, no basta para cambiar el rumbo. Ahora es urgente presentar un camino alternativo, en educación, en lo laboral, en la reforma constitucional. Si los cambios que se proponen son malos, entonces hay que mostrar cuáles sí serían buenos.Atrincherarse en el statu quo es suicida. De ahí que el #YoMeRebelo que plantea la UDI, cae en el vacío. Lo dijo el mismo senador Larraín: le falta relato, una propuesta que encause el malestar.
Revelarse le ha causado daño al gobierno, qué duda cabe. Pero con todo, las cosas siguen avanzando para el lado que ellos quieren. Es cierto, son menos populares que cuando se instalaron en La Moneda, pero la derecha no ha capitalizado en nada el descontento. Por el contrario, ellos también son mucho menos queridos que hace unos meses. Y nadie puede pretender liderar un rebelión con un 22% de apoyo, que es lo que marca la derecha en las encuestas.
Mientras el descontento esté en manos de nadie, no asusta. La única manera de captar ese grupo de personas -que hoy son mayoría-, es presentando un camino alternativo de cambios”.
Y esa pelota, la de la gente, que es la que importa en democracia, hoy está rebotando sin dueño, no tiene domicilio conocido. Así, no es raro que la Presidenta tenga la cancha libre para seguir jugando como quiera.
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