Promover la sindicalización


por Guillermo Larraín
Diario La Segunda, Lunes 14 de Octubre de 2013
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2013/10/14/promover-la-sindicalizacion.asp
En Estados Unidos, una explicación parcial del incremento en la desigualdad de los últimos 30 años ha sido la caída en la sindicalización. El porcentaje del ingreso nacional que capta el 1% más rico de la población, que era estable en torno al 10% hasta el gobierno de James Carter (1979), explotó y hacia finales del de George W. Bush (2007) llegaba a 23%. En dicho período la sindicalización cayó desde un 25-30% del empleo a un 10-15%. Por supuesto, esto no lo explica todo: la caída en la tasa media de impuestos a los altos ingresos (de 50% a 30%) y el progreso técnico favorable a los trabajadores calificados (que ha incrementado la demanda por trabajadores de este tipo y reducido la demanda por trabajadores sin calificación). Sin embargo, nos concentraremos en el tema específico más novedoso: la sindicalización.
Un economista ortodoxo encuentra esta opinión cuestionable, pues piensa el mundo en términos del modelo “insider-outsider”: es imposible que haya una correlación positiva entre distribución y sindicalización porque al sindicato lo que le interesaría no son “todos los trabajadores” sino aquellos que están afiliados a ese sindicato en particular. Desde la ortodoxia se piensa entonces que al maximizar el ingreso de sus afiliados (sus salarios), los sindicatos inducen desempleo en personas no afiliadas que tienen por definición cero ingresos.
Este modelo piensa en un agente económico como un ente aislado, pero en realidad los sindicatos están en relación con… otros sindicatos que, a su vez, conforman federaciones, confederaciones o centrales sindicales, quizás a nivel de un sector, de una región y eventualmente nacionales. Asumiendo que fuera cierto que a nivel de los sindicatos individuales el interés predominante fuere el de los trabajadores afiliados a él, a medida que nos alejamos de ese sindicato local y nos acercamos a la central sindical nacional que consolida sindicatos provenientes de distintos sectores económicos y regionales, será crecientemente probable que lo que prevalezca sea el interés de “todos los trabajadores”. No digo que esto sea siempre así. Digo que es probabilísticamente verdadero, aunque también es verdad que a medida que sube la relevancia de la central mayor es el riesgo de interferencia política, lo que puede poner en riesgo sus objetivos.
¿Cómo explicar entonces la correlación entre mayor desigualdad y menor sindicalización en el mundo desarrollado? Es lo que, entre muchas otras cosas, hacen Jacob Hacker, de la Universidad de Yale, y Paul Pierson, de la Universidad de Berkeley, en su libro “Winner–Take–All Politics” (2010, Simon and Schuster). Los autores argumentan que el modelo “insider-outsider” es demasiado limitado para entender la totalidad del fenómeno sindical y su relación con lo político.
Al debilitarse el movimiento sindical, que en el discurso político es el que más genuinamente se acerca a la “clase media”, el mundo político queda bajo la influencia principal del movimiento empresarial, que genuinamente se acerca más a la clase alta. Así, ocurren dos cosas. Por un lado está el “hacer”: algunas leyes nuevas que benefician a grupos particulares. Pero lo principal es el “dejarse llevar” (drift): leyes que quedaron obsoletas por la dinámica propia de la economía pero cuya actualización fue obstruida por algún grupo de interés. En el caso norteamericano, esto último es particularmente importante en los temas de gobierno corporativo y más específicamente de “compensaciones” puesto que el 40% de los super-ricos son ejecutivos y gerentes del sector no financiero.
Según Hacker y Pierson, para mejorar los aspectos distributivos en el mundo desarrollado pareciera ser necesario fortalecer el sindicalismo porque la economía política cambiaría: la clase media estaría mejor representada.
Pero argumentos para fortalecer el sindicalismo además los hay para mejorar la productividad. Sí, porque nuevamente uno puede pensar en el sindicato como un monopolista que causa ineficiencia al distorsionar los salarios (el modelo ortodoxo), o alternativamente puede usar enfoques más modernos basados en lo que alguna vez Albert Hirschman denominó “voz”. En efecto, en cualquier empresa hay bienes públicos como planes de capacitación, de desvinculación, de seguridad laboral, beneficios de distinto tipo (salud, ahorro, almuerzo, vacaciones), etc… El sindicato es un buen socio para organizar la mejor provisión de esos bienes públicos. Mientras más complejo el producto producido, más valiosa será la alianza con el sindicato. Privadamente esto lo reconocen muchos empresarios.
Así, entonces, tiene sentido cuando Chile se encamina hacia los US$ 20.000 per cápita que surjan voces que empiecen a plantear públicamente fortalecer el sindicalismo y lo hagan desde lugares impensados. Este fin de semana, a pesar de que la propuesta no es muy clara, un grupo de directores de ICARE han señalado que están por promover la sindicalización automática. No está mal para empezar, porque además agregaron que era razonable considerar una “salida expedita”, lo que entendí como que su visión no es de una sindicalización “obligatoria”.
¿Por qué es necesario evitar la sindicalización obligatoria? Simplemente porque no se puede obligar a nadie a asociarse. La sindicalización debe ser un acto voluntario tal como lo es el acto de la asociación gremial.
Chile necesita “capital social” y éste no se construye por decreto. Yann Algan y Pierre Cahuc (Société de la Defiance, 2007, CEPREMAP) se suman a la larga lista de quienes argumentan la relevancia de la confianza para el desarrollo. La particularidad del estudio de Algan y Cahuc es que ven con más detalle el rol del sindicalismo y encuentran una relación positiva entre sindicalización y varias medidas de confianza en países desarrollados. Si bien no se trata de causalidad, la idea de generar condiciones propicias para que cunda la asociatividad en diversos ámbitos es una buena señal que debe ser bienvenida. Asimismo, la posibilidad de avanzar en diálogo social debe ser aprovechada al máximo.

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