Diario El Mercurio, Domingo 08 de septiembre de 2013
"Desde el colapso del Muro de Berlín, son muy pocos los países que insisten en la vía estatista..."
Una sociedad quebrada, la economía doblegada por la inflación y el desabastecimiento, políticos iracundos profiriendo discursos amenazantes, grupos armados preparando la guerra civil, la violencia callejera desatada, la cruenta represión, es lo que nos han recordado la televisión y la prensa estos días. El tsunami de imágenes y testimonios sobre los trágicos sucesos de 40 años atrás deja -en mi opinión- una cosa clara: al país que retratan esas fotografías y filmaciones, nadie en su sano juicio podría querer volver.
Es bueno rememorar, pienso, porque tras tantos años de convivencia pacífica y prosperidad creciente, hay un riesgo de confiarnos en exceso, de sentirnos "blindados". Pero cada vez tienen más voz quienes dan por asegurado el bienestar alcanzado, difunden una visión injustificadamente crítica de la transformación económica y política de Chile durante las últimas cuatro décadas y enarbolan con perniciosa nostalgia las ajadas banderas que en el pasado nos condujeron al borde del despeñadero. Por ejemplo, los dirigentes estudiantiles -y sus mentores intelectuales-, luego de colocar con acierto el importante tema de la calidad de la educación en la agenda pública, repudian el móvil del emprendimiento movido por el interés propio y ensalzan "lo público". Desearían que un puñado de burócratas volviera a regir la educación, la seguridad social y las grandes empresas, como las del cobre. Las encuestas sugieren que esos planteamientos no encuentran una acogida masiva. Pero como controlan las vociferantes protestas callejeras, se hacen sentir con fuerza.
El mundo y el país han cambiado. Desde el colapso del Muro de Berlín, son muy pocos los países que insisten en la vía estatista. Los hay algunos cerca nuestro, y ya en parte reviven experiencias como aquellas por las que debimos nosotros atravesar. En cambio, los países exitosos del mundo emergente han comprendido que la libertad para emprender es la llave del desarrollo y siguen una estrategia que favorece la libre iniciativa y la competencia. Por ese camino, los chilenos hemos palpado ya los frutos de una economía dinámica, que da trabajo y permite a todos aspirar a un mejor nivel de vida. Desgraciadamente, en el debate público han adquirido inexplicable primacía quienes pretenden embarcarnos en un viaje al pasado.
Es útil haber vuelto la vista hacia atrás para recordar de dónde venimos. Pero para avanzar hay que mirar adelante. Pasado el once, debemos volver a abocarnos a construir nuestro futuro. Ojalá el debate electoral verse sobre ello, y no sobre los quebrantos del pasado. No es buena idea imitar a la mujer de Lot.
Es bueno rememorar, pienso, porque tras tantos años de convivencia pacífica y prosperidad creciente, hay un riesgo de confiarnos en exceso, de sentirnos "blindados". Pero cada vez tienen más voz quienes dan por asegurado el bienestar alcanzado, difunden una visión injustificadamente crítica de la transformación económica y política de Chile durante las últimas cuatro décadas y enarbolan con perniciosa nostalgia las ajadas banderas que en el pasado nos condujeron al borde del despeñadero. Por ejemplo, los dirigentes estudiantiles -y sus mentores intelectuales-, luego de colocar con acierto el importante tema de la calidad de la educación en la agenda pública, repudian el móvil del emprendimiento movido por el interés propio y ensalzan "lo público". Desearían que un puñado de burócratas volviera a regir la educación, la seguridad social y las grandes empresas, como las del cobre. Las encuestas sugieren que esos planteamientos no encuentran una acogida masiva. Pero como controlan las vociferantes protestas callejeras, se hacen sentir con fuerza.
El mundo y el país han cambiado. Desde el colapso del Muro de Berlín, son muy pocos los países que insisten en la vía estatista. Los hay algunos cerca nuestro, y ya en parte reviven experiencias como aquellas por las que debimos nosotros atravesar. En cambio, los países exitosos del mundo emergente han comprendido que la libertad para emprender es la llave del desarrollo y siguen una estrategia que favorece la libre iniciativa y la competencia. Por ese camino, los chilenos hemos palpado ya los frutos de una economía dinámica, que da trabajo y permite a todos aspirar a un mejor nivel de vida. Desgraciadamente, en el debate público han adquirido inexplicable primacía quienes pretenden embarcarnos en un viaje al pasado.
Es útil haber vuelto la vista hacia atrás para recordar de dónde venimos. Pero para avanzar hay que mirar adelante. Pasado el once, debemos volver a abocarnos a construir nuestro futuro. Ojalá el debate electoral verse sobre ello, y no sobre los quebrantos del pasado. No es buena idea imitar a la mujer de Lot.
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