Artesanos del zapato | |||
Por Emilia de la Fuente. fotografías Sergio López I. Diario El Mercurio, Revista Ya, martes 3 de septiembre de 2013 http://diario.elmercurio.com/2013/09/03/ya/revista_ya/noticias/58564936-5f81-40b6-b606-f76f1016ad7d.htm Hernán Rodríguez, dueño de calzados Pepay, está orgulloso de decir que sus zapatos son usados en todas partes del mundo, aunque sea solo un par de ellos. "Tenemos clientes extranjeros que cuando viajan a Chile van directo a la tienda. Me han comprado hasta del Vaticano", cuenta. Dentro de la lista de parroquianos se encuentra Don Francisco, Margot Loyola, Cristina Gallardo-Domâs y el famoso director de la Royal de Luxe, Jean Luc Courcoult, quien cada vez que viaja a Chile se da el tiempo de elegir con calma las diferentes combinaciones de cuero y diseño para sus botines. Entrar a Pepay es como transportarse a otra dimensión temporal, con hileras de estantes cubiertos por ordenadas cajas de zapatos y ese olor a cuero que hipnotiza. Detrás del mostrador, don Hernán, con su mujer y su cuñada, atienden al cliente por su nombre. En el piso de abajo los modelistas y maestros zapateros trabajan con una dedicación incansable cada diseño a mano. Pepay tiene más de cien años. La fundó un inmigrante francés en Valparaíso, cuando el puerto era el más importante de América. Luego se vino a Santiago y el negocio pasó por tres generaciones de hijos, hasta que los herederos decidieron venderla. "Yo era pariente político y trabajaba también en calzado, así que me la ofrecieron. Ellos sabían que mantendría intacto el nombre y sello de la marca. Ya llevamos más de treinta años acá", explica. Don Hernán confiesa que si hubiera sabido antes de todos los problemas que acarreaba la tienda, nunca se habría metido en el embrollo. Pero le ganó la pasión y la ilusión de tener una zapatería de lujo. Cuenta que para mantenerse vigente en el mercado basta con hacer las cosas bien, o como él dice, "tomarse la molestia" de trabajar como corresponde. "No hay nada secreto en el proceso. El público elige y participa de todo. La razón por la cual ha perdurado Pepay es que cuando se inició confeccionaba zapatos, bototos y botines para dama y varón a la medida, todo en cuero natural y de la mejor calidad. Hoy en día ¿qué hace? Zapatos, bototos y botines a la medida, todo de cuero natural, lo mejor", cuenta. Aquí los clientes antiguos se han convertido en amigos. Si uno no aparece por algún tiempo, don Hernán lo llama para saber cómo está. Ese encuentro humano que está detrás de hacer un zapato a medida lo apasiona. "Para confeccionar un zapato primero se conversa por dos horas con el cliente y llegamos a un diseño según sus gustos y las características de su pie. Luego de 18 días vuelve para su primera prueba. A la semana siguiente corregimos algunos detalles y se lo lleva. Entonces, pasamos por una relación de alrededor de un mes, por eso cuando manda a hacer el segundo par, ya sabemos dónde le incomoda, si tiene tal callo o juanete y, además, cómo es su carácter. Eso me da una satisfacción única y que no la tiene el dueño de una tienda masiva", cuenta Hernán Rodríguez. HORMAS JÓVENES Hubo un tiempo en que el modisto y el zapatero eran parte obligatoria del buen vestir y que las zapaterías marcaban la moda como fiel reflejo de lo que se llevaba en Europa. Hoy, el fenómeno del diseño a medida comienza a resurgir. De acuerdo a un estudio de la Federación del Cuero y del Calzado (Fedeccal), desde 2008 (año histórico en que se registró el nivel más bajo de producción de calzado) la cantidad de zapatos fabricados en Chile subió 30%, pasando de nueve a doce millones de pares. Este boom ha visto el nacimiento de nuevas marcas, talleres y diseñadores. Y junto a los clásicos, una nueva generación de zapateros intenta rescatar el valor del oficio y para hacerlo bien se han tenido que apoyar de la sabiduría de los antiguos. Bárbara Briones fue una de las pioneras. Cuenta con estudios en Buenos Aires y Londres, y llegó a trabajar en Florencia en la exclusiva Salvatore Ferragamo. Al volver a Chile se propuso crear zapatos hechos en Chile de gran calidad, mezclando materiales innovadores y diseños modernos. En 2008 abrió una tienda en conjunto con La Joya Design y hace tres años que está radicada en Nueva York. Desde allí diseña y maneja su fábrica ubicada en San Joaquín, donde trabajan nueve personas entre diseñadores, modelistas y costureras. Comenta que si bien en Chile hay una larga tradición en el oficio del calzado, en sus comienzos le fue difícil encontrar gente dispuesta a trabajar en él. "La confección de un zapato consiste en un trabajo en equipo, donde en cada etapa hay un artesano experto detrás. Por ello es indispensable reconocer la importancia de cada área y respetar el trabajo del otro", explica Bárbara. Mónica Infante, dueña de Zapatería Maestra, concuerda. Es arquitecta, pero hace diez años los cueros, la precisión de los cortes y el minucioso proceso detrás de un buen zapato, la sedujeron para viajar a un pequeño taller de Barcelona y aprender la forma más tradicional de hacer zapatos a mano. "Me encanta ese mundo romántico que hay detrás de los oficios. El cuero es el material más noble que existe. Es igual que nuestra piel, entonces tiene una estructura viva, que cambia en el tiempo y que reacciona distinto a los diferentes tratamientos, por ello tiene miles de opciones de acabados, texturas y colores", dice Mónica. Al llegar formó Zapatería Maestra con ese sello: zapatos clásicos de cuero y gran calidad. "Como en todos los oficios, este es un tema de experiencia. Yo aprendí hace seis años, lo cual para un oficio es poco, por eso estoy metida en todas las fases de producción y elijo manta por manta de cuero. Pero tengo la suerte de tener un gran equipo de maestros zapateros detrás", explica. Ambas afirman que el mercado del calzado es competitivo, especialmente a la hora de exportar. Sin embargo, en el último tiempo han visto un aumento en el público dispuesto a pagar por un producto exclusivo y de calidad. "Hay consumidores que prefieren la calidad y diseños exclusivos y otros que optan por mejores precios, por sobre las cualidades del producto. Ambas opciones conviven en el mercado, lo cual es bueno para nosotros, ya que nos obliga a trabajar para diferenciarnos. Vivir en Nueva York me ha dado la oportunidad de conectarme con gente dedicada al mismo rubro, poder comercializar mis zapatos en el exterior, ha sido una muy buena experiencia", agrega Bárbara. CONTRA EL PLÁSTICO Si bien el trabajo del cuero y del calzado es un oficio tradicional, que proviene desde los tiempos ganaderos de la Colonia, la historia no ha sido fácil para el zapatero artesanal en Chile. Ha sobrevivido a las crisis económicas más fuertes, y en las últimas décadas se ha visto golpeado por la competencia de importaciones baratas desde países como China, las copias y el plástico. De acuerdo a la información del reconocido laboratorio inglés de investigación y tecnología Satra, entre 1980 y 2000 la producción mundial de calzado aumentó de ocho mil millones a 11.600 millones de pares, de los cuales China e India acaparan un 86% de la producción. Frente a eso, muchas de las tiendas de zapatos a medida sucumbieron en el camino, pero hay otras pocas que han sabido reinventarse con éxito. Joseba Armendáriz muestra las hormas y los moldes con paciencia, mientras explica con detalle y paso a paso la manera de hacer zapatos desde la horma, luego cada corte y cada clavo. Explica que la cabritilla es el mejor tipo de cuero para los zapatos por su suavidad y resistencia. Asegura que un zapato bien hecho puede durar 25 años. Joseba tiene 74 años y junto a su señora, Edurne Arechavala, se han hecho cargo de calzados Turchesse, creada hace cincuenta años por su suegro, vasco y proveniente de una familia de zapateros en España. Turchesse lideró por décadas las tendencias de la moda capitalina y llegó a tener una fábrica con más de 40 trabajadores. "Partimos haciéndole zapatos a la tienda La Maison, inaugurada en la década del 70 frente al Teatro Municipal. Ahí empezó a surgir Luciano Bráncoli, con quien hemos tenido relación por años. Cada vez que había un desfile o un evento los zapatos eran diseñados por nosotros", cuenta Joseba Armendáriz. Reconocen que no les ha sido fácil competir con las importaciones, pero como buenos vascos han sabido adaptarse a los tiempos. Por ello, actualmente el negocio ha pasado a manos de la nueva generación, con el objetivo de renovar algunos diseños y atraer al público joven. Hoy las diseñadoras son su hija, Aintzane Armendáriz y su nieta Aranzazu Varela, ambas diseñadoras de vestuario. La idea es mantener la tradición de la confección de zapatos a mano añadiendo el diseño de vanguardia. "Crecí metida en el mundo de la confección de zapatos. De niña me acuerdo que mis abuelos tenían una casa enorme y antigua que servía de tienda y de fábrica. Para que nos entretuviéramos mi abuela nos mandaba a cortar cueros o a hacer las cajas. Todos los zapatos que usábamos eran de la tienda y yo podía diseñar los que quisiera, eso era una maravilla", cuenta Aranzazu (22), quien viaja constantemente a Europa para ver tendencias y tomará próximamente un curso de especialización a Londres. Se alejan de la idea de industrializarse porque les haría perder su sello de calidad y exclusividad. "Todos los zapatos son confeccionados a mano con los mejores cueros y materiales. Las novias o madrinas después de recorrer todo Santiago finalmente llegan a la tienda, donde encuentran zapatos cómodos, suaves y blandos, especiales para quienes son delicados de pies", explica Aintzane Armendáriz. Otro caso de tradición familiar de zapateros es el de Donabella. En 1967 el matrimonio italiano conformado por Giuseppe Panebianco y Franceschina Morante instaló una pequeña tienda de zapatos en Vicuña Mackenna, que se fue agrandando con los años. Hoy es liderada por su hija María Ester, quien heredó el desafío de mantener zapatos de primera calidad con sello de diseño italiano. "Crecí en un ambiente extremadamente trabajador, donde los fines de semanas no existían. Tengo el recuerdo de ver a mi mamá coser los mocasines a mano. Luego mi padre creó un sistema anatómico de hormas especiales y tallas grandes. Las señoras entraban a la tienda usando zapatos de hombre y se volvían con estilizados zapatos de mujer", cuenta. La crisis de la industria y la incapacidad de competir con los zapatos sintéticos también les pegó fuerte, pero decidieron mantener la fábrica de zapatos detrás de la tienda y esperar. "Ha sido difícil ya que muchas curtiembres cerraron porque la gente dejó de comprar zapatos de cuero natural. Lo mismo pasó con las tiendas de insumos como cierres o hebillas", cuenta. |
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Sin embargo, han notado que desde hace unos cuatro años han aparecido nuevos talleres y pequeñas fábricas. "También ha influido que las personas se están dando cuenta de que los zapatos sintéticos producen hongos, son incómodos y no abrigan", explica María Ester.
ResponderEliminarMuy recordada la escena del primer capítulo de "Ángel malo" que la pasaron por el 13 en 1986, su segunda en 1991 y la tercera en 1994. Ahí Nice compró zapatos de la tienda Turchesse en Mardoqueo Fernández 111. Esta tienda fue la que proporcionó muchos zapatos en su mejor periodo de ventas.
ResponderEliminarRecuerdo cuando niña en la década del 60, que en la calle Curiñanca al llegar a la Gran Avenida en la comuna de San Miguel, existía la tienda de calzados Turchesse. No sé si aún existe allí.
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