A veces me gusta extractar párrafos
de algún artículo cualquiera,
de una crítica literaria reciente,
en este caso de Rodrigo Pinto,
para ver cómo resplandece la prosa
fuera de su natural contexto.
Los nombres de los personajes
y parte de sus circunstancias específicas
para dejar que respire el texto
sostenido sobre las puras palabras
y lo que alcanzan a insinuar:
El encuentro de un estafador
y ladrón de poca monta
que se esconde por un tiempo
en un puesto de trabajo embrutecedor,
y de una prostituta cuya elegancia y belleza
superan en muy alto grado
el lugar en donde ejerce su oficio,
tiene algo de explosivo y de trágico a la vez:
dos personajes tan excéntricos
y con una desesperación tan evidente
o, más bien, con una percepción tan aguda
de la fugacidad de la vida, por una parte,
y con el ansia de tener con qué llenarla
tan acentuada, por otra,
solo puede conducir a una catástrofe.
Esa es la impresión del lector
desde las primeras páginas
y el desarrollo de la novela
no hace más
que llenarse de premoniciones;
cuando alcanzan, delito mediante,
el estatus que tanto anhelaban,
el vacío que sienten es todavía mayor
y el potencial de autodestrucción que hay
tanto en cada uno de ellos como en la relación,
parece dispararse hacia el infinito.
Desde luego,
la tensión narrativa no afloja jamás,
con un estilo seco y distanciado
que, a través de la voz
de uno de sus personajes,
parece sentar en un solo párrafo
que es tanto una declaración de principios
como la poética que rige su escritura...
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