Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
Viernes de la duodécima semana del tiempo ordinario
El amor de Dios
y el de su Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
se nos manifiesta
desde la Navidad
hasta la Pascua,
de modo especial
en el Triduo pascual
de la muerte y vida de Cristo.
Pero se creyó conveniente
dedicar un día a esta
dimensión básica
del misterio cristiano:
el amor de Dios,
significado de modo pleno
en el corazón de Jesús.
En esta solemnidad
se nos invita a mirar
hacia lo alto
y a agradecer
el amor misericordioso
de Jesús hacia nosotros.
Se nos invita a mirar
hacia el Espíritu.
Amor que procede
del Padre y del Hijo
y que ha sido derramado
en nuestros corazones.
De este modo,
vivir envueltos
en el amor del Dios
Uno y Trino.
En cada Eucaristía celebramos
el sacramento del amor.
Cristo se hace presente
y nos comunica la vida
que emana de su cruz salvadora,
acontecimiento en el que se nos mostró
con mayor intensidad el amor
que Dios nos tiene y que se ha
traducido en modo pleno
en el corazón de Jesús
atravesado en la cruz.
• Antífona de entrada
Los designios del corazón de Dios
permanecen para siempre:
Él salva a sus fieles de la muerte
y los sustenta en el tiempo de indigencia.
Dios todopoderoso,
que nos das la alegría de celebrar
las grandes obras de tu amor
en el Corazón de tu Hijo muy amado;
concédenos que de esta fuente inagotable
alcancemos la abundancia de tu gracia.
Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
• Oración sobre las ofrendas
Mira, Señor, la inefable caridad
del Corazón de tu hijo amado,
de manera que esta ofrenda
te sea agradable y sirva
para reparar nuestros pecados.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
• Antífona de comunión
Dice el Señor:
el que tenga sed venga a mí,
y beba el que crea en mí.
De su seno brotarán
manantiales de agua viva.
• Oración después de la comunión
Señor y Padre nuestro,
que este sacramento de tu amor
nos haga fervorosos en la caridad,
para que atraídos por tu Hijo,
sepamos reconocerlo
en nuestros hermanos.
Él que vive y reina
por los siglos de los siglos.
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