Biblioteca Nacional: lugar de encuentro


Miguel Laborde "Junto con crecer en la nube digital, los edificios de muchos de estos centros ahora se reciclan como lugares urbanos, con cafeterías, salas de exposiciones y auditorios para conferencias. Son, cada vez más, centros culturales y lugares de encuentro..."


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Es tendencia mundial. Las redes digitales crecen y permiten leer documentos, diarios e incluso libros completos a distancia. Muchos de los textos de nuestra Biblioteca Nacional ya están enwww.memoriachilena.cl.

Junto con crecer en la nube digital, los edificios de muchos de estos centros ahora se reciclan como lugares urbanos, con cafeterías, salas de exposiciones y auditorios para conferencias. Son, cada vez más, centros culturales y lugares de encuentro.

El de la Biblioteca Nacional tiene una ventaja frente a los de muchos países; como se proyectó en torno al Centenario, fue construido con los mejores materiales nacionales comenzando por la madera de lingue seleccionado y el cemento Melón. Tuvo la fortuna de no haberse comenzado siquiera en 1910; por lo tanto, toda la crítica al afrancesamiento de las celebraciones de ese año derivó en un interés por lo nacional.

Para las terminaciones y el alhajamiento, se convocó a los más destacados artistas y artesanos de la época. Es un edificio que conviene visitar con calma el Día del Patrimonio Cultural o en otra fecha -concertando una visita guiada-, porque todo él es una creación, en cada una de las salas. Solo si no había algo, se recurría a lo extranjero.

Es el caso de las altas rejas de hierro del acceso, obra de Enea Ravanello, de origen italiano, muestra de la cerrajería artística que "artistas ornamentales" de Italia y España aportaron al centro de Santiago.

Hay pisos de parqué de lingue, mañío, nogal y lujoso ébano, producidos por Guillermo Küpfer, chileno, cuya fábrica en la avenida España era un orgullo nacional. Hay excelentes pinturas murales, de Arturo Gordon, Alfredo Helsby, Camilo Mori y Ernesto Courtois, en cierta medida donados por ellos en gesto patriótico: se les pagaba igual que a los obreros.

Pero todos eran de alto nivel, porque las balaustradas de bronce y hierro de la escalera -de Alberto Mattman-, o los pisos de mármol y granito -de Santiago Ceppi-, también son obras de arte. Con razón se dice que es el edificio público con mejores terminaciones del país.

Costó terminarlo; incluso, está pendiente el frente de Mac Iver. Primero se alzó el de la Alameda en los años 20, luego el de Miraflores en los 30 y el de Moneda en los 60. El desafío, muy real porque faltan espacios, es expandirse por Mac Iver cuando ahí ya creció un jardín con árboles que no se puede destruir.

Por mientras, está en desarrollo un plan maestro de Fernando Pérez y el Observatorio de Ciudades UC, para adecuarse a esta tendencia de transformar bibliotecas en lugares de encuentro. El tema ya es aquí una realidad, con un promedio de mil visitantes diarios, entre lectores, visitas a exposiciones, clientes de la librería o el café y asistentes a conferencias.

Esto de involucrar a los mejores artistas e industriales tiene una versión reciente en Nueva Zelandia. Con el propósito de crear un museo afín a la nueva imagen país, poniendo en valor lo maorí, el océano Pacífico y el medio ambiente, se creó un museo en un punto notable de la bahía de Wellington, para el que los industriales donaron sus materiales por el honor de estar ahí, seleccionados para el Te Papa Tongarewa.

Merece inversiones este palacio que acogió a la antes itinerante Biblioteca Nacional, una entidad fundada hace 200 años cuando sus gestores llamaron a los santiaguinos a donar libros porque "el primer paso que dan los pueblos para ser sabios es proporcionarse grandes bibliotecas".

Más sobre el museo de Wellington en: www.tepapa.govt.nz

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