Recordando los días felices y el factor anímico que hizo de una anécdota un género entrañable (válido para los sixties, mucho más que musicalizar una bonanza)‏

MAURICIO JÜRGUENSEN, DIARIO LA TERCERA, DOMINGO 17 DE AGOSTO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/08/17/MAURICIO-JURGENSEN/LOS-DIAS-FELICES/Oasis

Los días felices


Fue la música del milagro económico y del fin del apagón cultural. Del libre acceso, la medida de lo posible (que a esa altura ya era bien posible) y el individualismo desatado. A diferencia del revisitado catálogo de los 80, que fue escondite y catarsis frente al agobio de la dictadura, acá en Chile, y la amenaza de la Guerra Fría,en el resto del planeta, el repertorio de la década siguiente no tuvo el mismo telón comunitario de fondo.
Las canciones de los 90 no respondieron al caos. Más bien, cubrieron necesidades y en esa lógica de oferta ampliada y tribus diversas, el britpop sacó ventaja porque supo musicalizar la bonanza. En las antípodas del ánimo generacional, el grunge no ha envejecido tan bien porque encarnó lo opuesto. El desencanto que reinaba en cierta generación estadounidense, pero no en el Chile que recién llegaba a la fiesta y con plata en el bolsillo.
Quizás eso explica por qué el repertorio de Blur, Oasis, Suede y Pulp, y también de The Verve, Elastica, Sleeper y Supergrass, tiene tal vigencia. Una actualidad alimentada por la nostalgia, pero que sigue siendo buena excusa para organizar fiestas y convenciones para celebrar un estilo que también complementó la oferta con sugerencias de moda y la valorización de la ética de la clase media y la gente común. No por nada en Inglaterra dicen que no hubo mejor repertorio que éste para ilustrar la ilusión de la Cool Britannia y el “chasconeo” de Tony Blair, las Spice Girls y el britpop.
Musicalmente, también hay huella visible y quizás ése es el verdadero triunfo de este movimiento. Algunas de las bandas más relevantes nacidas en la isla, como Radiohead, Coldplay, Placebo y Travis, deben su influjo inicial al género que cumple 20 años y que también tuvo réplica local en gente como Canal Magdalena, Phono y Ciudad Satélite. Hoy, la bonanza está en duda y las tribus son casi incontables. Pero el viejo sonido de la isla todavía sirve para iluminar la noche. Para recordar los días felices y el factor anímico que hizo de una anécdota un género entrañable.

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