Nicanor Parra: "Hamlet era un pornogalán"
Fueron dos horas de conversación distendida con el poeta en su casa en Las Cruces, en las que deambuló por los temas que lo inquietaban a dos días de cumplir un siglo de vida.
por: Felipe Edwards del Río Diario la segunda
viernes, 05 de septiembre de 2014
Foto PIN CAMPAÑA
A dos días de cumplir 100 años, Nicanor Parra aceptó recibir tres visitantes de Santiago: dos amigos suyos -uno de ellos, Matías Rivas, director de Publicaciones de la casa editorial de la Universidad Diego Portales- y un periodista de La Segunda. Llegamos sin temas ni agendas preparadas, sólo el placer de conversar sin rumbo definido.
Frente a la casa de la calle Lincoln de Las Cruces, está estacionado un Volkswagen Escarabajo de los originales, que muestra señas de sus años en el aire marino. Los tablones blancos sobre un muro bajo de piedra están cubiertos por decenas de dibujos de niños de un colegio cercano, obsequios que flamean en el leve viento del mediodía.
Rosita Avendaño, la mujer que lo cuida de invasores inesperados, abre la puerta de la cómoda casa de dos pisos. Nos lleva hacia el living, donde el poeta nos recibe desde un sofá con vista a la playa de Las Cruces y una mesa de centro con una decena de libros y un cuaderno de páginas sin renglones con sus últimos escritos.
Ante los saludos y expresiones de gratitud por su invitación de quien ya conoce como un angloparlante, Parra contesta en ese idioma que él goza: All the pleasure is mine . Por favor, make yourself at home .
Muchos han comentado sobre lo excepcional que es su memoria, y esta tarde lo demuestra con su capacidad de reproducir con perfecta exactitud no sólo diálogos de Shakespeare, sino canciones populares de la Primera Guerra Mundial.
Hablar inglés lo lleva a preguntar por lo que llama la payasada de Inglaterra. ¿Qué hacemos con las islas británicas?, pregunta. Un poco perplejo, le digo que ahí están por separarse, que Escocia está considerando independencia.
Parra mira al cielo y se concentra. ¿Cómo es?, pregunta, y antes de preguntarle cómo es qué, encuentra la referencia que buscaba y empieza a cantar . It´s a long way to Tipperary, it's a long way to go. It's a long way to Tipperary, to the sweetest girl I know!
Ante expresiones de aprecio, no se detiene. Goodbye to Piccadilly, goodbye Leicester Square. It's a long, long way to Tipperary, but my heart's right there . El tema de siempre, dice. El tema del amor no correspondido.
Pregunta por El Mercurio y le explico que está muy bien y que por los últimos años he trabajado en La Segunda. Después te van a tirar para esto, dice. Este es un diario propiamente tal", e indica hacia un ejemplar de El Líder de San Antonio en la mesa.
Buenas noticias y mala publicidad
El tema de los diarios lo gira en dirección a las noticias. ¿Cómo decían en esa época?, pregunta . Good news. Even bad news is good news . Eso decían, le sugiero, y también There's no such thing as bad publicity .
Eso es lo que andaba buscando, dice. Pero su mente ya nos sobrepasa. La publicidad, indica, es un fenómeno. Que sin esos artefactos habríamos desaparecido hace 30 años. De ahí sacaba fuerzas, dice, para hacer algunos chistecitos, parecidos pero muy inferiores al de que no existe la mala publicidad.
Pero el número uno es éste, dice. Se concentra, y luego declara: Stop walking, your future is behind you (Pare de caminar, su futuro está detrás de usted). Entonces tú mirabas para atrás, dice, y tenían razón. Lo que se veía, ¡Bank of America! ¡Ayaiyai!
Las observaciones de Parra están salpicadas con esas expresiones de asombro, que parecen ser genuinas e histriónicas a la vez. Conversación como teatro.
Ante la idea de los comerciales y estar perseguido por bancos, Parra observa que los poetas y los literatos quedaron muy atrás. Se quedaron con la luna y las estrellas, dice, no pasa nada en la poesía lírica, ni siquiera con el romanticismo y tampoco con el surrealismo.
Matías Rivas le propone que son lo mismo, igual de líricos.
Liricoides, exclama Parra. ¡Chuuupalla! Recuerda que en una época hizo el verso "'Aló. ¿Con la Casa de la Cultura?', 'Sí, conchaetumadre'". Nos reímos todos. Pese a la familiaridad de este "chistecito", en el contexto de una reacción a la poesía lírica o surrealista parece nueva.
Hablamos de la exposición Parra 100, en el GAM. Matías cuenta que su hijo de 10 años se hizo el chistosito en el colegio. Hizo una declamación sobre quién es Nicanor Parra, y luego recitó ese artefacto. Sus compañeros quedaron felices, pero no su profesor.
Ese profesor es anticuado, declara Parra. Es del siglo pasado.
El centenario
El tema de su centenario parece no impresionarlo directamente. Lo observa como un espectáculo que le ocurriera a otra persona. A un lado del ventanal que da a la playa cuelga un afiche de la Segunda Feria Literaria de Las Cruces, como un evento cultural al cual él hubiera asistido.
Eso se hizo allá abajo, dice, indicando la playa. Lo que quedó de todo eso fue una medalla, que dicen que es de oro. Habría que ver, ¿ah? Hay que morderla, pues. Hay que echarle jugo de limón. Así lo hacían antes, con jugo de limón.
Le sugiero que tal vez habría que practicarle un poco de alquimia, para convertirla en oro si no lo es.
Alquimia, responde, y rápidamente agrega: alquimistas del mundo unidos, ¡antes que sea demasiado tarde! Eso lo tengo yo, dice, con distintos sujetos. No se puede perder, anuncia, y lo escribe en el cuaderno frente a él. Alquimistas del mundo unidos, antes que sea demasiado tarde, lee, y rápidamente agrega: dijo el otro.
Esto no lo digo yo, aclara. El otro dijo "el otro". Explica que la frase viene de un alcalde que pensaba que lo iba dejar callado. Vino a felicitarlo por algún premio, y Parra le respondió que muchas gracias y que peor es mascar lauchas. El alcalde, mirando para el lado, salió con el "dijo el otro". Agrega que los huasos contestan así, que dejan al otro en su lugar, pero sin ofenderlo. To be or not to be. That is the question , dijo el otro.
Frases hechas
La conversación se enfoca en las frases hechas. ¡Qué maravilla!, sentencia Parra, y comenta que antes los críticos enseñaban que había que rehuir de todas las frases hechas.
Relata como después de esa sentencia, él se empezó a batir con frases hechas y nos dimos cuenta de que "era mejor negocio". La cabrería chica aplaude, dijo, pero los viejos, no.
Reconoce que sus frases hechas tenían una vuelta, y agrega que antes llamaban a eso "una vuelta de tuerca". Esa es otra gran frase hecha, sentencia.
Rivas le pregunta si los endecasílabos que él emplea son similares al verso blanco de Shakespeare. Depende del profesor con quien uno esté hablando, dice. Muchas de las frases hechas están en endecasílabos, pero otras, las de abajo, eran de ocho sílabas. Abajo, mester de juglaría, ocho; arriba, mester de clerecía, catorce sílabas.
Y entre los dos extremos, dice, la clase media usaba once sílabas. La comunicación en la feria era de once sílabas. La jerga hablada chilena también era de once sílabas.
Cuenta las sílabas en unas frases; sentencia que aquí llegamos al problema de los problemas: no se trata de las sílabas, lo que verdaderamente cuenta son los acentos.
El "dijo el otro" no se cuenta entre las sílabas. Ahí es al lote, y se dice con la lengua afuera. Es un apostillador. Ese es un jig-maker, dice, refiriéndose al tercer acto de "Hamlet", cuando Ofelia le dice a Hamlet que él está de buen humor. Hamlet le responde que Dios es el mejor humorista (jig-maker) de todos. Qué más se puede hacer, le pregunta Hamlet, si su madre se ve tan alegre tan poco tiempo después de la muerte de su padre.
Regalos privados, libros públicos
Le presento un regalo envuelto en papel con una pintura veneciana, y proclama que se ve bien eso, muy, muy lindo. Después lo abrimos, dice. Eso no se abre en público.
También le entrego dos libros del físico Richard Feynman. Parra lee las reseñas reproducidas en la carátula de libro: Funny , brilliant , bawdy , dice The New Yorker. ¡No se puede pedir más!, dice Parra. Le explico que el libro relata incidentes de su vida que Feynman había relatado a sus amigos. ¿Está vivo?, pregunta. Al saber que no, señala que mueren también estos inmortales. A veces, algunos, le responde Matías Rivas. Dijo el otro, agrega Parra.
Mira a la imagen de Feynman de unos 50 años en la carátula del libro, y proclama que creía que la foto era de él mismo. No son disímiles. Se encuentra parecido a Feynman en la manera de vestir, en el peinado. Ahora somos todos iguales, dice con algo de decepción.
Todos querían ser galanes de cine
En la portada del libro "Parra a la vista", editado por su nieto Cristóbal Ugarte (el Tololo), la imagen de Parra poco pasado de los 50 años podría confundirse con la del actor Rex Harrison en la misma época.
Esa era la idea, dice Parra. Había que parecerse a un galán de cine. Y con nombre y apellido tenía que ser. A Rodolfo Valentino o a Clark Gable. Eran dos o tres nombre no más, dice, y los demás basura.
Rivas observa que ahora los actores tratan de vestirse como pobres. No hay artistas de cine, agrega Parra. Ahora hay empresarios, no más. O emprendedores.
To think or not to think...
El segundo libro que Parra examina contiene el texto de clases que Feynman dictaba a alumnos de primer año de Física de la Universidad Técnica de California en los años 60. Eso era anterior a la mecánica cuántica, observa Parra. Anterior a la teoría de las cuerdas, al efecto mariposa (teoría donde un cambio mínimo puede tener efectos enormes dentro de un sistema complejo, como el movimiento del ala de una mariposa podría eventualmente producir un huracán). Con el butterfly effect , opina Parra, pasaron a pérdida Einstein y Cía Ltda.
Yo recuerdo, dice, que en las universidades norteamericanas primero suprimieron la filosofía y la historia literaria. Basura. Antes era obligatorio, y después cambió. Suprimieron las matemáticas y la física teórica, como basura. Es que ya se estaban pasando de analógicos a digitales, eso era lo que estaba ocurriendo, explica.
Según Parra, ahora todo lo que cuenta es usar iPads y pantallas. Son los dedos los que mandan. No la mente. No hay para qué pensar. Dios saaanto, se queja.
Le pregunto si no hay para qué pensar porque está todo en las pantallas.
En el archivo pues, responde. En el archivo colectivo, al que tienen acceso todos. No deja de ser un señor principio.
Le propongo que el tener acceso a información no es lo mismo que pensar o leer o agregar al archivo.
Parra no cede. Es que no hay para qué volver a pensar eso si ya está pensado. Ahí está la respuesta, dice. No hay para qué volver a pensar la ecuación E=mc {+2} . Está todo aquí.
¿Y cómo se piensa entonces?, le pregunto.
That is the question. That is the problem , dice con un tono pensativo . To think or not to think, that is the question . La cabrería chica no piensa, ¿ah?
Rivas le cuenta de jóvenes que salen de edificios con sus laptops a las calles y se instalan donde hay señales gratis de internet. Ahí, con sus aparatos electrónicos se comunican con personas en cualquier otra parte del mundo, pero no conversan entre ellos. Hay que llorar, no más, en homenaje a nuestro pasado remoto, sentencia Parra.
Los chistositos
Parra examina la portada del libro "Surely, you're joking, Mr. Feynman? Adventures of a Curious Character". El norteamericano, Premio Nobel de Física en 1963, se destacó por su excentricidad y gran sentido de humor.
En ese tiempo, recuerda Parra, muchos intelectuales se presentaban como jig-makers. Ante la pregunta "Ahora, ¿qué?", respondían jig-making. Es decir, chistosear.
La palabra es de origen isabelino y no se entiende en el inglés contemporáneo. Pero Parra la emplea con la familiaridad de, por qué no decirlo, cualquier frase hecha.
Sin tener su desenvoltura con los textos de Shakespeare, le pregunto si no quiere decir joke-making.
Como un profesor paciente me pregunta: ¿Te ubicas con el diálogo? Escucha. Y procede a reproducir línea por línea la escena de Hamlet y Ofelia de la segunda escena del tercer acto.
Horas más tarde en Santiago, y con archivos electrónicos a mano, me daré cuenta de que ha recitado el intercambio entre ambos personajes sin equivocarse en una sola palabra.
En Las Cruces me explica que primero habla Hamlet: Lady, shall I lie in your lap? Ofelia, dice Parra, está en ese momento con las piernas abiertas, y en una época en que las mujeres no andaban con pantalones.
Cuando Ofelia escucha esta pregunta, dice Parra, ella responde No, my lord , y junta las piernas. Hamlet -que era un "pornogalán", según Parra-, vuelve al ataque, y le dice I mean my head upon your lap? Eso sí, le contesta, Ay, my lord . Él vuelve al ataque. You thought I meant country matters? Parra queda impactado por la línea: Ay ay ayyyy. Oooohh. Explica que country se pronuncia de dos maneras, con count o con cunt . Entonces ella escucha eso, dice I think nothing, my lord , y vuelve a juntar las piernas. El desgraciado, dice Parra, vuelve al ataque, y dice That's a fair thought to lie between maids' legs .
Explica que todo esto es jig-making. What is, my lord? , responde ella, que se hace la que no entiende...
Porque no puede mostrar que entiende esas palabras y ser dama al mismo tiempo, le pregunto.
Claro, responde. You are merry, my lord . Ahora Ofelia se da vuelta 180 grados. Ella toma la iniciativa. Usted amaneció chistosito le estaría diciendo. Y él contesta, muy confundido y aproblemado, Who, I? Ella le responde Ay, my lord .
Y es ahí donde Hamlet le responde Oh, God, your only jig-maker. What should a man do but be merry.
Ahhh, concluye Parra. ¿Qué otra cosa se puede hacer aquí si no es un buen chiste?. Ay ay ayyyyy. Espantoso, dice. Horrendo. Se repite la pregunta 400 años después: "Entonces, ¿qué?".
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