La política es lo más parecido a la alquimia.‏



Columnistas

Un baño de realidad

Diario El Mercurio, Domingo 14 de julio de 2013
La política suele ser el ámbito de los deseos y de los propósitos de largo plazo. Este rasgo se acentúa en momentos de campaña. Entonces, cualquier obstáculo parece evanescente y el futuro semeja una ilusión, un sueño sin orillas.

Pero tarde o temprano, la realidad principia a tocar la puerta.

Es lo que le acaba de ocurrir a la ex Presidenta.

Esta semana conformó su comando de campaña, el que deliberará su programa, afinará sus tácticas, imaginará sus medidas más urgentes y modelará sus estrategias. Un vistazo a sus integrantes -toda gente inteligente y bien formada, de eso no cabe duda- arroja tres inmediatas conclusiones: la tecnocracia es más porfiada de lo que se creía, las élites tienen más capacidad de sobrevivencia de la que nadie imaginó, los partidos siguen siendo irreemplazables.

Nada de eso es del todo malo. Confirma lo que pudiera llamarse la física social de la democracia. Salvo por un detalle: la composición del comando desmiente, con la porfía de los hechos, diversos prejuicios que la candidatura de Bachelet permitió se proyectaran en ella. Y como no hay nada más justo que medir el desempeño de una política por las expectativas que ella misma alentó con su conducta y con sus palabras, lo correcto es ahora, cuando la realidad principia a asomar la nariz, verificar si esas expectativas se cumplieron o no.

Y la respuesta es: parece que no.

Desde luego, la conformación del comando no es consistente con uno de los diagnósticos que, con persistencia, se han hecho de las dos décadas de Concertación.

Se dijo -con innegable razón- que uno de los más graves problemas de esos años fue la sustitución de la política por la técnica, el desplazamiento de la deliberación de los ciudadanos por el diagnóstico que hacían los technopols , esas personas que reúnen en sí capacidad tecnocrática y vínculos políticos y sociales. Mientras la democracia consistía en el intento de los ciudadanos por autogobernarse en base a un diálogo deliberativo -se dijo reiteradas veces-, en las dos últimas décadas esa posibilidad fue expropiada por un grupo de técnicos que trazaban, más allá de todo debate y toda duda, la línea que separaba lo posible de lo imposible.

¿Se corrigió ese defecto en la conformación del comando? No. Es cosa de ver dos o tres nombres -Bitran, Cortázar, De Gregorio- para advertirlo. No es la capacidad de esas personas o su conocimiento experto lo que hay que discutir, sino que el grado en que su presencia evaporará el sueño, que algunos abrigaron, de que la técnica dejara de subordinar a la política. ¿O alguien piensa que Cortázar, Bitran o De Gregorio se resignarán a un papel instrumental, reducido a señalar los medios para alcanzar los fines que fijarán otros?

Tampoco ha resultado cierto que los partidos y sus dirigencias se inclinarían ante la ciudadanía, ante la voz y las inquietudes de la gente. Como era obvio, las orgánicas de los partidos, de izquierda y de derecha -los Lenin y los Pablo de la vida pública-, apenas concluyeron las primarias, se hicieron de sus posiciones: presentaron listas, negociaron nombres, y con ello podrán hacer valer sus ideas y puntos de vista: el principio de realidad tal como ellos lo conciben.

¿Y las élites?

Solo se han renovado parcialmente. La vocería del comando se ha entregado a Javiera Blanco, quien viene de Paz Ciudadana y, antes, de la Subsecretaría de Carabineros. Se ha incorporado a Jorge Burgos, a Francisco Aleuy, a Guillermo Larraín. De nuevo, el problema no es su experiencia ni el talento -sin duda, los anega-, sino la contradicción entre sus nombres y el discurso alérgico a las élites que, hasta ahora, se dejó crecer.

En suma, si alguien pensaba que habría una liquidación de la tecnocracia y de las élites -como quien dice, una renovación radical para una democracia también radical-, simplemente se equivocó.

El secreto de la Concertación -se dijo infinidad de veces- fue administrar la modernización capitalista con una leve retórica anticapitalista. Quizá ahora se inaugure, casi sin quererlo, una nueva fórmula: continuar con la tecnocracia y reproducir las élites dejando creer que se las liquida.

No hay duda.

La política es lo más parecido a la alquimia. Es -paradójicamente- el peso de lo real
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