Cartas
Diario El Mercurio, Lunes 23 de junio de 2014
Curiosa voltereta en educacion
Señor Director:
En carta reciente, Ernesto Schiefelbein nos recuerda algunas reformas históricas que han contribuido a moldear nuestro sistema educacional, a veces con acierto, a veces con reconocido fracaso.
Entre las reformas, menciona la de 1967, que -a propuesta de "media docena de experimentados educadores"- cambia la agrupación de niveles escolares de un 6+6 (6 Preparatorias y 6 Humanidades) al actual 8+4 (8 de Básica y 4 de Media). No menciona el Dr. Schiefelbein un hecho posterior interesante de agregar: poco más de cuarenta años después, la Ley General de Educación -aprobada en 2009- echa pie atrás en esta reforma, normando que a partir del 2017 se vuelve al sistema antiguo de 6+6.
¿Un error de 1967 o de 2009? Dilema arduo de zanjar. Pero lo que es claro, es el enorme costo de esta curiosa voltereta. Por ejemplo, para cumplir cabalmente con la nueva normativa, las más de tres mil escuelas de enseñanza media tendrán que aumentar su espacio físico de aulas en un 50% para acoger no cuatro, sino seis niveles, a un costo que podría acercarse a los dos mil millones de dólares. Por otro lado, se puede anticipar que la vuelta atrás causará un inoportuno desconcierto en la dirección escolar y en el cuerpo docente.
¿Por qué se dio tal situación? En educación no existen teoremas como en matemática, solo opiniones más o menos fundadas. Es fácil acordar diagnósticos, pero muy difícil garantizar soluciones. Por eso, los gobiernos exitosos tienden a evitar cambios abruptos y van probando transformaciones paulatinas que a veces tienen éxito y se profundizan, como lo ha sido la ley SEP en nuestro país; pero a veces también fracasan y hay que descartar.
Hoy se discute acerca de costosas y controversiales reformas estructurales que tienen tensado al sistema. Pero también, como si se encendiera una luz olvidada al fondo del túnel, se empieza a hablar de los profesores, reconociéndose que son ellos los que al fin de cuentas pueden lograr o no el encantamiento de los niños con sus aprendizajes, y alcanzar en el aula las metas que todos queremos. Una reforma orientada a mejorar significativamente sus condiciones de trabajo en el sistema público, a apoyar eficazmente su labor y a estimular su buen desempeño es un aporte medular y seguro a la calidad y la equidad, si está bien diseñada.
Esperamos que no sea solo el raspado de la olla lo que se destine a los profesores en esta coyuntura.
Francisco Claro
Profesor Titular UC
En carta reciente, Ernesto Schiefelbein nos recuerda algunas reformas históricas que han contribuido a moldear nuestro sistema educacional, a veces con acierto, a veces con reconocido fracaso.
Entre las reformas, menciona la de 1967, que -a propuesta de "media docena de experimentados educadores"- cambia la agrupación de niveles escolares de un 6+6 (6 Preparatorias y 6 Humanidades) al actual 8+4 (8 de Básica y 4 de Media). No menciona el Dr. Schiefelbein un hecho posterior interesante de agregar: poco más de cuarenta años después, la Ley General de Educación -aprobada en 2009- echa pie atrás en esta reforma, normando que a partir del 2017 se vuelve al sistema antiguo de 6+6.
¿Un error de 1967 o de 2009? Dilema arduo de zanjar. Pero lo que es claro, es el enorme costo de esta curiosa voltereta. Por ejemplo, para cumplir cabalmente con la nueva normativa, las más de tres mil escuelas de enseñanza media tendrán que aumentar su espacio físico de aulas en un 50% para acoger no cuatro, sino seis niveles, a un costo que podría acercarse a los dos mil millones de dólares. Por otro lado, se puede anticipar que la vuelta atrás causará un inoportuno desconcierto en la dirección escolar y en el cuerpo docente.
¿Por qué se dio tal situación? En educación no existen teoremas como en matemática, solo opiniones más o menos fundadas. Es fácil acordar diagnósticos, pero muy difícil garantizar soluciones. Por eso, los gobiernos exitosos tienden a evitar cambios abruptos y van probando transformaciones paulatinas que a veces tienen éxito y se profundizan, como lo ha sido la ley SEP en nuestro país; pero a veces también fracasan y hay que descartar.
Hoy se discute acerca de costosas y controversiales reformas estructurales que tienen tensado al sistema. Pero también, como si se encendiera una luz olvidada al fondo del túnel, se empieza a hablar de los profesores, reconociéndose que son ellos los que al fin de cuentas pueden lograr o no el encantamiento de los niños con sus aprendizajes, y alcanzar en el aula las metas que todos queremos. Una reforma orientada a mejorar significativamente sus condiciones de trabajo en el sistema público, a apoyar eficazmente su labor y a estimular su buen desempeño es un aporte medular y seguro a la calidad y la equidad, si está bien diseñada.
Esperamos que no sea solo el raspado de la olla lo que se destine a los profesores en esta coyuntura.
Francisco Claro
Profesor Titular UC
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