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Sentado frente al fuego


por Antonio Martínez
Diario El Mercurio, Domingo 19 de octubre de 2014

"Como es un clásico, un molde para recordar y un ejemplo a imitar, caben las grandes palabras y el tren de recuerdos, las estadísticas y una larga historia previa..."


No hay nada mejor que no ser de ningún equipo.

Más bien de ninguno de los que se enfrentan en el coloso del Monumental, sobre el gramado verde y en un domingo de primavera que no será un día cualquiera.

Como es un clásico, un molde para recordar y un ejemplo a imitar, caben las grandes palabras y el tren de recuerdos, las estadísticas y una larga historia previa.

Pero no hay como la tranquilidad para ver uno de estos partidos.

Ver el fútbol puro y en paz.

Indiferente, relajado y con espíritu cívico.

En otras palabras: que gane el más o mejor. O no.

Ni de uno ni de otro.

Ni del equipo que quiere ser Chile y tampoco del que tiene por símbolo una vocal cerrada y posterior.

Ni indio ni chuncho.

Ni del que ha sabido ser campeón ni del romántico viajero.

Así que a mí plin, que yo duermo en pikolín, decía una publicidad española de colchones, porque acostado tan cómodamente, tranquilo y relajado, así es como se concilia el sueño y se ve uno de esos clásicos candentes, fogosos y jugosos.

Gol de Colo Colo a los diez minutos de juego, centro de la derecha y cabezazo de ya sabes quién y el Old Paredes, conserva su etiqueta negra de goleador; y ya camina hacia dentro del arco, Johnny Herrera, camina no más, inclínate y saca la pelota incrustada en la malla.

Todo puede ser.

Gol de Universidad de Chile nada más empezar el clásico, centro rasante de ya sabes quién y el Gustavito de los goles hizo lo que mejor sabe hacer, y el paragua todavía no sabe con qué le pego y por eso se queda en el suelo, pensando que pudo hacer algo más que revolcarse.

Es posible.

Sentados frente al fuego los que somos de otro equipo, por favor, esto es literal y que se entienda bien.

Estamos de espectadores, no tenemos vela y por eso podemos cambiar de opinión a medida que transcurra el clásico.

A veces por la U, porque se lo merece y porque están jugando bien; y a veces por el Colo, porque hizo méritos y se ven mejor.

En 90 minutos, más bien en 95, porque eso es lo que duran los partidos en Chile, pasan tantas cosas.

¿Qué pasó Corujo: no lo viste venir?

Vilches, atento, no la salgas jugando, por favor.

Rubio se enoja y ve la tarjeta.

Vecchio, escucha.

Pepe Rojas, cuidado, la pelota da un mal bote.

Pavez lo mismo, tarjeta también.

Martínez, escucha.

No hay problema.

Es un clásico.

Suenan las campanillas, cae la adrenalina y vienen los nervios. No quieren ver, entonces tápense los ojos. Pellízquense y se agarran la cabeza y se tiran las mechas. Adelante, por favor. Están en su casa y es su clásico. Sufran no más.

Nosotros somos de otro equipo, francamente hablando. 

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