La arremetida de las consignas‏


por David Gallagher
Diario El Mercurio, viernes 16 de mayo de 2014

Un aspecto notable de la reforma tributaria
ha sido la singular combinación 
de simplismo y de agresión 
con que los ministros y sus parlamentarios 
la han pregonado y defendido.

Sordos a sus críticos, 
a quienes descalifican,
procuran venderla 
con aseveraciones equívocas
repetidas al unísono, 
como si las hubieran aprendido de memoria.

Algunas estaban desde el comienzo,
como esa de que las empresas en Chile
ya no necesitan reinvertir sus utilidades.

Pero hay otras más nuevas,
como aquella que los inversionistas
no se fijan en la carga tributaria
de un país para invertir.

Les importaría sólo
su estabilidad institucional,
la confiabilidad de sus reglas del juego,
cosas que Chile tendría ganadas.

Nada más absurdo.

Si se implementa la reforma tributaria,
y el impuesto a las empresas
sube al 35 por ciento,
será el tercero más alto de la OCDE,
después de Estados Unidos, con 39,1
y de Japón con 36 por ciento.

Imposible que eso no inhiba
a los inversionistas, sobre todo
que en otros países 
hay exenciones y rebajas.

En Estados Unidos, por ejemplo,
la tasa promedio efectiva
es de sólo 12,6 por ciento.

Es cierto que los inversionistas
valoran la estabilidad institucional
y la confiabilidad de las reglas del juego,
y que en Chile las teníamos ganadas.

Pero eso era en un pasado
que nuestras autoridades ahora repudian.

Un shock tributario 
de la magnitud propuesta
representa una inmensa ruptura 
de las reglas del juego;
para qué hablar del séquito
de medidas adicionales
que se van proponiendo,
como la derogación del DL 600.

Eso que todavía sabemos poco
de la nueva Constitución.

Agréguese la alarma que produce
ver a las autoridades dar explicaciones
que revelan -no sé cuál es peor-
o ignorancia, o desprecio
por la verdad o la racionalidad,
y se entiende el descorazonamiento
que hay entre los inversionistas 
y ahorrantes del país, sean chicos o grandes.

Por algo la reforma tributaria
se vuelve cada día más impopular.

Más de una encuesta revela
que la gente cree que 
sí afectará a la clase media.

En cuanto a que 
"van a pagar más 
lo que más pueden",
aparte de ser una obviedad,
no es un gran consuelo,
porque cualquiera sabe
que los que más pueden
son los que menos sufren.

Una reforma mal concebida
ha complicado las loables
intenciones de la Presidenta
de darnos un país más inclusivo.

Y eso que apenas empezamos 
a discutir lo que promete ser
una reforma educacional muy confusa,
en la que el esfuerzo recaudatorio
se va a destinar a traspasos 
de un bolsillo a otro
y no a inversión de calidad.

Qué raro que no se prefiera 
invertir todo ese dinero en mejorar 
la educación escolar pública.

¿Cómo ocurrió todo esto?

Una hipótesis.

A los técnicos de la Nueva Mayoría
se les encomendó una misión imposible.

La de trasladar a políticas públicas
un paquete de eslóganes
ideados por intelectuales
de una izquierda sesentera,
y refractados desde la calle
con euforia estudiantil;
eslóganes cuya seductora simpleza
había conquistado a las cúpulas
de la Nueva Mayoría,
y que Michelle Bachelet
tuvo que adoptar al llegar a Chile.

Es porque han tenido
que cuadrar tantos círculos
que a los técnicos se les ve 
tan poco convencidos de sus políticas
y tan agresivos al explicarlas.

Es que en su corazón siempre supieron
que no aguantaba mucha discusión racional,
por lo que había que imponerlas con aplanadora.

Por otro lado, donde las políticas públicas
emanan de consignas, es difícil difundirlas
sin recurrir a más eslóganes.

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