Cat Stevens (O Yusuf): una tranquila expresividad, junto a una banda sin artificios, utilizando los recuerdos en función del presente...‏

MARCELO CONTRERAS,cat stevens

Cerrando el círculo


El viaje de Cat Stevens (66), o Yusuf tras su conversión al islam, de cantante pop en los 60, superestrella soft rock en los 70, el cuarto de siglo mutis, y el retorno triunfal de los últimos años, ingresa a la fase de la memoria, el recuerdo y la raíz.Para la gran mayoría de los músicos británicos contemporáneos a Yusuf, la monumental generación de Los Beatles, esos cimientos se remontan al blues. El título Tell ‘em I’m gone es original de Leadbelly, uno de los próceres paradigmáticos del estilo (figura redescubierta por Nirvana en el unplugged), aunque también se interpreta como un guiño a su retiro de 1978. Así, el álbum oscila entre igual número de versiones y temas propios; una decena de canciones barnizadas con la sonoridad espesa y honesta del sur profundo estadounidense.
Yusuf comparte la producción con Rick Rubin, quien nuevamente se da el gusto de grabar y sacar trote a una gloria musical sexagenaria, como antes lo hizo con Johnny Cash y Neil Diamond. Aunque el álbum se registró entre Dubai (donde reside el cantante), Los Angeles, Bruselas y Londres, su impronta es ascética y uniforme. Artista y productor labran una musicalidad consistente, sostenida entre la voz muy bien conservada del inglés (lo recordarán quienes asistieron a sus conciertos de 2013 en Santiago), cuya máxima cualidad es rubricar una tranquila expresividad, junto a una banda sin artificios. Dominan los juegos de guitarras directas al amplificador y separadas por canales, a la usanza de los primeros discos en estéreo.
Ese detalle luce, por ejemplo, en You are my sunshine, original de Ray Charles, una sencilla declaración de amor de tonalidad alegre, a pesar de su condición blusera. Los repasos biográficos destacan en Editing floor blues, donde Cat Stevens se las canta a la prensa, tras varios encontronazos por su condición islámica, y en la suave Cat and the dog trap. Hay una gran lectura de Big boss man de Luther Dixon, de exquisita cadencia, y un repaso más taciturno de la emotiva Dying to live, de Edgar Winter.
Aunque el álbum indaga en el pasado y desempolva viejas canciones, el ejercicio completo de Tell ‘em I’m gone retrata a un artista contemporáneo y vivaz, que utiliza los recuerdos en función del presente, sin añoranzas lacrimógenas”.
Cat Stevens corona perfecto este año, en que su nombre fue inscrito en el Salón de la Fama del Rock and Roll, confirmando su vigencia con sobriedad y elegancia.

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