Borrando a papá
"En Argentina se prohibió la difusión de un documental que habla de los padres divorciados que no pueden ver a sus hijos, debido a una ley que favorece a las madres por sobre todo. Una realidad que, según la cronista, no solo puede perjudicar a los niños..."
Sergio camina por la vereda. Va a buscar a su hijo a la salida de la escuela. Hoy le toca a él llevarse al niño: hay una orden judicial que, tras el divorcio, lo autoriza a estar con su hijo una vez por semana. Pero en esta oportunidad no tiene suerte. Cuando llega a la escuela, ve a su ex mujer -la madre- apurando el paso para llevarse pronto a la criatura. Sergio se acerca.
-Hoy me toca -le dice.
Ella apenas lo mira.
-No -le responde.
-Pero por qué, si hoy me toca -insiste él.
-Porque no quiero -argumenta ella. Tiene al niño tomado de una muñeca. El niño empieza a llorar. "Quiero irme con papá", suplica. La madre lo señala con la nariz y se dirige a Sergio.
-Andate, por favor, mirá cómo se pone el nene -dice.
-Pero tiene que venir conmigo.
-No.
-¿Por qué no, Susana?
-Porque lo digo yo. Y si no te gusta andá, denunciáme, por mí hacé lo que quieras.
La historia sigue y tiene policías, golpes -de la madre hacia su hijo- y diálogos aún peores. Pero lo crispante no es solo eso, sino que el relato surge de un registro documental. La escena de Sergio y Susana fue captada por una cámara oculta que aportó material para "Borrando a Papá", un largometraje acerca de los padres divorciados que no pueden ver a sus hijos por impedimento de sus ex mujeres, quienes cuentan con el aval de un Estado que presupone que toda madre, sin importar las particularidades, tiene la razón y el poder sobre sus hijos.
"Borrando a Papá" fue estrenado a principios de octubre en Argentina y en el acto levantó polémica: varias asociaciones feministas y algunas legisladoras lo denunciaron por dar voz a hombres que mentían -de seis casos, hay dos que no serían lo que parecen- y por ser un trabajo funcional a los "padres golpeadores" en tanto los presentaba como "víctimas". El resultado es que el film, en pocos días, fue retirado de las salas. Y que ahora sólo puede verse en Youtube.
"No pude ver a mi hija por años; me metía en los recreos del colegio para verla. Estuve seis años en la justicia hasta que la madre aflojó el régimen de visita", dice un padre en el documental. "El día que me fui, cuando estaba haciendo el bolso, Claudia agarró el chico, fue hasta la puerta del cuarto y le dijo 'mirálo a tu papá porque no lo vas a ver nunca más'", dice otro. Un tercer padre denuncia que no puede ver a su hija desde hace un año y 21 días. Otro, que puede ver a su hijo solo dos horas los fines de semana en una plaza. Otro, que lo ve cada tres meses. Otro, que lleva cuatro años luchando y actualmente ve diez minutos por semana a su hija. Los testimonios siguen hasta armar un descomunal mosaico de rostros que toman toda la pantalla.
Ese es el logro de "Borrando a Papá". Más allá de los reclamos -que pueden ser lógicos- hacia la hechura del film, hay algo que trasciende la película y se instala como tema y como deuda social: hay demasiados padres impedidos de ver a sus hijos tras el divorcio. Salvo en Chile, donde el año pasado fue aprobada la Ley de tutelaje compartido conocida como "Amor de Papá" -sobre la que hay quejas, porque aún no se implementa como corresponde-, en el resto del mundo el Estado tiene tomada una decisión aparentemente irrevocable frente a los casos de separación. La tenencia compartida de los hijos queda casi siempre a cargo de la madre. Incluso cuando el padre quiere compartir el tutelaje. Incluso cuando la madre da muestras sobradas de no estar en condiciones de cuidar a un niño. En el caso de Sergio y Susana, por ejemplo, tiempo después de la cámara oculta, la madre fue denunciada por pegarle al fruto de su vientre con un palo en la cabeza y provocarle una rotura de cráneo. Pero nada de eso alcanzó. El juez evaluó que "toda criatura está siempre mejor con su madre".
Por este tipo de historias, "Borrando a Papá" es una película compleja. Porque demuestra que la igualdad de género es una entidad en construcción y que, en esa construcción, las leyes no siempre son justas y los lugares comunes no siempre son reales. Y porque nos confronta a las mujeres y al Estado al malentendido del cuerpo: llevar un hijo en el vientre no es un mérito, sino un destino biológico. En consecuencia, transformar el género en un valor social es un discurso tan machista, tan a contramano de los principios de equidad, que debería alarmarnos.
-Hoy me toca -le dice.
Ella apenas lo mira.
-No -le responde.
-Pero por qué, si hoy me toca -insiste él.
-Porque no quiero -argumenta ella. Tiene al niño tomado de una muñeca. El niño empieza a llorar. "Quiero irme con papá", suplica. La madre lo señala con la nariz y se dirige a Sergio.
-Andate, por favor, mirá cómo se pone el nene -dice.
-Pero tiene que venir conmigo.
-No.
-¿Por qué no, Susana?
-Porque lo digo yo. Y si no te gusta andá, denunciáme, por mí hacé lo que quieras.
La historia sigue y tiene policías, golpes -de la madre hacia su hijo- y diálogos aún peores. Pero lo crispante no es solo eso, sino que el relato surge de un registro documental. La escena de Sergio y Susana fue captada por una cámara oculta que aportó material para "Borrando a Papá", un largometraje acerca de los padres divorciados que no pueden ver a sus hijos por impedimento de sus ex mujeres, quienes cuentan con el aval de un Estado que presupone que toda madre, sin importar las particularidades, tiene la razón y el poder sobre sus hijos.
"Borrando a Papá" fue estrenado a principios de octubre en Argentina y en el acto levantó polémica: varias asociaciones feministas y algunas legisladoras lo denunciaron por dar voz a hombres que mentían -de seis casos, hay dos que no serían lo que parecen- y por ser un trabajo funcional a los "padres golpeadores" en tanto los presentaba como "víctimas". El resultado es que el film, en pocos días, fue retirado de las salas. Y que ahora sólo puede verse en Youtube.
"No pude ver a mi hija por años; me metía en los recreos del colegio para verla. Estuve seis años en la justicia hasta que la madre aflojó el régimen de visita", dice un padre en el documental. "El día que me fui, cuando estaba haciendo el bolso, Claudia agarró el chico, fue hasta la puerta del cuarto y le dijo 'mirálo a tu papá porque no lo vas a ver nunca más'", dice otro. Un tercer padre denuncia que no puede ver a su hija desde hace un año y 21 días. Otro, que puede ver a su hijo solo dos horas los fines de semana en una plaza. Otro, que lo ve cada tres meses. Otro, que lleva cuatro años luchando y actualmente ve diez minutos por semana a su hija. Los testimonios siguen hasta armar un descomunal mosaico de rostros que toman toda la pantalla.
Ese es el logro de "Borrando a Papá". Más allá de los reclamos -que pueden ser lógicos- hacia la hechura del film, hay algo que trasciende la película y se instala como tema y como deuda social: hay demasiados padres impedidos de ver a sus hijos tras el divorcio. Salvo en Chile, donde el año pasado fue aprobada la Ley de tutelaje compartido conocida como "Amor de Papá" -sobre la que hay quejas, porque aún no se implementa como corresponde-, en el resto del mundo el Estado tiene tomada una decisión aparentemente irrevocable frente a los casos de separación. La tenencia compartida de los hijos queda casi siempre a cargo de la madre. Incluso cuando el padre quiere compartir el tutelaje. Incluso cuando la madre da muestras sobradas de no estar en condiciones de cuidar a un niño. En el caso de Sergio y Susana, por ejemplo, tiempo después de la cámara oculta, la madre fue denunciada por pegarle al fruto de su vientre con un palo en la cabeza y provocarle una rotura de cráneo. Pero nada de eso alcanzó. El juez evaluó que "toda criatura está siempre mejor con su madre".
Por este tipo de historias, "Borrando a Papá" es una película compleja. Porque demuestra que la igualdad de género es una entidad en construcción y que, en esa construcción, las leyes no siempre son justas y los lugares comunes no siempre son reales. Y porque nos confronta a las mujeres y al Estado al malentendido del cuerpo: llevar un hijo en el vientre no es un mérito, sino un destino biológico. En consecuencia, transformar el género en un valor social es un discurso tan machista, tan a contramano de los principios de equidad, que debería alarmarnos.
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