Los efectivos, la caballería y los vehículos blindados hidratantes...todo puede esperar‏



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Diario El Mercurio, Domingo 13 de octubre de 2013

Todo puede esperar

"La multitud eufórica. La hora de los sin nombre. La alegría y el desbande colectivo suprimen otros sentimientos —miedo y tristeza— y desprecian luminarias, paraderos, rejas y jardines..."


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El viernes pasado, a las siete de la tarde, quince minutos más o menos, un general de Carabineros tuvo la inquietud y llamó a la comisaría. Quería saber si pensaban en sintonía. Afirmativo, le respondieron, mientras calculaban los efectivos, la caballería y los vehículos blindados hidratantes.
Todo en orden, porque los oficiales, al igual que él, eran testigos de las imágenes de cómo se estaban dando las cosas, y con esa eficiencia y goles, la celebración venía en masa.

La multitud eufórica. La hora de los sin nombre. La alegría y el desbande colectivo suprimen otros sentimientos —miedo y tristeza— y desprecian luminarias, paraderos, rejas y jardines. Como si el mundo se fuera a acabar. Es un Mundial, nada menos. Pandemónium en Plaza Italia. Uno se podría preguntar, con arrobo e indignación, por qué; y también si algún día será distinto, pero como el tiempo escasea, mejor ir a los hechos: ¿limpiaron los pistones y llenaron los estanques con seis mil litros de agua más o menos limpia?
Afirmativo.
El dueño del quiosco, frente a su tele en miniatura, echa cuentas: cuánto me demoro en guardar hasta la última revista, superocho, diario, dulce y cajetilla, envolverlos y protegerlos, para después desplegar zinc, cadenas y candados, con el fin de proteger lo que tiene un quiosquero: templete atendido por su dueño.

En ese momento, y como la multitud veía lo mismo, el joven delincuente Lomo de Toro le había dicho al Lima Chico que las chelas del primer tiempo las pagaba él, pero ahora se preparan para el alegrón en Plaza Italia y dele que suene hasta la hora del que te dije, porque confundidos con el choclón siempre se saca algo: pares de zapatos, trozos de escritorio, billeteras, mercadería, pack de cerveza, remedios o jeringuillas para uso personal.

La señorita dependienta que atiende la farmacia se preocupa, le gusta la selección y especialmente Jarita, aunque usted no lo crea, pero ahora es muy temprano y ya le pasó una vez, cuando se quedó encerrada en el local y era increíble ver la persiana metálica por dentro, como sonaba y se levantaba con las patadas por fuera. Un taxista del sector lo escucha por la radio, y en su opinión va a quedar la grande, así que mejor se retiran él y su vehículo.

Finalmente, como el partido terminó como terminó, no hubo columna ni suma para la multitud y hasta los zombies se fueron a dormir.
También el general, el quiosquero, el Lima Chico, los suboficiales, la dependienta, el taxista y el Lomo de Toro. Todo puede esperar.

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