Editores heroicos enfrentando la invisibilidad y el silencio‏


por Antonio Gil
Diario Las Últimas Noticias
Jueves 19 de junio de 2014

Para que una novela se convierta en novela
no basta con que un señor o una señorita,
más o menos inspirados,
rasguñen una hoja de papel
con sus argumentos y tramas
y la lleven a una rumbosa casa editorial.

Es bastante más complejo.

Hoy se trata de una operación
donde la acción de escribir
y la de editar, publicar, 
distribuir, promocionar y vender
se convierten en un solo acto de pasión,
del cual Chile es un caso ejemplar en el mundo.

Gracias al surgimiento 
de las editoriales independientes,
jugadas por la verdadera creación escrita,
esa que toma riesgos, 
que se juega el todo por el todo,
aún tenemos literatura, ciudadanos.

Bien sabemos que hasta no hace mucho
la canonización de los autores
estaba casi exclusivamente en manos 
de unas pocas editoriales españolas
que se fueron volviendo cada día
más "peseteras" y enamoradas
de los huevos calados,
imprimiendo sólo lo que
se auguraba como un best-seller
convencional, seguro y rentable.

Obras que no nos atrevemos a calificar,
por cuanto no somos críticos literarios.

Pero seamos claros:
de haber seguido así las cosas,
la literatura chilena
ya habría desaparecido 
para siempre, como la horchata.

O habríamos caído en una marginalidad
sólo comparable con los samizdat,
esas obras fotocopiadas que surgieron
en las postrimerías de la Rusia soviética.

Emociona esta realidad 
donde el lucro queda de lado
para poner en el centro
sólo el amor a los escritos nuevos,
experimentales, provocadores,
sin censuras comerciales,
que ha permitido mantener en pie,
vía autogestión o la fórmula que sea,
el trabajo de decenas de jóvenes autores
y de otros viejos cuadros de las letras
como este servidor vuestro.

Eso sí que es una revolución de verdad.

Un acto de resistencia,
de rebelión y libertad
contra la esclavitud del dinero
que se venía imponiendo
de manera procaz
en nuestro medio literario.

El mundo es duro, lo sabemos,
pero más duro que él han salido
los editores independientes chilenos
como los que impulsan
Cuneta, Calabaza del Diablo,
Cuarto Propio Sangría
entre otras; son cerca de setenta 
pequeñas iniciativas que han torcido la nariz 
a un pronóstico mortal para las letras de Chile

Empujando desde abajo, 
a punta de imaginación,
cojones y ovarios cromados,
hoy podemos acceder a las propuestas
de las nuevas generaciones de autores
con nulas posibilidades de existir
en la escena diseñada hasta ayer
por los grandes sellos hegemónicos.

Nos gustaría nombrarlas a todas,
pero, como no caben, nos conformamos
con enviar nuestro abrazo libertario
a quienes han levantado esta realidad
con insomnios, estrecheces, 
largos viajes en bicicleta
e interminables lecturas,
para crear lo único heroico
que ha ocurrido en la cultura chilena
de los últimos cincuenta años.

La Furia del Libro es la feria 
que cada año los congrega,
con títulos que muchas veces
nos dejan sin aliento 
por su originalidad,
en medio de las trincheras
donde la palabra escrita
lucha a sangre y fuego
contra la invisibilidad y el silencio.

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