La persistencia y el olvido

ÁLVARO MATUS, DIARIO LA TERCERA, JUEVES 17 DE ABRIL DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/04/17/ALVARO-MATUS/LA-PERSISTENCIA-Y-EL-OLVIDO/
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ESTE AÑO se cumplen 100 años del nacimiento de Adolfo Bioy Casares y de Julio Cortázar. Sin embargo, sólo parece recordarse a este último. Hace unas semanas se le rindió homenaje en el Salón del Libro de París y en la Feria del Libro de Buenos Aires se lo celebrará a todo bombo. A los cines llegará el otro mes una película inspirada en Historias de cronopios y famas, además de la realización de exposiciones fotográficas, la reedición de algunos títulos y la inauguración de un centro cultural en Chivilkoy.
La figura de Cortázar sigue enamorando a los jóvenes; y a los no tan jóvenes los hace revivir una época idealizada. Porque Rayuela remite inmediatamente a mayo de 1968. Sus páginas sintonizaban a la perfección con el clima de liberación sexual y protesta contra la autoridad. Si hasta el libro mismo se podía leer de varias maneras, con capítulos que podían saltarse. ¡Qué libertad para el lector!  Y qué éxito para su autor: en seis años se sacaron 95 mil ejemplares de la novela y sus libros anteriores fueron reeditados en tiradas de 10 mil o 20 mil ejemplares anuales.
A pesar de encarnar el éxito literario como pocos, Cortázar sigue proyectando la imagen del artista rebelde o, derechamente, del revolucionario que ve en el orden burgués una amenaza a la integridad de su obra. Sus antecesores son escritores bohemios y fracasados, como Poe, Lautréamont y Baudelaire.
Intuyo que esa mitología todavía vende; mucho más, por cierto, que la que puede representar un hombre adinerado, seductor y liberal como Bioy Casares, quien si bien se sintió atraído por las vanguardias durante su juventud, rápidamente abrazó a los clásicos. No se le perdona su excelente pasar, sus innumerables amantes, su silencio durante las dictaduras. En la academia, el viento tampoco sopla a su favor. Sus textos son una mezcla rara y fascinante en las que se aúna la fantasía con el enigma propio del policial y la exploración del sentimiento amoroso. Por lo mismo, no califica a la hora de estudiarlos desde una perspectiva sociológica. Lo suyo es pura invención.
La ligereza de muchas de sus historias no va en detrimento del conocimiento de la experiencia humana, como se aprecia en La aventura de un fotógrafo en La Plata y en Dormir al sol, dos de sus mejores novelas, o en el relato Una guerra perdida, donde el narrador reflexiona: “Durante años viví con Diana hablando de todo (porque la intimidad no consiste únicamente en desnudarse y abrazarse, como personas ingenuas lo imaginan, sino en comentar el mundo)”. Para Bioy, el humor y la bondad eran manifestaciones de la inteligencia humana, que no es más que “el arte de encontrar un agujerito por donde salir de la situación que nos tiene atrapados”.
En esas frases discretas, humildes, radica el encanto de la lectura de Bioy Casares, quien nos sorprendió hace unos años con el magnífico Borges. En vez de detenerse en reflexiones de corte analítico, Bioy se limita a mostrar, entregando un retrato impresionante sobre la personalidad de Borges -sus temores y traumas amorosos, su dificultad para conectar con los demás, su arbitrariedad en sus juicios estéticos, su deslumbrante ingenio e independencia intelectual- que es, de igual modo, el mejor tributo a la amistad.

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