Los déficits gemelos que deja Piñera por Guillermo Larraín


Diario La Segunda, Lunes 28 de Octubre de 2013

[Suponiendo que Bachelet lo haga fantástico, éste es el escenario]
Releyendo lo que han dicho este año los organismos internacionales respecto de Chile, partamos por una nota positiva. El FMI afirmó que "las perspectivas son brillantes pero con importantes desafíos", mientras que la OCDE dijo que el crecimiento actual era el que era en parte gracias a "la confianza interna y externa en las perspectivas del país". O sea, estos dos severos examinadores externos, sabiendo los contenidos de los programas de los candidatos y las tensiones en nuestra sociedad, tienen una visión optimista sobre nuestro desempeño económico. ¿Por qué no seríamos capaces de resolver nuestros problemas de manera sensata sin destruir el crecimiento?
¿No es acaso una realidad la desigualdad en nuestro país? La OCDE lo menciona en la segunda página, resaltando su efecto negativo en la cohesión social. ¿No es una realidad la mala calidad de la educación? Lo mencionan ambos informes, nadie lo duda. El FMI recomienda incluso un "acceso más igualitario a la educación de calidad". ¿No es acaso necesario incrementar los impuestos? Finalmente, la OCDE no lo descarta al decir que el FUT cumplió una etapa. Y el FMI no se pronuncia en ninguna parte sobre el tema de impuestos, seguramente por un acuerdo con el gobierno (la palabra "tax" sólo aparece en cuadros y gráficos). Pero cabe de cajón: ¿cómo se va a financiar un acceso más igualitario a la "educación de calidad" si hubiera que pagar por ella? Necesariamente es con impuestos.
Entonces esta gente sabe que Chile puede crecer y a buena velocidad (digamos, 5% como meta hacia el 2018) aun con el alza de impuestos, si es que este aumento sirve para solucionar problemas reales: mala educación y desigualdad.
Dicho eso en tono positivo, entremos al área chica de la política fiscal y los riesgos macroeconómicos asociados a los dos déficits que dejará como legado el gobierno.
Desde hace unos dos meses ha habido un intenso debate sobre la política fiscal chilena en tres frentes. El gobierno decía que Bachelet había dejado un déficit de 3,1% del PIB (medido el 31/12/2009). Esto omitía dos cosas. Primero, que hubo una razón macroeconómica de fondo que era usar la regla fiscal para lo que fue creada: usarla contracíclicamente en tiempos de vacas flacas. En 2008 y 2009 los ingresos tributarios cayeron y el gasto público creció al ritmo de lo que se consideraba eran los ingresos estructurales. Para eso se diseñó la regla fiscal tan reconocida internacionalmente (el FMI la denomina en su informe "near-legendary fiscal rule" y de la cual me imagino se habló mucho en el Chile Day). Había que usarla y eso se hizo. Segundo, hubo además de la regla estímulos adicionales para reactivar la economía que fueron rebajas transitorias de impuestos. Por metodología (porque éste es un punto debatible), estos menores impuestos transitorios se reducen de los ingresos, incluso si efectivamente fueron transitorios. En este caso fueron realmente revertidas al día siguiente del cierre del año fiscal (1/1/2010) y dos meses antes que asumiera Piñera.
Luego, vino la discusión de si el esfuerzo hecho por este gobierno había sido suficiente para ajustar las cifras fiscales, dado que el shock externo había sido superado y la regla fiscal requería el ajuste. Una razón esgrimida para que esto no hubiera sido así es que el terremoto significó un esfuerzo especial de gasto que impidió una convergencia más rápida. Si bien es verdad que hubo un esfuerzo especial de gasto, también es verdad que entre 2010 y 2012 el país creció más que su producto potencial, precisamente porque la reconstrucción tiene un efecto expansivo. Según el Fondo Monetario Internacional, el efecto reconstrucción más el ciclo favorable externo explican el alto crecimiento de los últimos años.
Finalmente, está la discusión sobre el presupuesto 2014 que tiene la particularidad de que es presentado por un gobierno que sabe que existe una altísima probabilidad de que será ejecutado por otra coalición. Esta situación es la primera vez que ocurre con este grado de certeza en democracia. Y en esta oportunidad el gobierno ha dicho que presentaría un presupuesto con un déficit de 1%, pero con un supuesto de crecimiento (4,9%) tan irreal, que LarrainVial ha señalado a sus clientes que espera que el déficit en 2014 se sitúe en torno al 1,6% del PIB.
Queda claro entonces que, desde la perspectiva fiscal, los márgenes de maniobra que tendrá el próximo gobierno serán mínimos. Dichos estrechos márgenes además tendrán lugar en un contexto macro complejo.
Efectivamente, el problema es que habrá un segundo déficit: en la cuenta corriente de la balanza de pagos. El informe del FMI descompone el exceso de gasto entre sectores público y privado y encuentra que la principal fuente ha sido un incremento en la inversión privada (2,8% del PIB), pero la segunda ha sido una reducción del ahorro público (1,5% del PIB).
Las proyecciones para 2013 son que el déficit alcanzará probablemente 4,5% del PIB, mientras que para 2014 dicho déficit llegaría según el Banco Central al 4,8% del PIB y el FMI algo menos (4,2%). Tales cifras sitúan al país en una situación de riesgo a su estabilidad macro: cualquier caída brusca del precio del cobre (ojo que en abril de 2008 estaba en US$3,94 y en diciembre llegó a US$1,39) podría incrementar el déficit hasta niveles que, en el pasado, han sido siempre difíciles de solventar y han requerido niveles importantes de ajuste interno.
El FMI se pone en este escenario y dice que la reacción debiera ser como en 2009 (tan criticada por la candidata Matthei): baja de tasas, expansión fiscal usando la regla... claro que en 2009 había superávit fiscal.
Si llega a materializarse este riesgo en 2014, recordaremos entonces que el gobierno de Piñera dejó como herencia los déficits gemelos.

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