José Alejandro Simón, director Colegio Newland

Escrito por Diego Ibáñez Langlois / Revista Hacer Familia Nº 190 / 10 Octubre 2012

http://hacerfamilia.cl/2012/10/jose-alejandro-simon-director-colegio-newland/
Su vocación le sale por los poros. Nació para enseñar y ejercer la pedagogía. Dirige el colegio Newland desde que lo fundó en 1980. Ahí, cada día, teniendo como base el respeto por la persona y la importancia del buen humor, vela por el desarrollo de cada uno de sus alumnos.
¿A qué debe su vocación pedagógica y cómo comenzó?
- La vocación se presenta inesperadamente. Llega cuando uno descubre que ciertas actividades le son fáciles de realizar y el resultado es satisfactorio para uno y apreciado por otros.
En el caso mío, a los cuatro años tuve una nana que no sabía leer. Yo, gracias a las lecciones de mi madre, recién había aprendido a hacerlo en el Silabario Matte. Cuando vi que mi nana miraba las láminas con curiosidad, la hice pasar el dedo sobre cada letra de la palabra ojo y repetir “o”, la “j” “o – j – o” hasta que le dio sueño.
Al día siguiente pasamos a la segunda lección y de pronto, en poco más de diez días estaba leyendo “El Ratón Agudo”. Ella se reía y lloraba de gusto. Yo me consideré el mejor maestro del mundo y reía con ella de felicidad.
Para seguir viviendo ese momento gozoso que me remeció, no me quedó otro camino que la Pedagogía. Lo he seguido sintiendo cuando compruebo cómo esa persona, a la que llamamos alumno porque no tiene luz, se ilumina por entero y logra comprender cómo resolver una dificultad o llega por sus propios medios a una verdad.
La Pedagogía es una carrera de servicio, y la que más recompensas entrega. Y como me dijo una vez un compañero de profesión: ¡Pensar que nos pagan por hacer lo que nos gusta!
Usted estuvo en el colegio Saint George. ¿Qué huella de aquellos años ha rescatado y puesto en práctica en el colegio que dirige?
- En primer lugar, el interés que los sacerdotes norteamericanos -que no hablaban castellano- ponían en conocernos profundamente a cada uno de nosotros. Nos sentíamos jóvenes escuchados, que teníamos gustos, aficiones, intereses especiales, que ellos compartían (el jazz, el zapateo, el cine, el teatro, el Festival de la Canción de Viña, las novelas policiales, los baños en el mar). Sentíamos que no éramos bichos raros, sino personas y aún más: personas interesantes.
¿Algún otro aspecto importante?
- También el humor fue un gran recurso para el logro de una “formación no deformante”. Ejemplo inolvidable: castigos hasta que saliera la luna. ¡Si en la tarde se veía aparecer la luna, ya no había castigo! Si no aparecía, había que ir a la casa a buscar saco de dormir, para pasar la noche en el suelo de una sala de clases. A la mañana siguiente, la comunidad de sacerdotes recibía al castigado a la hora del desayuno y cada uno tenía preparado un pequeño discurso para que el “penitente” se percatara, no de lo malo que había hecho, sino de las buenas cualidades, virtudes y condiciones que tenía.
En conclusión, lo que más rescato de mis años escolares, es el respeto por la persona, el desarrollo de la amistad con el maestro dentro de un código no estipulado, pero existente. Aprendí que antes de corregir hay que hacer que “el infractor” sienta y reconozca que es apreciado, que vale muchísimo y que es capaz de hacer lo correcto.
¿Qué opina de los reglamentos de disciplina?
- Después de la respuesta anterior, no es necesario decir que en The Newland School no hay un “Reglamento de Disciplina”. Ya otros directores de colegios han dicho que el reglamento está ahí para saltárselo, porque nunca la realidad de los hechos corresponde a lo que está normado.
Mi pensamiento es que la “impersonalidad” de un reglamento no cabe en el proceso de formar personas. El Newland tiene, a cambio del “reglamento”, un “Sistema de Disciplina” que consiste en un registro que incluye desde el examen rendido para ingresar a Pre kinder, pasando año a año por todas las calificaciones, anotaciones de buena o mala conducta, certificados, cartas a los apoderados, exámenes psicológicos de cada alumno, y se comprueba si la acción realizada por ese alumno ya está registrada en esos documentos. Frente a una reincidencia hay una larga conversación, un llamado a los apoderados o la condicionalidad si amerita el caso.
¿Cómo debe planificarse el tiempo para atender a profesores, alumnos y apoderados?
- Mi oficina tiene la puerta abierta para quien necesite hablar con el director. Basta hacerse anunciar con la secretaria. Recibo alumnos desde Pre Kinder que quieren saber quién es el que manda en el colegio, hasta familias que quieren conocer cómo es nuestro pensamiento educacional. Estoy tan entretenido en lo que estoy haciendo que, a pesar de que a veces termino agotado, cuando estoy en la mitad de las entrevistas se me pasa el tiempo volando.
- ¿Qué consejos le daría a un director recién nombrado?
- Primero, saber que no le puede dar el gusto a todos. Hacerlo es una pérdida de tiempo. Hay que saber decir “no”, sin herir, sugiriendo -con aire de tristeza- que hay otros colegios que probablemente sean más afines a la manera de pensar de quien reclama.
Segundo, no olvidar el buen humor. Proponerse estar siempre de buen ánimo.
Tercero, felicitar a tiempo al profesor que lo merezca. Así como, llamar la atención al profesor que cometa algún error, escuchándolo con paciencia.
Cuarto, debe saber manejar los problemas propios de la actividad docente: evaluación, planificación, jerarquización de las materias y su análisis.

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