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Columnistas
Diario El Mercurio, Viernes 20 de septiembre de 2013

Desde los Alpes suizos

"En Australia ganó la centroderecha, por el rechazo de los votantes a la amenaza laborista de subir impuestos, y porque creen que la centroderecha es más apta para sortear una economía que se puede volver más compleja..."

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Escribo sentado en Charly’s, una cafetería que he encontrado en un pueblito de los Alpes suizos. Es domingo, y doblan las campanas de las iglesias calvinistas y católicas. Ayer el gran evento fue un concurso de vacas, decoradas con flores de temporada. Cuando las vacas se retiraron, las autoridades aplicaron máquinas aspiradoras para absorber los desperdicios que habían depositado al ser juzgadas. Imposible estar más lejos de las lides ideológicas que tienen tan crispadas a las élites chilenas.

Se me ocurre acá que podría ser útil contemplar las elecciones que han tenido, o que están por tener, algunos otros países, por si nos ayudan a levantar la mirada un poco. Partamos con las de Australia, donde hace un par de semanas fue derrotado el partido laborista, tras 5 años en el poder. Nada más lejos del aparente sentir del Chile actual: ganó la centroderecha, por el rechazo de los votantes a la amenaza laborista de subir impuestos, y porque creen que la centroderecha es más apta para sortear una economía que se puede volver más compleja si se termina del todo el boom de los commodities.? En Noruega también hubo hace poco una elección, y allí también ganó la centroderecha, bajo el mando de Erka Solberg, la nueva Primera Ministra. Pero la elección más interesante para nosotros es, creo yo, la que enfrenta este domingo Angela Merkel en Alemania. Algo de ella tienen nuestras dos principales candidatas, porque Merkel fue criada en la RDA, donde pasó algunos años formativos Michelle Bachelet, y porque Evelyn Matthei, aparte de ser descendiente de alemanes, invoca a Alemania como el país donde se hacen las cosas bien. Por otro lado, a los democratacristianos de Merkel les cuesta entender que en Chile sus correligionarios estén con la izquierda.

Es casi seguro que Merkel el domingo tenga la más alta votación, pero dadas las complejidades del sistema electoral, no se sabe qué coalición tendrá para gobernar; en teoría incluso se podría dar una situación en que se juntaran los socialdemócratas con los verdes y la extrema izquierda, para expulsar a Merkel del poder, conformando una suerte de Nueva Mayoría para lograrlo. Pero es improbable, porque los socialdemócratas dicen no querer gobernar con esa izquierda.

La ascendencia que tiene Merkel en Alemania es la envidia de cualquier político. En Berlín hay una enorme imagen que muestra nada más que dos manos femeninas con los dedos pegados en forma de rombo. Todo alemán sabe que son las manos de Merkel, que ese es el “rombo de Angela”, y dado el cariño que ella inspira, su publicidad no necesita decir más: basta con ver las manos firmes, confiables y cercanas de una mujer con que los alemanes se sienten seguros. Alguna vez le preguntaron a Merkel qué veía cuando pensaba en Alemania. “Ventanas bien selladas”, contestó. “Ningún otro país puede fabricar ventanas tan bien selladas y tan agradables como las nuestras”. Una buena metáfora para un país que tiene altas responsabilidades internacionales, sobre todo en Europa, pero que quiere ejercerlas sin daño interno.

Las elecciones alemanas me hacen pensar en qué exactamente consiste el “desarrollo”. En vez de ser una determinada renta per cápita, ¿no será simplemente el consenso al que llega un país exitoso, cuando ya no hay grandes contiendas ideológicas internas? ¿Cuando los únicos conflictos profundos son los de otros países, vistos a través de ventanas bien selladas? Claro que algunos piensan que es aburrida una democracia burguesa como la alemana, o la suiza, donde las campanas católicas y calvinistas doblan en armonía, y las disputas 

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