Universidad para todo(s)


por Alfredo Jocelyn-Holt
Diario La Tercera, sábado 19 de octubre de 2013
HAY DISTINTAS maneras de “tomarse” la universidad, la más ilustre y perdurable institución cultural inventada por Occidente. En Chile las conocemos todas. Se la ocupa (mejor dicho “okupa”); se la para (los alumnos no van a clases o van cuando quieren); se la convierte en negocio (las públicas con platas fiscales, las privadas para qué decir); se la funda y usa como tribuna con propósitos sectarios (ideológicos o religiosos: negocios también); se la profesionaliza (no importándoles que lo mejor que hace la academia es cultivar disciplinas intelectuales, no “carreras”); se la vigila e interviene manu militari (me avala Jorge Millas); e, igual de oportunistas, se la “toman” ingenieros sociales, quienes creen que “desde arriba” (qué mejor que desde claustros con torres) se puede rediseñar la sociedad. Por eso, en Chile no hay universidades de peso internacional, y las pocas relativamente pasables que había, se las ha degenerado: se las vienen “tomando” desde la década de 1960.
Gente que, desde hace años, ha monopolizado el tema en calidad de “educólogos”, consultores internacionales, acreditadores y administrativos, uno que otro rector universitario incluso.“Expertos” que abundan (sobran) como nunca, y que por décadas vienen manejando la educación del país con sesgo tecnocrático, aunque así igual de mala sigue (ese es su negocio y uno muy lucrativo). Los mismos “lobbistas” que han estado cabildeando, agitando y consiguiendo, ahora último, lo del “ranking”. Dudosa, pues, esta nueva estrategia que pretenden ensayar.
Esta vez, no haciéndole asco al mercado, porque amplía la “cobertura” y, además de ese modo, se acomodan al neoliberalismo imperante (antes eran estatistas convencidos); haciéndose eco de “la calle” y sus demandas; saltándose al Mineduc, que ha desaconsejado la nueva ponderación porque es precipitada, cambia reglas de juego, y no consta que beneficiaría a grupos que se dice que va a favorecer; por último, generando el repudio de estudiantes y directivos de los liceos más antiguos y de más alta exigencia, dispuestos a ir a tribunales y, de paso, “inflar” notas para amortiguar tamaña discriminación afirmativa. Discriminación que pretende terminar con la discriminación: majamama (versión “Machuca”) que nadie, hasta ahora, ha podido explicar.Todo esto en aras de una supuesta mayor “equidad”, y fin de la “selección” que hacen liceos emblemáticos con probados alumnos, no meras posibles expectativas que habrá que ver si los vuelve viables el empujoncito con fórceps que se ofrece como remedio social.
El igualitarismo es siempre una pataleta a favor de una igualdad hipotética. Lo del “ranking” me recuerda la anécdota que cuenta Armando Uribe de por qué eligió estudiar Derecho y no Filosofía. Fue al antiguo Pedagógico y se espantó: en los jardines, escuchó a unos estudiantes que estaban leyendo, según ellos, El Ser y la Ná, de Sartre por supuesto.

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