Cartas al Director
El Archivo del Diario La Nación
por Carlos Peña González
Rector de la Universidad Diego Portales
Diario El Mercurio, jueves 23 de enero de 2014
http://www.elmercurio.com/blogs/2014/01/23/18879/El-archivo-de-La-Nacion.aspx
Señor Director:
El archivo del diario La Nación
no era propiedad del Estado,
como se ha dicho,
sino de una sociedad anónima
con fines de lucro
en la que el Estado tenía acciones.
Lo extraño es que mientras ese archivo
perteneció a una sociedad anónima con fines de lucro,
nadie vio amenazado su carácter público.
Ahora, en cambio,
que ese archivo pertenece
a la Universidad Diego Portales
-una fundación sin fines de lucro-
se afirma que su carácter público está en riesgo.
Este contrasentido solo se explica
por una doble suposición:
i) que como el Estado tenía acciones en la sociedad anónima,
los bienes que pertenecían a esta última eran estatales;
ii) que como esos bienes eran estatales, entonces eran públicos.
Ninguna de esas suposiciones es correcta
y solo pueden ser resultado de la ignorancia.
Lo que pertenece a una sociedad
no pertenece a los socios
individualmente considerados;
y lo público
(a pesar de lo que afirman
las supersticiones de moda)
no coincide necesariamente con lo estatal.
Así entonces,
cuando ese archivo pasa
a manos de la Universidad Diego Portales,
no pasa de manos estatales a manos privadas,
sino de una entidad privada a otra.
Con una diferencia:
la universidad,
al igual como lo hace
con sus restantes colecciones,
desarrollará actividades de interés público
en torno a ese archivo y su acceso,
basado en las reglas generalmente admitidas
en el sistema de bibliotecas, será gratuito.
El Archivo del Diario La Nación
por Carlos Peña González
Rector de la Universidad Diego Portales
Diario El Mercurio, jueves 23 de enero de 2014
http://www.elmercurio.com/blogs/2014/01/23/18879/El-archivo-de-La-Nacion.aspx
Señor Director:
El archivo del diario La Nación
no era propiedad del Estado,
como se ha dicho,
sino de una sociedad anónima
con fines de lucro
en la que el Estado tenía acciones.
Lo extraño es que mientras ese archivo
perteneció a una sociedad anónima con fines de lucro,
nadie vio amenazado su carácter público.
Ahora, en cambio,
que ese archivo pertenece
a la Universidad Diego Portales
-una fundación sin fines de lucro-
se afirma que su carácter público está en riesgo.
Este contrasentido solo se explica
por una doble suposición:
i) que como el Estado tenía acciones en la sociedad anónima,
los bienes que pertenecían a esta última eran estatales;
ii) que como esos bienes eran estatales, entonces eran públicos.
Ninguna de esas suposiciones es correcta
y solo pueden ser resultado de la ignorancia.
Lo que pertenece a una sociedad
no pertenece a los socios
individualmente considerados;
y lo público
(a pesar de lo que afirman
las supersticiones de moda)
no coincide necesariamente con lo estatal.
Así entonces,
cuando ese archivo pasa
a manos de la Universidad Diego Portales,
no pasa de manos estatales a manos privadas,
sino de una entidad privada a otra.
Con una diferencia:
la universidad,
al igual como lo hace
con sus restantes colecciones,
desarrollará actividades de interés público
en torno a ese archivo y su acceso,
basado en las reglas generalmente admitidas
en el sistema de bibliotecas, será gratuito.
Considero una magnífica noticia,
ResponderEliminarmás que un motivo de preocupación,
la iniciativa de que sea
una institución académica privada
y sin fines de lucro,
como la Universidad Diego Portales
la que haya adquirido el archivo del diario La Nación.
La lúcida carta del rector Carlos Peña
no sólo es muy aclaratoria
en torno a cierta confusión de conceptos
en torno a lo público y privado
y a lo público y estatal,
sino que no manifiesta en toda
su magnitud la dimensión
visionaria y generosa
de una iniciativa de este tipo,
contra lo que algunos suspicaces
piensan, porque adquirir este archivo
requiere de recursos para su conservación,
personal a cargo, que implicarán
en el tiempo un costo superior
al que fue adquirido.
Esta casa de estudios
parece una institución
idónea para hacerse cargo
de este legado,
y si se busca credenciales,
en esta era obsesionada
por la acreditación,
es cosa de ver
lo que la Universidad
ha hecho en materia cultural,
lo que se puede ilustrar
con unos pocos ejemplos:
comenzando por la fecunda labor
de las Ediciones Diego Portales
en que junto con
un conjunto impresionante
de nuevas publicaciones
ha rescatado parte de un legado
que era casi inencontrable,
tomando la posta de lo que
durante décadas hizo la
recordada Editorial Universitaria,
que fue un faro cultural
bajo la conducción
de escritores notables
desde Eduardo Anguita
a Armando Roa Vial.
Volviendo a la UDP,
allí están: Nicanor Parra
y la Biblioteca que lleva su nombre,
la Cátedra Bolaño,
los demás escritores y académicos
de gran nivel que han sido
contratados como profesores
de dicha universidad, etc.
Es por ello que no parece
redudante recordar
que hacerse cargo de su custodia,
conservación y restauración
para ponerlo gratuitamente al servicio
de los investigadores e interesados
es un acto de generosidad
y de responsabilidad
con el patrimonio de la nación.
Tantas veces, en el pasado,
políticas erráticas,
y la escasez permanente
de presupuestos
y/o faltas de previsiones varias,
han visto desaparecer
verdaderos tesoros
en incendios e inundaciones
o por la ausencia de recursos,
y conocimientos actualizados
de los adecuados estándares
de conservación.
Es por ello que saludamos esta loable iniciativa
de hacerse cargo de un legado como este valioso archivo
que guarda un lapso significativo de nuestra historia
a través del periodismo y que en lugar de servir como lo hizo
por un extenso período, de vocero del gobierno de turno,
ahora será objeto de estudio de nuestras tradiciones culturales,
sociales y políticas; tradición que hay que visualizarla
en el sentido que Malraux lo hacía, no como una herencia
sino como una conquista…de cada día.