Insomne

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Diario El Mercurio, Martes 17 de septiembre de 2013

"Con el tiempo, he logrado sacarles provecho a estos tiempos muertos. En la tranquilidad de la noche, la lectura se hace más provechosa y uno encuentra viejas películas extraviadas en los peores horarios de la programación del cable..."


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Escribo desde la República Independiente del Insomnio. Al parecer, algo en mi sistema complota contra mí, evitándome conciliar el sueño varios días al mes. Antonia, que goza de un sueño profundo, no entiende cómo puedo funcionar durante el día cuando no he dormido. La verdad es que cuando paso por estos periodos me llega el sueño como a las seis de la mañana, y cuando eso pasa, me preparo para dormir dos horas profundamente. Lllegaré tarde a mi oficina, pero no seré un ente ojeroso y de poca utilidad.

Con el tiempo, he logrado sacarles provecho a estos tiempos muertos. En la tranquilidad de la noche, la lectura se hace más provechosa y uno encuentra viejas películas extraviadas en los peores horarios de la programación del cable. Otras veces, cuando mi ánimo no es el mejor, me sumerjo en Google buscando causas probables o consecuencias del insomnio. En eso estaba, cuando encontré un libro que no pude evitar comprar: "The Family That Couldn't Sleep: A Medical Mystery" (La familia que no podía dormir: un misterio médico). Aquí se cuenta como, a lo largo de doscientos años, una noble familia italiana ha sufrido de un síndrome llamado Insomnio Familiar Fatal, condición que se magnifica a la mitad de sus vidas, robándoles el sueño a tal grado que pierden el control de su cuerpo y mueren en cuestión de meses. Esta historia se une con la de una tribu de Nueva Guinea que está desapareciendo aquejada por una enfermedad cuyo síntoma principal es una risa incontrolable, o la de miles de ciervos en el oeste de Estados Unidos que mueren de hambre en campos rebosantes de hierba. Al parecer, estas rarísimas enfermedades tienen su causa en los priones, proteínas que a veces salen mal, ocasionando trastornos neurológicos casi siempre letales.

Y así paso las horas, deambulando mentalmente. Y me voy reconciliando con la falta de sueño, pues estas horas que se proyectaban indómitas y difíciles de remontar se han ido convirtiendo, página a página, en un mar calmo y oscuro, en otra noche navegable.

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