A diez días, y no hay olor a elección
por Sergio Melnick
Diario La Segunda, Jueves 05 de Diciembre de 2013
Faltan 10 días para la segunda vuelta,
y no hay ni olor, ni color, ni sensación,
ni ambiente de elección en nuestro país.
Apenas se vislumbra propaganda,
los medios de comunicación
apenas tocan el tema
(porque no hay noticias relevantes de campaña),
la franja es inocua y habrá dos debates
entre las candidatas que podría ser la única novedad.
Parece que ambas candidaturas
quedaron sin oxígeno financiero,
cansadas, entregadas a sus destinos
y sin ánimo real de disputa.
Quizás la gran mayoría silenciosa del 50%
que no votó quiere que las cosas
se mantengan en su curso habitual,
que ha mostrado un progreso notable
en los últimos 30 años
y no quiere aventuras políticas irresponsables.
Bachelet sigue hablando slogans y consignas,
evadiendo los temas concretos que no domina
y caminando por los costados de la realidad.
Matthei simplemente no la desafía
ni la emplaza en nada;
dada su posición actual,
tiene la obligación estratégica obvia
de tomar riesgos fuertes de campaña,
pero ello no parece estar en su agenda.
También tiene que proponer ideas novedosas
y llenas de futuro más que ofertones a lo Bachelet,
ya que en ese campo nunca le ganará.
Si no lo hace, ambas cosas como mínimo,
sus posibilidades, que ya son bajas,
pasarán a ser simplemente nulas.
Emplazar a Bachelet es fácil.
Dice en sus avisos
que otorgará más y mejor empleo,
exactamente lo contrario
a lo que hizo en su gobierno.
Propone cambios radicales en educación,
algo que ya prometió y no hizo.
Es más, en su campaña 2006 ofreció
“la más grande revolución en educación”
y no hizo absolutamente nada.
Anuncia fuertes aumentos
de impuestos, señalando
que ello no afecta
ni a la economía ni a las pymes,
habiendo tenido
un muy magro resultado
en su gestión económica como Presidente.
Anuncia una nueva Constitución,
pero no dice cómo, ni plantea
que deba ser aprobada
por el 75% o más
de la población para ser legítima.
Ofrece bonos, pensiones, salud, etc.,
una panacea en el mundo terrenal,
coronada por la aseveración de Karol Cariola,
próxima diputada de la Nueva Mayoría,
de que Bachelet es el primer paso
al socialismo, un proyecto añejo y fracasado
en todas partes en que se intentó.
Lo concreto es que el gran empleo
lo ha creado el gobierno de Piñera,
las colas auge las eliminó Piñera.
La reconstrucción ejemplar la realizó Piñera.
La máxima creación histórica de empresas
ha ocurrido en el gobierno de Piñera.
El crédito estudiantil bajó
del 6% al 2% en el gobierno de Piñera
y aumentó las becas de educación superior
de 100 mil a 400 mil.
El 7% de los jubilados lo devolvió Piñera
y fue él también que logró el posnatal de seis meses,
la ley de tolerancia cero al alcohol
y sacó el humo de los lugares cerrados.
Es en este gobierno que hemos alcanzado
la mayor participación de mujeres
en el mercado laboral, así como
un aumento notable de los salarios reales
por las condiciones prácticamente de pleno empleo.
Piñera ha restaurado a más
de US$ 22.000 millones el fondo del cobre,
del que Bachelet se había gastado la mitad.
De la misma manera,
el déficit fiscal que dejó Bachelet
del 4% del PIB (informe FMI)
se habrá reducido al 1% o menos.
El ingreso ético familiar
se creó en el gobierno de Piñera,
no de Bachelet,
se creó el subsidio habitacional
para la clase media,
se estimuló a los buenos alumnos
a las carreras de pedagogía,
se hizo una reforma tributaria,
se aumentó el royalty minero,
se creó el Sernac financiero,
se tuvo la inflación siempre controlada,
algo que no ocurrió durante la gestión Bachelet.
Ha sido en este gobierno
que se logró la elección
de los Consejeros Regionales (Cores),
la portabilidad numérica de los celulares,
el voto voluntario, se aprobaron
dos líneas nuevas para el Metro,
aumentó en 35%
el presupuesto en educación,
se aprobó la obligatoriedad kínder en Chile,
se avanzó decididamente en la ventanilla única
y Chile Atiende, se crearon 60 liceos de excelencia,
se mejoró el funcionamiento del Transantiago,
se equilibraron las cuentas de Enap
destrozada por Bachelet.
Se renovó el tren a Rancagua.
Se reestructuró la Onemi,
se creó el ministerio de desarrollo social.
Es también en este gobierno
que disminuyó la pobreza,
que aumentó con Bachelet,
y disminuyó un poco la desigualdad
que también aumentó con Bachelet.
Todo lo anterior es lo concreto
y se refleja directamente
en la calidad de vida de las personas.
El resto es aire, es tema sólo de los políticos,
del oscuro juego del poder, del clientelismo
y de la vuelta de los operadores políticos.
Por cierto que hay
muchas cosas que mejorar en Chile,
como ocurre en todos los países del globo.
No hay países sin problemas.
La pregunta es si el fenomenal progreso
de Chile en 30 años debe ser tirado por la borda
en una propuesta de cambios radicales sin fundamentos
y que al final son sólo titulares que en la práctica
sólo conducen a nuevos tipos
de transantiagos si son implementados.
Uno esperaría que en una democracia moderna
la racionalidad tuviera una mayor participación
en las grandes decisiones.
De otra manera sólo veremos al país
retroceder una vez más en su historia.
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