«Camila no necesita conocer el Museo de Arte Moderno o el Museo de Bellas Artes para ser feliz. Le basta con un helado en el Parque Forestal...»‏



Construcción versus imagen
por José Promis
Diario El Mercurio, Revista de Libros, domingo 13 de octubre de 2013
http://diario.elmercurio.com/2013/10/13/al_revista_de_libros/revista_de_libros/noticias/36CBE669-7B18-4571-B1B8-228524856D87.htm?id={36CBE669-7B18-4571-B1B8-228524856D87}
 
Comienzo escribiendo que La oscuridad que nos lleva es una excelente construcción literaria. Otra cosa es la oposición humana que encierra.

La situación que imaginó Bernard Schlink para desarrollar la trama de su relato El lector ha sido utilizada por Tulio Espinoza en La oscuridad que nos lleva, para ambientar su historia en un ambiente contemporáneo de clase media santiaguina y dirigirla hacia una dirección y un propósito completamente distintos. Un ex estudiante de Pedagogía en Castellano a quien sólo conocemos como El Lector es contratado por La Señora, una anciana que permanece en cama debilitada por la vejez y sus enfermedades, para que durante un par de horas al día se dedique a leerle principalmente novelas. La Señora se define a sí misma como "producto de sus lecturas", y confiesa que las diarias visitas de El Lector la arrancan de su postración y logran que "un mundo de verdad y no de fantasía" ingrese por la ventana para sumergirla en la vida de los personajes como si fuera la suya propia. El Lector, por su parte, es un hombre melancólico, solitario y silencioso, que también se alimenta de la literatura y contempla el mundo a través de sus imágenes. Además, desde su niñez se ha dedicado a la pasión de la escritura, pero sin obtener hasta el momento resultados que lo satisfagan. Frente a estos dos personajes se sitúa Camila, una de las empleadas domésticas que cuidan a La Señora, una muchacha que asume su existencia y la alimenta con los hechos del día a día. Dos modos de inserción en el mundo que dan origen a dos realidades opuestas: intelectual una, vital la otra. Ambos son presentados magistralmente por el narrador a través de discursos que nacen y evolucionan con lentitud desde la perspectiva de los distintos personajes y cuyo desarrollo es empujado, ya sea por estímulos que nacen de las lecturas o por las experiencias que viven en su existir cotidiano. La novela logra crear así una atmósfera que encierra y cautiva a sus destinatarios, exigiéndoles una lectura realizada en silencio y tranquilidad, lectura que recuerda a la que demanda el estilo moroso de Proust, autor cuya presencia es indicada en los títulos de diferentes capítulos o a través de citas, y cuyo ritmo y tonalidad, qué duda cabe, el narrador reproduce con minuciosidad y éxito.

Más que una novela, La oscuridad que nos lleva cae en la categoría de la llamada meta-literatura; es decir, es una reflexión de forma literaria sobre el papel que la literatura desempeña en nuestras vidas, ya sea como alternativa a nuestra cotidianidad o como desafío que empuja a retener verdades que sólo se presentan sorpresiva o fugazmente. El epígrafe de Gonzalo Millán es bastante explícito al respecto. Los acontecimientos surgen gracias a las evocaciones o asociaciones despertadas por la lectura, comprobando que las palabras imaginarias son el camino privilegiado para aproximarse a las asimismo "historias vividas, o soñadas o imaginadas" de la realidad. El concepto de novela constituye, naturalmente, un nítido interés de los personajes intelectuales del relato. La Señora, por ejemplo, la define en algún momento como un espejo, a veces algo empañado, que sirve por excelencia para reflejar la vida. Y digo "intelectuales" con toda intención. Si la novela refleja la vida, el relato de Tulio Espinoza recupera una significativa oposición donosiana entre los individuos superiores, que viven y se alimentan del mundo intelectual y de los sufrimientos que ello significa y los seres inferiores, representados en este caso por Camila, para quienes la plenitud consiste en la satisfacción de los empeños sentimentales y las necesidades corporales del diario vivir. A pesar de los dolorosos reveses que ha sufrido, Camila no necesita conocer el Museo de Arte Moderno o el Museo de Bellas Artes para ser feliz. Le basta con un helado en el Parque Forestal.

Más que una novela, "La oscuridad que nos lleva" cae en la categoría de la llamada meta-literatura; es decir, es una reflexión de forma literaria sobre el papel que la literatura desempeña en nuestras vidas.
 

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