Resucitaciones por MAX COLODRO


Resucitaciones



Ironías del destino: en la tramitación de la primera reforma emblemática del actual gobierno, al final fue la vieja Concertación la que pasó la retroexcavadora por encima de la Nueva Mayoría. Un síntoma evidente de que un sector relevante del oficialismo terminó por entender que no bastan los quórum parlamentarios a la hora de implementar transformaciones profundas, que tengan legitimidad y viabilidad en el tiempo.
La Concertación comenzó a respirar de nuevo en el instante preciso en que la reforma tributaria comenzaba a naufragar, cuando la arritmia de la desconfianza se apoderaba del corazón de un proyecto al que sus autores intelectuales no lograban hacer latir. Los procedimientos de reanimación decididos en la Comisión de Hacienda del Senado implicaron reeditar la antigua receta de la negociación directa, sigilosa, al margen del ruido público y las estridencias comunicacionales. Como en los momentos más delicados de la transición, la conversación privada entre los actores claves tomó otra vez el control de los hechos, dejando en la trastienda las consignas principistas y las poses para galería. Y todo esto -con seguridad debe ser lo que más duele en sectores de la Nueva Mayoría- con el aval y la anuencia de la propia Presidenta de la República.
Para resucitar a la Concertación había que restaurar la lógica de los acuerdos y las transacciones, y para ello era imprescindible a su vez resucitar a la Alianza opositora como interlocutora legítima. En rigor, el papel que llegaron a jugar en este episodio los senadores Allamand y Coloma fue como un viaje al pasado, un destello de días lejanos, en que la ‘patrulla juvenil’ de RN y los ‘coroneles’ de la UDI eran eslabones indispensables de la democracia de los acuerdos. En un escenario como el que terminó por fraguar este protocolo de acuerdo, tampoco podía estar ausente el ex senador Longueira, verdadero niño símbolo de las operaciones de rescate de la Concertación, en los no pocos momentos de tormenta vividos durante su largo ciclo en el poder.
Así las cosas, la decisión del gobierno de sacar a la centroderecha del coma se produce precisamente cuando más evidente se hacía su irrelevancia parlamentaria, es decir, poco después de la aprobación del proyecto tributario por una mayoría de la Cámara de Diputados que hizo ostentación del rol puramente testimonial de sus adversarios. Sin embargo, el cambio de escenario provocado por estas múltiples resucitaciones empezó ya a dejar sus secuelas, hasta el punto que no puede descartarse a priori que el proyecto tributario termine siendo aprobado en la Cámara con un fuerte caudal de votos de la centroderecha, y con disensos emblemáticos en la coalición oficialista.
En definitiva, y como ocurre muchas veces, los esfuerzos colectivos por imponer en la historia cambios bruscos solo terminan haciendo aflorar a la superficie el peso de la continuidad, la inercia de los ciclos largos, que se resisten a morir en manos de los ímpetus refundacionales. Lo que hace solo una semana parecía una guerra ya ganada por la Nueva Mayoría, tuvo en esta batalla un razonable desenlace, una señal clara de que a esta disputa le quedan aún varios capítulos por escribir.

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