Criterios básicos en Educación...a la luz de la experiencia, no de la consigna‏



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Diario El Mercurio, Sábado 14 de diciembre de 2013

Educación gratuita

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Señor Director:

Gabriel Boric y Carlos Ruiz, en su columna del pasado miércoles, luego de un somero repaso de problemas y frustraciones que nos afligen en la actualidad, convergen al tema de la educación. Hecho eso, sientan como piedra basal de su análisis la siguiente frase: “En este escenario, la gratuidad universal se ha convertido en un criterio básico para una mejor educación”.

Cuando tenía la edad de los autores, vivía en Argentina, y, como ellos, recién había terminado mi pregrado y también hubiera suscrito esa oración a nivel de postulado. Treinta años de vida y experiencia académica me han hecho reconsiderarlo. En especial, ver cómo el sistema educativo “universal y gratuito” de mi vieja y querida Argentina decayó para quedar (de acuerdo a estándares internacionales) detrás del chileno desde hace más de diez años, y detrás del de Brasil desde 2012. Pese a que Argentina invierte más del 6% del PIB en educación (¡Chile sí debería copiarla en eso!), la nana de mi madre, a costa de gran sacrificio, lleva a su hijo a una escuela privada porque no se atreve a mandarlo a la misma escuela suburbana cercana a La Plata, provincia de Buenos Aires, donde nos educamos tanto yo como los hijos de las nanas del barrio cuando éramos niños.

Todavía la historia no está escrita, pero en mi experiencia familiar que abarca tres generaciones desde que mi abuela llegó (la primera en la familia) a recibirse de maestra en 1919, puedo decir que la “gratuidad universal” le sirvió a Argentina entre fines del siglo XIX y principios del XX, cuando, entre otras cosas, tenía una clase media muy pequeña, y dejó de servirle a partir de la época en que mis padres eran adultos, cuando la clase media comenzó a ser masiva, impaciente frente a la lentitud de su avance político y económico, y empezó a prestar atención a jóvenes políticos agresivos con discursos idealistas.

Boric y Ruiz demonizan el modelo de acción del Estado basado en subsidios focalizados como si este fuera necesariamente igual a un aporte estatal al lucro privado. En realidad, la política subsidiaria es una herramienta de acción pública altamente flexible y eficiente que permite a los distintos gobiernos un alto grado de sintonía con las necesidades sociales cambiantes a medida que, como pueblo, crecemos y nos complejizamos.

Los vicios de un sistema subsidiario pueden ser fácilmente identificados y corregidos. Alcanza con un cambio de ministro o de gobierno. Los vicios de un sistema “universal y gratuito” (como el de Argentina) que entra en una espiral de decadencia son enormemente difíciles de identificar y corregir. Si alguien sabe cómo, por favor me avisa.

Alejandro Clocchiatti
Profesor
Instituto de Astrofísica
Pontificia Universidad Católica de Chile

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