La sabiduría de Huenchumilla‏



PEDRO CAYUQUEO, DIARIO LA TERCERA, JUEVES 13 DE MARZO DE 2014HTTP://VOCES.LATERCERA.COM/2014/03/13/PEDRO-CAYUQUEO/HUENCHUMILLA-YES-WE-CAN/FOTO2 (1)

Huenchumilla, yes we can


Hasta que por fin alguien en el gobierno reconoció lo que a estas alturas resulta indesmentible. “En la Región tenemos un problema: está afectada nuestra convivencia. Y ello tiene sus raíces en la llegada del Estado a este territorio hace unos 130 años atrás. Esta zona se incorporó al Estado 70 años después de la Independencia. Y el Estado llegó de mala manera: despojó al pueblo mapuche de sus tierras y de sus bienes. Ahí está la raíz de nuestros males presentes… La Araucanía nació como una sociedad fragmentada. El Estado se equivocó y cometió error tras error y hasta la fecha no ha hecho la reparación”. Y hasta que por fin alguien en el gobierno se atrevió, por todo lo anterior, a pedir perdón a mapuches y colonos. “En mi condición de Intendente y de llamarme Huenchumilla Jaramillo, abarcador de ambos mundos, vengo en pedir perdón al pueblo mapuche por el despojo que el Estado de Chile le hizo de sus tierras; y también a los colonos venidos desde lejos y sus descendientes que han construido sus vidas en nuestro país, porque el Estado de Chile los trajo al lugar inadecuado en un momento inoportuno”.
Sí, quien obró el milagro fue el flamante nuevo Intendente de La Araucanía, Francisco Huenchumilla (DC), hombre público de larga trayectoria y conocedor como pocos del trasfondo político e histórico del conflicto sureño. Su discurso, pronunciado tras a asumir el mando del gobierno regional, me consta sorprendió a muchos, emocionó a otros tantos e indignó a quienes debía indignar. Entre estos últimos, los hasta ahora intocables fiscales del Ministerio Público, a quienes Huenchumilla sin pelos en la lengua llamó a “actuar con moderación” y a no exacerbar los ánimos haciendo “el papel de opinólogos” de lo sucedido en los procesos judiciales. “Ellos deben buscar la verdad en su investigación pero con sentido de Estado, contribuyendo a la justicia y a la paz social”, señaló el Intendente. “Harían bien en guardar silencio”, agregó. “Ellos deben hablar a través de una investigación seria, objetiva y rigurosa… Los fiscales no son cazarrecompensas. Los fiscales deben actuar conforme al principio de objetividad, velando únicamente por la aplicación de la ley”, concluyó.
Pocas veces las cosas se habían dicho así de claro. Y nunca, que yo recuerde, por parte de una autoridad de gobierno. No al menos en los últimos 40 años. No exagero si digo que, con su discurso, Huenchumilla ya se ha ganado un lugar en los libros de historia. Un lugar en aquel rinconcito reservado a los pocos que llegado el momento han sabido estar a la altura de su investidura. Y vaya si Huenchumilla lo ha estado. “La forma de solucionar esto no es la muerte de las personas. Me duele la muerte de todos. No quiero más muertos en nuestra Región producto de este desencuentro histórico”, subrayó ante los periodistas reunidos en el edificio gubernamental de calle Bulnes. “Me duele la muerte de todos”, recalcó. Qué frase aquella. Y qué relevancia adquiere en un conflicto donde la brújula de la responsabilidad y la ética política, en uno y otro extremo de los bandos en disputa, pareciera haberse extraviado hace rato. No muchos días atrás finalizó en Temuco el juicio por el brutal crimen de la familia Luchsinger-Mackay. Sí, fue una muerte que nos dolió a todos. Como a todos nos dolió y nos siguen doliendo los crímenes impunes de Matías Catrileo, Jaime Mendoza y Alex Lemún. Enhorabuena que sea una autoridad de gobierno –y no un solitario periodista mapuche- quien finalmente se atreva a decirlo.
Auspicioso el estreno de Huenchumilla como Intendente. ¿Se traducirán sus palabras en acciones políticas concretas? ¿Qué margen de maniobra tendrá respecto de Santiago y aquella mirada siempre parcial, irremediablemente torpe, que ha caracterizado siempre al Ministerio del Interior respecto del conflicto chileno-mapuche? Una verdadera incógnita. Solo el tiempo lo dirá. O el primer camión quemado que le toque enfrentar. O la primera muerte que bajo su mandato deba además de lamentar, ordenar a los fiscales investigar. Y es que no, no será precisamente un jardín de rosas el camino que Huenchumilla transitará en los próximos meses. Piedras existirán en el camino y no pocas. En cómo sea capaz de sortearlas sin traicionar su discurso dependerá gran parte el éxito de su gestión. Y con ello, créanme, el destino de toda una región cansada de la violencia rural y la inoperancia de una clase política que más que perseguir una solución al conflicto, se ha dedicado por décadas a simplemente administrarlo. Y con ello, a jugar peligrosamente con las ansias de reconocimiento, justicia y reparación de un pueblo cansado ya de las tomaduras de pelo. Y de poner –ante el patrón de fundo de turno- cristiana y humildemente siempre la otra mejilla. Es ahora o nunca, señor Intendente. La oportunidad de hacer historia la tiene y frente a sus narices.
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Cierro con una última observación. El paralelismo entre la figura de Francisco Huenchumilla y la del Presidente estadounidense, Barack Obama. Innegable a mi juicio. Guardando las proporciones, la historia de ambos dice relación con un origen birracial muy oportuno a la hora de buscar, sociedades fragmentadas como La Araucanía o los Estados Unidos, puentes de diálogo y entendimiento que cruzar. Lo apuntó y muy atinadamente el propio Huenchumilla en su discurso de investidura: “En mi condición de llamarme Huenchumilla Jaramillo, abarcador de ambos mundos…”. Varios con quienes he charlado este tema, sobre todo mapuches, han puesto en duda el real compromiso de Huenchumilla con su adscripción étnica. O con su mitad paterna de ascendencia mapuche, para ser más preciso. Su mapuchización ha sido tardía, me dicen. Nunca lo vimos en los 80’ alzando la voz por nuestro pueblo, agregan. ¿Acaso importa?, me pregunto yo. Barack Obama, cuenta David Remnick en su monumental biografía The Bridge, jamás fue parte ni se identificó en su juventud con la generación que dio la vida por los derechos civiles. O que marchó por el histórico puente de la ciudad de Selma, en Alabama. Y no lo hizo por una infinidad de factores; su origen familiar, su posición social, una infancia lejos del epicentro de aquella lucha, etc.
“Obama no era necesariamente el héroe de aquella historia, pero entendió que podía ser parte de su culminación”, apunta sabiamente Remnick en su libro.Huenchumilla, como Obama, creció bastante lejos de su reflejo mapuche en el espejo. Y como Obama, hizo carrera política –alcalde, parlamentario, subsecretario y ministro, convengamos que más que exitosa- lejos del movimiento mapuche y sus organizaciones reivindicativas. Como Obama en 2008, Huenchumilla carga hoy en sus espaldas con la historia. Con la de ellos y con la nuestra. En definitiva, con la de todos. ¿Díganme si no se trata de una encrucijada histórica? Lo charlábamos hace poco con Fernando Pairican, un joven y destacado historiador mapuche. Destrabar el conflicto pasa por llevar la lucha territorial a un plano mucho más ciudadano, de conquista de derechos civiles, culturales y políticos, “algo similar a lo obrado en Estados Unidos por los afroamericanos”, me comentó. Vaya si tiene razón. La Araucanía es ante todo un caso de comunidad regional fallida. Enmendar ese error es responsabilidad del Estado pero también de la ciudadanía. ¿Qué se requiere? Que la política ocupe el lugar que le corresponde. Y la existencia de puentes interculturales que posibiliten el diálogo. Huenchumilla hoy simboliza uno de aquellos puentes. Yes, we can. Sí, se puede.

Mai, pepilfein

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