El mapa del poder: de los colegios “blin blin” a los colegios de elite


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Facultad de Humanidades de la Usach
“Es una molestia infundada (diría, por ejemplo, uno de esos nuevos voceros PC de La Moneda) porque esta reforma es para ellos, para la clase media, pensando en su bolsillo, en su libertad de elegir el colegio ‘blin blin’ o ‘hipster’ que quieran, es una reforma que se hizo para aceitar su minirreproducción de clase media por la vía de la maquinaria escolar privada, para mejorar sus oportunidades de entrada en la autopista de desarrollo tan desigual que sufrimos…”. Falta que agregue “heredado de la dictadura” y le queda perfecta la vocería.
En todo caso, algo de cierto hay en las palabras de este vocero imaginario. Si miramos en perspectiva la reforma educacional que hoy se nos plantea, nos daremos cuenta de que se trata en verdad de un gran bono a la clase media: ya no serán ellos los que paguen la cuenta mensual de la elección individual que hicieron de un proyecto educativo, será el Estado. Se les financiará la trayectoria en el colegio que querían para sus hijos, colegio “tuneado” o no con nombre inglés, poco importa. Lo relevante es que el relato suena a educación gratuita, parece educación gratuita y creemos que es educación gratuita.
¿No era esa la educación gratuita que quería la calle?… es lo que piensan en la Nueva Mayoría. Y seguro que hasta alguno se lo pregunta sinceramente. Lo peor de esto es que todo este simulacro también lo harán aparecer como la instauración del “derecho a la educación”, esto por el usufructo de la vía argumentativa minimalista que reduce este derecho, presente en el pensamiento de Fernando Atria o en los articuladores del “otro modelo”. En fin, ¿acaso la Nueva Mayoría no es también una coalición “tuneada” de la original Concertación?
Pues bien, en rigor esta Concertación, “enchulada” como Nueva Mayoría, está deshaciendo lo que ella misma había producido en gran parte: el copago (made in Jorge Arrate, versión 1994), la selección encubierta (made in Pedro Montt, lacrimosa versión manos alzadas 2007) y el lucro, que tanto ha llenado los bolsillos de la misma clase aspiracional inserta en los partidos políticos, y de los que conocemos a tantos personajes pintorescos en la coalición.
Esta georreferenciación es un mapa del poder en nuestra democracia post-Concertación, qué duda cabe. Seguramente, en ese mapa –en otra época– las estrellas amarillas hubiesen estado más cerca de calle Dieciocho, de Plaza Italia, de Suecia o Escuela Militar. Hoy está como está. Es un mapa que muestra en toda su magnitud las escuelas que no se tocan. Las que el ministro Eyzaguirre ni piensa tocar. Obvio, me puedo reír de las otras, las que sí se tocan, de su cultura “blin blin”, de su “flaitismo”, de su gusto por el “melón con vino”, pues, como lo evidencia el mapa, es seguro que me río de ellas porque mis hijos están precisamente en ese cono amarillo protegido de mala calidad y del “chanterío” clase media aspiracional winner…
No faltará quien encuentre en lo anterior el perfecto ardid para insinuar que –efectivamente– se trata de una nueva coalición política y no un mero “tuneo” kitsch al neoliberalismo populista de la Concertación, pues se estaría deshaciendo lo hecho por la vieja coalición y generando las bases de un nuevo modelo basado en el derecho a la educación. El ardid es evidente y el error histórico, también.
Estamos asistiendo con la Nueva Mayoría a la consolidación del modelo educacional mixto con orientación de mercado creado por la dictadura. Es decir, a la consolidación del modelo de vouchers y del modelo de competencia como motor de la calidad. Formalmente la Nueva Mayoría está haciendo lo mismo que hizo la Concertación, a saber, introducir correcciones al mercado educacional, sin transformarlo (o cuasimercado, como dicen los más conspicuos).
¿Que algunas de las correcciones estuvieron mal diseñadas y ejecutadas en los 90? Pues, sí; de lo que se trata es de mantener las que se consideran acertadas y de eliminar las que se evidenciaron como profundizadoras de desigualdad socioeducacional. ¿Que los alcaldes resultaron pésimos administradores de la municipalización hecha por la dictadura? Pues, sí; de lo que se trata es de reemplazarlos por otro tipo de agencias estatales que puedan gestionar mejor las escuelas públicas para competirles de igual a igual a los colegios particulares subvencionados: mejorar el mercado para mejorar la libertad de elegir la educación para mis hijos. La consigna es tan vieja que suena repetitivo escribirla: “Tanta competencia como sea posible y tanta regulación como sea necesaria”. El mercado hará el resto.
En un contexto así, ¿alguien cree que un padre de clase media, que viene ascendiendo social y económicamente, va a encontrar justo que el niño de la escuela municipal, que está enfrente del colegio particular subvencionado en el que tiene a su hijo, reciba más recursos del Estado por el solo hecho de ser una escuela pública?, ¿no sería más justo que recibieran lo mismo?, ¿o incluso que la de mejor calidad reciba más recursos, aunque resulte ser la particular subvencionada?
O pongámonos en el caso de los profesores: ¿será justo que los diferenciemos en sus remuneraciones por el solo hecho de estar ejerciendo la profesión en un colegio particular subvencionado o en uno público?, ¿se va a aumentar la capacidad de atracción desde el punto de vista de las remuneraciones para acercar a mejores profesores a la escuela pública?, ¿no será injusto para un padre que cree en un proyecto educativo de un colegio particular subvencionado que el Estado incentive la pérdida de las capacidades docentes del colegio de su hijo?
En el mundo de los vouchers y de la competencia, en el mundo de la educación mixta orientada por una lógica de mercado (que no tiene nada que ver con la educación mixta tradicional chilena) estas interrogantes son del todo legítimas. ¿Que porque no hay ánimo de lucro u obtención de utilidades no habrá lógica de mercado educacional? Quien piense así, de verdad no está entendiendo el problema de fondo –estructural– que implica el neoliberalismo en educación. Pero, además, no está viendo el problema en su totalidad, pues no se debe dejar a un lado a los colegios particulares-particulares, los de elite, los privados, esos que también están segregando el sistema, y del cual sólo se dice que es un porcentaje menor dentro del todo. Bien menor que es el porcentaje versus bien mayor que es la capacidad de influencia de quienes allí se educan.
El mapa que les presento a continuación impacta. Impacta porque una cosa es imaginarlo y otra es verlo palpable en su representación. Muestra los colegios de Enseñanza Básica del área metropolitana de Santiago. Las estrellas rojas son los colegios particulares subvencionados compitiendo codo a codo con las estrellas azules que representan a las escuelas públicas.
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* Autores del Mapa: Manuel Vallejos y Juan Pablo Astaburuaga.
En cambio, las estrellas amarillas no se piense que son las “estrellas de la muerte”, para nada, son las escuelas básicas privadas… cercadas geográficamente, protegidas territorialmente y aisladas socioculturalmente. ¿Miedo al igualitarismo? ¿Reproducción salvaje? ¿Supervivencia darwinista? Es la élite que sigue con los mismos privilegios, como dice Naschla Aburman.
Esta georreferenciación es un mapa del poder en nuestra democracia post-Concertación, qué duda cabe. Seguramente, en ese mapa –en otra época– las estrellas amarillas hubiesen estado más cerca de calle Dieciocho, de Plaza Italia, de Suecia o Escuela Militar. Hoy está como está. Es un mapa que muestra en toda su magnitud las escuelas que no se tocan. Las que el ministro Eyzaguirre ni piensa tocar. Obvio, me puedo reír de las otras, las que sí se tocan, de su cultura “blin blin”, de su “flaitismo”, de su gusto por el “melón con vino”, pues, como lo evidencia el mapa, es seguro que me río de ellas porque mis hijos están precisamente en ese cono amarillo protegido de mala calidad y del “chanterío” clase media aspiracional winner…
Este es un mapa del poder y de su lógica de perpetuación que el neoliberalismo educacional consolida día a día como uno de sus principales efectos y estrategias de pervivencia cultural: redes, clubes, estructuras elementales de parentesco y, también, territorios, escuelas y universidades. Es la “cota mil”, la que no se toca.
No quiero ser pesimista, sino más bien realista. La reforma educacional consolida lo que ya históricamente conocemos; a lo más, le agrega una cuota de burla y desdén al colegio inglés de “barrio proleta”. Es así. Es una reforma para las clases medias.
Como dice Gregory Elacqua –el diseñador gris detrás de todo este embrollo y simulacro reformista,el último eslabón del club de expertos de la élite–, ésta es una reforma que busca afianzar un sistema mixto de buen rendimiento y, para ello, necesitábamos hacer estas tres correcciones (fin al copago, la selección y al lucro) y ampliar la subvención escolar preferencial (ese es el bono a la clase media de esta reforma del que hablábamos más arriba)… para beneficiar a los sectores de clases medias, para “empoderar a las familias, para que puedan ellas elegir una escuela”…
Gregory Elacqua es, estimados amigos y amigas, el mismo al que en este minuto Libertad y Desarrollo o la Fundación Jaime Guzmán o la FIDE le están sumando sus prestidigitaciones estadísticas que nos llevaron a esta torpe sin salida, tal cual le hiciera a Thomas Piketty elFinancial Times… Les apuesto que a Gregory Elacqua, director de Políticas Públicas de la UDP, no le cuadran sus sumas y estadísticas, que así será como siga este capítulo, como a Piketty, con números que no cuadran, y con hijos que, si se tuvieran, bien podrían estar en el Santiago College, por ejemplo, dentro del cono amarillo de colegios de elite que no se tocan y que de “blin blin” no tienen nada…

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