Siguiendo con los ojos vendados, por la ruta de la lengua, el camino a casa...‏

Quinta Columna
Wantok
Beltrán Mena
[Diario El Mercurio, Artes & Letras, Domingo 21 de agosto de 2005]


En Nueva Guinea llaman wantok a la patria,
significa "una lengua" y lo tomaron del inglés: "one talk".
No importa lo demás: la patria es la lengua.

Así como un ciego de olfato aguzado
puede recorrer con precisión el camino de regreso a casa,
dejándose guiar de jardín en jardín por un rastro de perfumes,
así creo que llegado el momento podríamos regresar a casa
desde cualquier país, con los ojos vendados,
simplemente aguzando el oído
y buscando la lengua que nunca olvidaremos.

Cuando añoramos nuestra lengua,
no es el castellano lo que echamos de menos,
sino algo más sutil que el castellano: el castellano nuestro.

Sí. Con los ojos vendados encontraríamos el camino,
desde Rusia a Madrid, siguiendo la ruta de la lengua.

Desde allí seguiríamos el rastro,
buscando los tonos que no se usan en Madrid,
huyendo de ciertos sonidos duros
y buscando canciones más acogedoras, ciertas frases.

Prestando atención, cruzaríamos sin dudar el Atlántico,
tras nombres de frutas y peces que sólo existen en América.

Siguiendo una entonación, una grosería, una inflexión,
llegaríamos tarde o temprano a nuestra mismísima ciudad.

Seríamos capaces de encontrar
nuestro barrio sin quitarnos la venda,
porque no se habla igual en todos los barrios.

Y escuchando con más atención,
volveríamos a nuestra propia casa,
atraídos ahora por la voz,
la canción única e inconfundible de nuestra madre
y sus palabras únicas e inconfundibles.

La abrazaríamos con nuestro rostro vendado
y escucharíamos, más allá de sus palabras,
las palabras de su propio corazón
desbocado, animal, primitivo y sin palabras.

Y a través de su corazón,
recordaríamos el primer sonido que escuchamos
y que tuvo algún significado: el lub-dub lub-dub, l
la palabra que llenaba el útero oscuro
y que significaba: TODO.

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