Saltos ornamentales (Acrobacias verbales sobre un mar de plagios)‏


Parado en el podio imaginario, 
expuesto al ridículo ontológico.

Los libros afectan 
el criterio y el buen juicio, 
en la medida que avalan 
nuestras obsesiones y nos absorben.

Algunas piruetas estilísticas 
disfrazadas de faramallas burlescas
son nuestro desaguisado pirotécnico 
confundido entre pantomimas virtuales.

Para alguien que ha desarrollado la destreza
de ser engañado infaliblemente por las apariencias,
los intersticios por donde se filtra el disparate
no son más que las fisuras por donde las emociones 
escapan de lo obsesivo para estrellarse en lo delirante.

En cambio, la inefable memoria de la lengua
-con la extrañeza del lenguaje de por medio-
es el caudal transparente, libre y sustancioso
en el que se funden distintos saberes,
que hilados con naturalidad, 
elaboran las propias divagaciones
como si estuvieran hablándonos despacio.

Los libros tienen sus ritmos internos
y, por lo mismo, deben ser leídos
cuando son compatibles con la frecuencia interna 
que en determinado momento de nuestras vidas
nos permitan resonar con su lectura.

El arte de nadar, de mantenerse a flote en el lenguaje
cuando todo parece estar confabulado para hundirnos,
son estados de ánimo que bracean en un mar de dificultades
o como náufragos a la deriva, aferrados sólo a la ironía.

Al igual que muchos de nosotros,
apenas sobrevivimos a los tormentas domésticas
y a los fracasos inherentes al desconcierto existencial.

La soledad es un fantasma siempre presente
y el amor y la pérdida nunca faltan a la cita.

Pero no nos pongamos dramáticos.

Lo indiscutible se lee con escepticismo
y cualquier sujeto disciplinadamente alucinado
sabe que las cosas del lenguaje es un don de insanos.

_________

Este texto está construido a la carrera
de extractos descontextualizados 
y muchas veces descuartizados
a partir de diversas columnas 
de opinión de Matías Rivas
y comentarios de otros allí recogidos.

El editor de estas citas tijereteadas
no puede hacerse cargo de los hablantes poéticos
que conviven en esta prosa selecta e inconexa.

[Dicen que gracias a la lectura atenta de un texto
se puede reconocer a cierto tipo de personas.
Yo no me reconozco en ellas 
por lo que dicen, ni por su (sin)sentido
sino más bien por el oído, a pesar de su zumbido.]

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