El ascenso hacia lo sobrenatural en medio de las huellas y pistas de lo natural

Día a día
Diario El Mercurio, Viernes 22 de agosto de 2014



Contemplar una puesta de sol, por ejemplo, es siempre un hermoso pasatiempo, un espacio para interrumpir el trajín y volverse hacia lo alto, hacia ese sol que también "acaba" su día, y se apronta a ocultarse a los ojos de una parte del mundo para hacerse visible a la otra...



El paso de la noche al día y del día a la noche muestra el espléndido ritmo y secuencia de la naturaleza, aunque a causa de su acostumbramiento, el hombre muchas veces no se asombra como debiese frente a su belleza. Hay ocasiones, sin embargo, en que el ser humano vuelve a extasiarse ante la contemplación de un paraje extraordinario: cuando está delante de una montaña revestida de nieve inmaculada, de un desierto que estremece con su silencio, de un mar que lo sobrecoge con su extensión cristalina o, simplemente, cuando fija sus sentidos en dos momentos maravillosos: el amanecer y el atardecer de una jornada cualquiera.

Contemplar una puesta de sol, por ejemplo, es siempre un hermoso pasatiempo, un espacio para interrumpir el trajín y volverse hacia lo alto, hacia ese sol que también "acaba" su día, y se apronta a ocultarse a los ojos de una parte del mundo para hacerse visible a la otra. En cada salida y en cada puesta de sol hay, no obstante, algo más que eso: se manifiesta -para quien ve lo natural como obra de una creación divina- un diálogo de Dios con el hombre, una invitación a seguir el ascenso hacia lo sobrenatural en medio de las huellas y pistas de lo natural.


RODERICUS

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