A mis mejores amigos no los he visto nunca...‏


ÁLVARO MATUS, DIARIO LA TERCERA, JUEVES 29 DE MAYO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/05/29/ALVARO-MATUS/CHANDLER-Y-EL-DINERO/#COMMENTS
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Chandler y el dinero


Hay una épica en aquellos escritores que pasaron por los más variados oficios antes de poder dedicarse por completo a la literatura. Supongo que a eso se debe que este tipo de datos aparezcan una y otra vez en las solapas de sus libros. Entre muchas otras actividades, Blaise Cendrars fue asistente de joyero; Henry Miller, empleado de una compañía de teléfonos; Charles Bukowski, cartero, y Roberto Bolaño, guardia de camping.
Lo llamativo es que a pesar de las difíciles condiciones en que produjeron su obra, el dinero no forma parte esencial de sus libros. Podría decirse que no es un tema “artístico”. Tampoco lo es para quienes incluso tuvieron una carrera en el mundo de las finanzas, como Wallace Stevens, quien llegó a vicepresidente de una compañía de seguros, y T.S. Eliot, para el que su actividad en el banco era el trabajo “más interesante del mundo”.
Un caso singular es el de Raymond Chandler. Nació en Chicago en 1888, pero tras el divorcio de sus padres se fue con su madre, que era irlandesa, a Londres. Un tío le pagó los estudios en Dulwich College, aunque después se negó a financiarle la universidad. Chandler ingresó a la administración pública, donde duró apenas unos meses, y probó suerte en la prensa. Tampoco resultó. Fue entonces cuando decidió irse a EE.UU. Allí encordó raquetas y fue recolector de fruta, entre otros oficios, y en 1917 se enlistó en el Ejército canadiense.
A su regreso ingresó a un banco y después fue director de una empresa petrolera, hasta que lo despidieron por alcohólico. Recién en ese momento, con 45 años, empezó a publicar cuentos policiales en revistas. Su primer libro, El sueño eterno, es de 1939. Le siguieron otras seis novelas deslumbrantes, todas protagonizadas por Philip Marlowe, detective solitario y bebedor, pero ante todo incorruptible.
En las cartas, recogidas ahora en el volumen A mis mejores amigos no los he visto nunca, resulta evidente que para Chandler la escritura es indisociable del mercado y el dinero. Carece de cualquier visión romántica y analiza la industria editorial como lo que es: una industria. Sus reflexiones sobre las escritura están salpicadas de comentarios respecto de las estrategias de venta, el rol de los agentes y la falta de estímulos monetarios. Sabía que la paga siempre sería baja en comparación al tiempo invertido escribiendo, salvo en Hollywood. Con los estudios de cine tuvo una relación de amor-odio: por un lado afirmaba que estos desperdiciaban talento al someter a los guionistas a trilladas fórmulas comerciales; por otro, era el único lugar donde se podía ganar “lo que en otras industrias sólo ganan los grandes ejecutivos”.
Más allá del misterio, toda la narrativa de Chandler es sobre el dinero: robos, secuestros, chantajes y asesinatos tienen una motivación económica. De hecho, la búsqueda de la verdad termina desnudando una trenza de empresarios, jueces y policías corruptos. En esa lucidez para describir el poder corrosivo del dinero radica buena parte de su vigencia.

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