Diablo viejo


Después de una oleada de hombres inmaduros y sin destino, quizá llegó el momento de la tercera edad en el cine chileno. No es que hayan estado del todo ausentes. En El regalo este grupo apareció sorpresivamente en plan comedia, y en Gatos viejos desde el drama del deterioro y la soledad.

Pero lo de este año ha sido distinto. La Gloria de Paly García era una heroína y un torbellino, una catarsis y un desquite, una mujer en llamas, sin miedo al ridículo ni a quedarse sola. Ahora llega su contraparte, don Eladio, el personaje que interpreta Jaime Vadell en La chupilca del diablo.

Pese al tono de comedia que sugiere el afiche -en que vemos a Jaime Vadell con unos cachos y una cola de diablo dibujados-, la historia es un drama intimista. Don Eladio es el dueño de una destilería, un pequeño déspota que basurea a su único empleado y a todo aquel que se cruce en su camino, incluida su familia.

Dirigida por Ignacio Rodríguez, La chupilca del diablo es la película de egreso de un grupo de estudiantes de la Universidad del Desarrollo, y a veces se siente ese tono de ejercicio, que avanza a tropezones y no siempre alcanza el pleno vuelo. Pero se sostiene, porque ahí tenemos a Jaime Vadell en su rol favorito: de un cínico, desencantado, dueño de un envidiable humor cáustico. Hasta podríamos imaginar que don Eladio es un Rudi envejecido, aquel otro cínico que interpretó Vadell en Tres tristes tigres.

Don Eladio es un solitario, pero al igual que Gloria, no está ahí para dar pena. Son unos viejos diablos y dignos. De hecho, lo más conmovedor de la película es cuando vemos cómo don Eladio se sienta a ver, resignado, cómo su mundo se apaga.
“La chupilca del diablo”, de Ignacio Rodríguez.

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