Antes que inventar un mundo
hay que habitar una lengua
que no es propiedad privada.
Una de las obsesiones es el lenguaje.
El proceso de crear la lengua.
No es llegar y narrar lo delirante
en un lenguaje bien comportado.
Hay que experimentar hasta dar con el tono.
Una suerte de
máquina procesadora y remezcladora
pero que, a la hora de escribir,
no se sabe bien cómo integrarlas.
Internarse en otro nivel de complejidad
intentando reescribir tradiciones diversas
desde el canon al presente
con una voluntad total, más abarcadora.
¿Por qué utilizar la violencia como lenguaje?
¿Qué hay detrás de esas pulsiones?
Gran parte de la fuerza
descansa en una prosa construida
a partir de las mutaciones de un español
salpicado de un léxico imposible,
que posee una densidad particular.
Intuir que nos iremos moviendo
hacia una lengua cada vez más políglota,
sin caer en una jerga especializada.
Una subjetividad cambiante
inmersa en un paisaje cambiante,
necesitan de un lenguaje cambiante.
El saldo es una experiencia compleja,
un relato sometido a las contracciones
de esta lengua ficticia, un español futuro
que se acomoda para narrar lo imposible.
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Apuntes desordenadamente editados de una entrevista de Álvaro Bisama a Edmundo Paz Soldán a propósito de su más reciente novela..
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