La ilusión de la mayoría silenciosa...‏

FERNANDO VILLEGAS, DIARIO LA TERCERA, DOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/08/24/FERNANDO-VILLEGAS/MAYORIA-SILENCIOSA/Marcha

“Mayoría Silenciosa”


En un reciente programa de Tolerancia Cero el ex ministro, ex candidato, ex profesor de una universidad norteamericana y actual y vigente ganador del Oscar al segundo mejor rating de la encuesta CEP,Andrés Velasco -sería desdoroso e injusto hablar de “actor de reparto”- afirmó que los usuarios de retroexcavadoras y otra maquinaria pesada estaban de retirada porque la mayoría del país les ha dado la espalda y no hay agua en esa piscina. Palabras más o menos, es lo que dijo. Muchos otros también se obstinan en afirmarlo en voz alta como un niño despavorido silbando en el tenebroso bosque. El país, dicen, estaría rechazando las posturas de algunas fracciones delirantes de la NM y dándole apoyo a las más razonables, a la versión algo más vociferante de la Concertación de siempre, aunque ahora maquillada con cierto puchero progresista modelo 1960, adobada con malas ideas tributarias, con otras muy oscuras referentes a la educación, con abundancia de señoras ministeriales, camaradas en la sesentena y algo quebrados recibiendo puestos en la administración pública, unos cuantos espasmos de socialismo y/o populismo y la tradicional jerga de toda la vida, la de meterle la mano en el bolsillo a los ricos, la de torcerle la nariz a los momios, la de la equidad y la igualdad, la de la explotación y los fachos. Y como fresa coronando la torta, la novedad del año, el clamoroso “No al Lucro”.
Silencio Inerte
“A los sectores más extremos”, insisten quienes intentan hacer desaparecer con pases mágicos las cosas desagradables, “la mayoría le está dando la espalda”. Lo ratificarían las encuestas e incluso se comprobaría en la calle, normalmente de propiedad de los combatientes y comandantes. Puede ser. Bien podría ocurrir que los épicos vientos históricos expelidos por los escolares ya no emocionen tanto. Posiblemente las “movilizaciones” hoy no tienen otro efecto que dejar inmóviles a filas de autos y buses con gente hasta la coronilla. Tal vez la ciudadanía ni entiende ni apoya que hospitales paralicen porque a media docena de dirigentes y sus seguidores no les gusta cómo se erigen. Y es cuando esto ocurre que sale a relucir, una vez más, la consabida afirmación de haber una “mayoría silenciosa” en desacuerdo con lo que ocurre y, POR TANTO, dejaría muy pronto de ocurrir.
Este es un error, un clásico de los errores, cansada reposición o reestreno de la misma equivocación. Reaparece una y otra vez y sobre el mismo fundamento, a saber, cierta muy superficial idea o más bien imagen acerca de qué es una mayoría y una encantadora ingenuidad de cómo operan las decisiones. Para ir al grano, esa “mayoría silenciosa” no es sólo silente, sino también inerte. Seamos realistas; no hay mucho de acción en levantar el teléfono y responder una encuesta o sentarse frente a una pantalla a rezongar; tampoco hay elecciones semanales que permitan a esa mayoría expresar su voluntad. De ahí que, siendo casi inaudible e invisible, es menos protagonista que espectador, menos gestor que receptor, pasivo objeto de plasticina manoseado y usado por dirigentes políticos y asambleístas profesionales. Cada grupo organizado que desea legitimar su postura y sus actos dice representarla y expresarla, impune abuso de confianza hecho posible por el simple hecho de que rara vez tiene oportunidad de hacerse presente en y por sí misma. Por eso, en estricto sentido, no tiene gran eficacia. No diciendo ni haciendo nada, se la hace decir lo que algunos quieren oír que desea hacer. Esto lo refleja clara y hasta cínicamente el lenguaje de todos los días, ese de que el pueblo dio su veredicto en una encuesta o “la calle”, o tal vez la elección de hace seis meses entregó el suyo. En ambos casos tenemos un veredicto de cómo debiera ser dicho veredicto, dicho pensamiento, dicha “opinión pública”.
Minorías Mayoritarias
En realidad ni las revoluciones ni las contrarrevoluciones, ni la guerra ni la paz, ni los emprendimientos o la falta de estos son de autoría de las masas, sean silenciosas o ruidosas. Una marcha que congrega mucha gente crea sólo una ilusión de poder, más tarde debidamente instrumentalizada. De hecho se habla de la voz de la masa o de la calle cuando se requiere dicha presuntuosa habladuría en subsidio de su auténtica existencia, cuando el choclo ya se desgranó, cuando la gente se aburrió, se decepcionó, se retiró o fue echada a un lado por los activistas. No importa cuán ecuménico parezca en un comienzo un movimiento, muy pronto las decisiones las tomarán grupos suficientemente pequeños como para estar organizados alrededor de una idea suficientemente clara o que lo parezca. Frente a esto, ¿que es la mayoría sino apenas un artefacto estadístico, innumerable suma de individuos aislados con las más diversas ideas e intereses, entidad incoherente y desorganizada sin otra manifestación que la corporal cuando, de vez en cuando, es convocada para aplaudir lo ya decidido?
¿Y quiénes son esas minorías? Son las elites del poder económico, político, comunicacional y militar; son quienes tienen acceso al dinero, a las instituciones, a la ley, a las armas o al menos a las mesas de las asambleas; son los que decretan, proponen, determinan, promulgan y ejecutan. Silenciosas, entonces, son siempre y por naturaleza las mayorías. Silenciosas e inertes.
Ejemplos
Si con santa indignación se rehúsa aceptar lo anteriormente dicho, le suplico, estimado lector, tenga a bien estudiar -en serio- la historia reciente de nuestro país. Después de hacerlo, ¿cree todavía que las iniciativas de Allende fueron de pura y auténtica voluntad “del pueblo”? ¿Cree que el golpe del 73 fue resultado de la “voz de las mayorías”? ¿Era la ciudadanía en bloque quien escribía los editoriales carcomiendo día a día la autoridad y credibilidad de la Upé? ¿Fue la masa la que se juntó en secretas reuniones para planear el 11 de septiembre? ¿La mayoría silenciosa le dio el “visto bueno” al atentado contra Pinochet?
Ciertamente la masa, silenciosa o no, crea estados de ánimo. A veces, sólo a veces, dicho ánimo es casi unánime o muy mayoritario y empuja fuertemente hacia cierta clase de decisiones, pero normalmente es, por necesidad, muy incoherente, una suma de visiones y sentimientos distintos y hasta opuestos. Eso, a lo más, puede crear un “clima” que favorezca o entorpezca las decisiones, pero estas se toman en otra parte. ¿Cómo podría hacerlo una masa? ¿A base de qué principio unitario, sistemático y coherente?¿Organizada de qué manera? Si se organiza, en ese mismo momento deja de ser masa para constituirse en organismo, en máquina funcionando de acuerdo a reglas, en un colectivo particular con un propósito particular donde los individuos que la constituyen se convierten en militantes o funcionarios.
G*t2/2…
En resumen, ingenuo es creer que los posible derroteros en los que pudiera entrar el país han sido o serán cerrados por “la mayoría silenciosa”, suponiendo, además, que exista dicha mayoría. Más poder de verdad tiene el voto en el Congreso de UN congresista que cien mil vecinos a disgusto con sus ideas. Más poder tiene UNA autoridad capaz de dar órdenes y hacerlas ejecutar por una máquina institucional y administrativa que el malestar de la mayoría que contesta las encuestas. No es con elecciones sostenidas cada 4, 6 o más años que se dirige a un país. Hay, dentro de esos plazos, tiempo suficiente para al menos echar a andar una iniciativa. Y una vez en marcha, poco importa cuánto demore en dar sus frutos, buenos o malos; ya en marcha, involucra recursos materiales y humanos, consecuencias y efectos creando una inercia difícil de modificar.
Se nos dice que una reforma educacional sólo hará efecto en una generación o en al menos 15 años, lo cual es verdad, pero tomar el camino que inevitablemente conducirá a sus resultados tomará sólo el tiempo que se requiere para votar una ley. Caer 100 metros demora 4,51 segundos, pero se inicia en el primer centésimo.

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